Siempre

Una respuesta correcta, pero insuficiente

Al construir su futuro, los estudiantes deben ser conscientes de las competencias y valores que requieren para triunfar

19.07.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Hoy en la mañana estaba preparando quinua. La palabra quinua viene del quechua “kinúwa o kínua”. Cuando se prepara quinua, a menos que venga prelavada, se debe enjuagar unas tres veces. Se lava para quitarle una goma amarga que tiene. Yo la pongo en una coca, y comienzo a lavarla en abundante agua. La revuelvo en el agua, luego uso un colador para escurrirla y vuelvo a enjuagar.

La quinua es un pseudograno, que ha sido recuperado y ha tomado importancia desde hace algunos años. Hay quinua negra, roja, crema y de tonos intermedios entre estos, es originaria del Perú y Bolivia, era base de la alimentación indígena en la conquista. Así como otros cultivos y prácticas precolombinas fueron reemplazados, la quinua pasó a segundo plano a partir de la conquista de América.

Cuando lavo y lavo la quinua, dos, tres veces… me elevo pensando, y sigo lavando, cuatro y hasta cinco veces… me voy a soñar, por ejemplo, pues el ritmo manual revolviendo estas diminutas semillas me convierte en el niño que juega con la mano en el charco, en el río, en el platón… el que juega con la sopa de letras. En este lavado recordé que hace pocos días estuve ofreciendo vía Zoom una conferencia sobre liderazgo en tiempos de covid-19 a estudiantes de Zamorano. En la conferencia Andrea Arévalo, una alumna salvadoreña de Zamorano, me preguntó por ejemplos de lo que debería hacer un estudiante en favor de la comunidad. No sé si ella hacía referencia a las lluvias que han azotado a su país, o si a la pandemia, o a las dos cosas.

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Le respondí a Andrea como un abuelo. Es que las personas tenemos diferentes modos de respuesta. A veces respondemos como un experto técnico, otras veces como un filósofo, otras también como un consejero, o sociólogo, o psicólogo… así y así vamos cambiando el lugar desde donde vemos las cosas. Mi respuesta fue que “por ahora ella debería concentrarse en adelantar sus responsabilidades académicas con excelencia, para que se prepare y pueda asumir cuando se gradúe sus retos profesionales”. Esta fue una respuesta clásica de abuelo: estudie y prepárese para el futuro. Algo correcto pero incompleto. Correcto, porque hay que prepararse para el futuro. Incompleto, porque debí responderle desde distintos ángulos.

Si Andrea quisiera ser admitida en una de las empresas más competitivas del mundo, buscarán en su pasado logros para predecir el desempeño futuro. ¡Si ella hoy encuentra un nicho para contribuir a la sociedad, sin descuidar los compromisos con la universidad, desarrollará competencias que potencializarán su carrera para siempre! Si Andrea logra transformar una realidad, mientras que es estudiante excelente, este hecho -preferiblemente si está documentado- le permitirá abrir puertas en las mejores universidades y ganar becas.

Si identifica un espacio para contribuir, su liderazgo entre quienes la rodean se irá delineando. Si ayuda a otros, entonces su autoconfianza como agente de desarrollo aumentará. Esa autoconfianza le dará la seguridad que necesita una persona líder, para orientar programas más y más grandes a lo largo de su carrera.

Si se compromete con la comunidad, entonces aportará a una mejor sociedad, y con el paso del tiempo ella y otros jóvenes de hoy encontrarán más oportunidades para sus vidas integrales. Si utiliza su creatividad y conocimientos en este momento para ayudar, su aprendizaje será sólido.

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Si se compromete con acciones solidarias, seguramente será ejemplo para otros estudiantes.

Si al hacer estas acciones Andrea recibe reconocimiento, sus valores de compromiso, solidaridad y aprendizaje se acuñarán en su esencia, para siempre. Andrea leerá este artículo, espero que lo lean muchas andreas.

Cuando la quinua estaba muy bien lavada, la puse al fuego. Era una taza del grano, agregué sal, pimienta, y dos tazas de agua. La puse a hervir, al comienzo con mucho fuego y luego, como quien hace arroz, la tapé y bajé la intensidad del fuego.

Preparé verduras con pescado. El almuerzo fue esta mezcla con quinua, cocida en la forma más natural. A veces después de lavarla, la doro un poco en aceite, y luego agrego el agua. En esas ocasiones la quinua toma sabor a almendra, profunda y misteriosa. En otras ocasiones, en vez de agregar agua, agrego jugo de tomate o un licuado de espinaca cocida. Esos días el sabor de la quinua está inmerso en aromas de colores.

Al construir su futuro, los estudiantes deben ser conscientes de las competencias y valores que requieren para triunfar. El término “competencia” fue desarrollado, aparentemente, por una fuerza aérea que necesitaba un concepto que incluyera el saber, el hacer, el hacer bien, la personalidad, los valores… Hay competencias duras y blandas. Las duras son las del conocimiento, las técnicas. Las blandas son las que hacen referencia a lo determinado por la cultura y la personalidad. Son competencias duras, por ejemplo, los idiomas, los conocimientos de contabilidad y biología. Son competencias blandas la negociación, la influencia, la visión y el trabajo en equipo.

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Las competencias “funcionan” muy bien cuando se mezclan, así como mezclamos en la cocina. Por ejemplo, un biólogo que es influyente, podrá hacer más incidencia en protección del medio ambiente, que otro que está encerrado en sí mismo. Así funciona la cocina… la quinua… cuando la mezclamos con verduras picadas, obtenemos una excelente ensalada.

Cuando cocinamos y comprendemos el origen de este pseudograno (o pseudocereal) estamos haciendo “Slow Food”. En esa comprensión hacemos correlaciones: la quinua y la chía (del náhuatl chia o chian) hacen parte de la herencia indígena de américa. Esta forma de vida que indaga, que hurga en el pasado… es parte del desarrollo de una maravillosa competencia: el pensamiento complejo.

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