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Lurio Martínez: La primera gran leyenda negra del fútbol hondureño

Fue uno de los fundadores del Club Deportivo Motagua. Participó en el primer clásico capitalino contra el Olimpia

21.09.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Negro hermoso, ¿para dónde vas vestido así de elegante, de saco y corbatín? Hoy no es día de fiesta, y a la misa del domingo tampoco te dirigís, ya lo sé.
Dudo mucho que sea el amor de una mujer el que te llama, porque no te queda tiempo para eso.

Don Lurio Martínez no me escucha. Antes de doblar por la esquina, se agacha y sacude el polvo de sus zapatos. Camina orgulloso, la frente en alto, la mirada serena y bondadosa, como la de un abuelo.

Pero don Mario Hernán Ramírez me cuenta que a don Lurio Martínez no se le conoce esposa, ni hijo, mucho menos nietos. Es un ser solitario.

“Su único amor es el Motagua”, dice don Mario.

Lurio Martínez llega de la costa norte, no se sabe exactamente de qué aldea, y los capitalinos lo ven al inicio con cierta extrañeza, porque no hay muchos hombres por aquí con el color de su piel.

Con el paso del tiempo lo terminarán respetando y le dirán respetuosamente “don Lurio”.

El primer clásico

Lurio Martínez es uno de los fundadores del Motagua, el equipo del pueblo, y ya por el mes de marzo de 1929, un martes por la tarde, en La Isla, cancha de polvo sagrado, se enfrenta por primera vez al Olimpia.

Saltan a la cancha Valladares, El Diablo; Juan Ferrera; Berríos, Pata de Cuche; Gómez, Momito; Raudales, El Seco; Zúniga, El Pichete; Basilio Kafati; Marco Antonio Ponce; Gálvez, alias Tatino. Fúnez, conocido con el mareante apodo de Gaurito. Y claro, Lurio Martínez.
Motagua gana 2 a 1.

Juega varios años con Motagua —su puesto estaba en la media—, pero cuando el cuerpo ya no le da para más, se hace entrenador. Es uno de los primeros grandes formadores en la historia del “jútbol” hondureño.

Otra leyenda: el segundo gran jugador del Motagua de origen garífuna fue Zacarías Arzú, quien, además, destacó como beisbolista y atleta.


“Lurio Martínez se distingue por su forma de vestir, siempre de corbatín, bien tirado, como decimos popularmente. Educado, respetuoso, buen conversador. Que yo sepa, nada de vicios. Un hombre de fútbol”, me dice don Mario.

Lurio Martínez es una celebridad, conocido por todos, especialmente en Comayagüela. Vive en el hotel Adela, allí en la cuarta avenida, segunda calle, a una cuadra del Mercado San Isidro –cuenta don Mario Hernán Ramírez.

La dueña del hotel se llama Adela, una señora de armas tomar.

¿Qué fue de él?

Lurio Martínez, ya como entrenador, pule a grandes cracks de la talla de Joyo Chele Barahona y a Majoncho Sosa. También es el pionero del fútbol femenino, algo que llega a escandalizar a la machista sociedad capitalina.

“Es común verlo saliendo del hotel Adela para dirigirse a entrenar. Renquea de una pierna”, relata don Mario Hernán Ramírez.

Mi amigo no sabe detalles biográficos de Lurio Martínez. “No sé dónde nació ni la fecha… Calculo que en los primeros años del siglo pasado. Cada vez que nos encontramos nos saludamos y platicamos con respeto. Fallece ya anciano, en la década del sesenta.”, dice don Mario.

Muere convertido en la primera gran leyenda negra del deporte hondureño. Lo veo pasar por la acera, le pregunto para dónde va. Don Lurio Martínez no me responde. No importa. Lo adivino: va a encontrarse con su viejo amor, el Motagua.

Lurio Martínez en su época de jugador del Motagua. Tercero de pie, en el centro.

Lurio Martínez en su época de jugador del Motagua. Tercero de pie, en el centro.