Escribo estas letras junto a la ventana, cerca de la estufa clásica, en el hogar de la familia de Camille y Óscar, una casa de más de doscientos años, afincada los bosques de Brimfield en donde nos hospedamos Ethel, Demian y yo, mientras nuestro corazón toma fuerzas para iniciar una etapa nueva de nuestras vidas.
Fue un año difícil en Honduras para los trabajadores de la cultura que permanecen en primera fila de la resistencia creativa, casi siempre con el esfuerzo propio y con escaso apoyo institucional.
Escribo estas letras mientras espero el libro “Un lugar donde caerme vivo”, una antología personal de Leonel Alvarado con la que hemos inaugurado este 2022 una nueva colección en la Editorial Efímera; un objeto de lectura hermoso no sólo por la calidad literaria, sino por la edición: diseño minimalista, pasta dura y papel crema.
Recuerdo los esfuerzos realizados en el año 2021: la V edición del Festival de Los Confines, el V Premio de Poesía Los Confines, publicamos seis libros y editamos junto con Malpaso Ediciones y diario EL HERALDO dos colecciones de veintisiete cuadernillos de poesía de poetas clásicos y contemporáneos de Honduras.
Recuerdo también los esfuerzos de otras personas que son protagonistas de la vida cultural hondureña: la Editorial Casasola de Óscar Estrada que ha publicado más de cien títulos; la formación de la Unión de Editores Centroamericanos que integró a diez editoriales hondureñas; los libros y el premio de Ediciones Paradiso de Anarella Vélez; la Editorial Mimalapalabra de Giovanny Rodriguez con más de veinte títulos que creó la Feria del Libro de San Pedro Sula; Malpaso Ediciones de Armando Maldonado que publicó trece libros, concentrándose en autores jóvenes; la Editorial La Chifurnia que publicó una colección de dieciocho cuadernillos de poesía; Editorial Sofos de Melissa Merlo que editó tres libros este año.
Estos esfuerzos forjan esa idea de país inclusivo y democrático, donde la cultura es parte de los imaginarios de convivencia; son una gran oportunidad para fortalecer la relación transcendental del ciudadano con su identidad, diálogo y arraigo para avanzar hacia el desarrollo social y son fundamentales en la visualización de expresiones intergeneracionales pues convocan a creadores jóvenes y con trayectoria, invitan al debate crítico, activan la vida cultural de sus ciudades o regiones, alientan el turismo y la economía cultural.
El futuro será esas cosas que decidimos hacer o no hacer a pesar de las circunstancias del presente. Amparado en el título del libro de Leonel Alvarado, auguro lo mejor en este nuevo año para quienes trabajan en la vida cultural de Honduras y aspiran a un lugar donde caerse vivos para respirar y continuar el camino hacia las utopías civiles que dignifican a los hombres y a las mujeres.