No hubo mejillas por las cuales no rodaran las lágrimas de alegría y gratitud. El pequeño José Franklin López, de apenas 4 años, regresaba a casa victorioso y sonriente.
Atrás comienza a quedar la odisea que, a su corta vida, le tocó vivir desde el momento que desapareció de su casa.
Fueron cuatro días
en los que el menor, literalmente, estuvo a la mano de Dios.
Dormía sobre piedras
y cuando no tenía sueño, caminaba en su afán de retornar a casa.
Su padre, Franklin López, ahora se siente orgulloso de la valentía y el coraje de su hijo.
Ayer, fundidos en innumerables abrazos y besos, el pequeño valiente de cuatro años jugaba con sus hermanitos y amigos.
Algunos de ellos no pudieron contener las lágrimas, fueron lágrimas de amor, sinceras, derramadas desde lo más profundo del corazón.
Su madre elevaba su mirada al cielo, sin dejar de agradecer el milagro que Dios hizo en sus vidas.
Los médicos del Mario Catarino Rivas dieron de alta al menor, tras asegurarse que no hay daños físicos.
En el aspecto emocional y psicológico, los especialistas reiteraron ayer que los tristes recuerdos de esta odisea poco a poco se van a borrar de su mente. El menor ahora será recordado por su coraje y espíritu valiente.