Talento hondureño
TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Durante mi primer viaje a la Habana, con motivo de que gané el Premio Internacional Radio Habana Cuba (1973), recuerdo que en una ocasión a los ocho galardonados, alojados en el hotel Habana Libre, durante el desayuno, vino el chico que se encargaba de atendernos a decirnos que por la noche iríamos al Museo de la Ciudad, el antiguo Palacio de los Capitanes Generales recién restaurado.
Deben estar listos a las cinco de la tarde en el loby, nos dijo, y además sería bueno que se vistan con camisa blanca manga larga.
A las cinco de la tarde todos estábamos esperando a nuestro amigo para que nos llevara al museo.
De pronto le vimos entrar y levantando la mano nos indicó que partíamos inmediatamente. Tomamos una combi y nos dirigimos a La Habana Vieja. En el trayecto, nuestro guía iba dándonos explicaciones del nombre de las calles, de los edificios principales, a pesar de que ya habíamos hecho un tour por la parte antigua de la ciudad.
Una de las cosas que me llamó la atención fue el importante aparato de seguridad que rodeaba al Palacio. Cuando llegamos al Palacio, situado frente a la Plaza de Armas, me impresionó que la calle frontal estaba adoquinada con trozos de madera. Entramos y disfrutamos del admirable patio situado inmediatamente después de ingresar por la gran puerta de acceso.
Luego nos hicieron subir unas escaleras talladas en piedra para ir a la segunda planta en donde nos esperaban dos personajes jóvenes.
Ellos nos explicaron que el museo aún no se había abierto al público, pero que había un personaje importante que estaba interesado en que nosotros, chicos latinoamericanos, lo conociéramos. Casi de inmediato, uno de los muchachos de los dos que nos esperaban en el museo nos dijo que iniciaríamos un recorrido y que él nos explicaría acerca de los objetos que ahí se exhibían.
Llevábamos unos cuantos minutos recorriendo el museo cuando se apareció Fidel. Como comprenderán, ya nadie hizo caso al guía porque toda la atención se volvió hacia el comandante: saludarlo, estrecharle la mano, decirle de qué país venía cada uno de nosotros.
Entonces Fidel intervino: - 'Sigamos el recorrido del museo porque yo tampoco lo he visto, les habrán dicho que aún no lo hemos inaugurado así que yo, igual que ustedes, estoy interesado en saber qué hay aquí'.
Y así fue. El chico siguió ilustrándonos acerca del museo. Todos estábamos muy atentos pero Fidel lo estaba más. Poco a poco comenzó a intervenir para agregar alguna información que al guía se le había escapado y sus intervenciones se hicieron cada vez más extensas. Verdaderamente nos asombró el gran conocimiento que el comandante tenía de la historia, a tal grado que al final el Líder Revolucionario fue nuestro guía.
El otro joven que acompañaba al guía estuvo también con nosotros durante el recorrido y cuando llegó Fidel nos lo presentó. Se llamaba Eusebio Leal y a su cargo estaba la reconstrucción del Palacio de los Capitanes Generales que lucía, gracias a su intervención, de manera espléndida. Fidel lo presentó y alabó su labor en la tarea que le había encomendado de restaurar a La Habana Vieja para convertirla en Patrimonio de la Humanidad.
Luego, los anfitriones nos llevaron a un saloncito en donde había una mesa redonda alrededor de la cual nos sentamos con Fidel y con el guía y el joven Eusebio Leal. Fidel y Leal conversaron con nosotros durante un largo rato, mientras saboreábamos unos mojitos, daiquiris y unos bocadillos.
Más tarde me enteré de que, en una ocasión, una cuadrilla de máquinas se disponía a remover los últimos adoquines de madera del tiempo colonial en la calle que colinda con el frontón del palacio. Eusebio Leal, muy joven entonces, se acostó en medio de la calle para interrumpir la acción de los obreros: - '¡Sobre mi cadáver!', gritaba, '¡Sobre mi cadáver!
'. Se iniciaba la década del 70 y Eusebio Leal Spengler trabajaba para el historiador Emilio Roing, a quien sucedería en el cargo, desde dónde legó a Cuba el trabajo extraordinario de rescatar la belleza de La Habana Vieja.
Eusebio Leal falleció, recién el 31 de julio, a causa de un cáncer, a los 77 años de edad.
Leal se convirtió en una de las figuras prominentes de Cuba. Su formación fue autodidacta pues apenas pasó el quinto grado, pero con esos conocimientos más los que adquirió con su dedicación a la lectura, realizó un examen de admisión en la Universidad de La Habana, institución que le permitió matricularse. Con su empeñó logró llegar a adquirir un doctorado.
“Más que marxista fui fidelista', afirmó en el plano político. Consideró 'un privilegio' contar con el 'reconocimiento y la amistad' de Fidel y Raúl Castro. 'Ahora, cuando ya no está, vuelve en sueños', dijo Leal en 2018. Fue miembro del Partido Comunista (PCC) desde 1991 y diputado en el Parlamento desde 1993. Sus libros más importantes: 'Regresar en el tiempo', 'Detén el paso caminante', 'Verba Volant, Fiñes, Carlos Manuel de Céspedes, el diario perdido', 'La luz sobre el espejo', 'Para no olvidar', 'Poesía y palabra' (I y II) y 'Fundada esperanza'.
Su trabajo le hizo acreedor a muchos doctorados honoris causa de universidades de todo el mundo, de condecoraciones de múltiples gobiernos e instituciones culturales, pero sobre todo del cariño de los cubanos por haberles devuelto el esplendor de la Vieja Habana. El recuerdo de Eusebio Leal quedará grabado en cada ladrillo, en cada adoquín, en cada detalle de la reconstrucción de la grandiosa Habana Vieja y, por supuesto, en el corazón del pueblo de Cuba.
Deben estar listos a las cinco de la tarde en el loby, nos dijo, y además sería bueno que se vistan con camisa blanca manga larga.
A las cinco de la tarde todos estábamos esperando a nuestro amigo para que nos llevara al museo.
De pronto le vimos entrar y levantando la mano nos indicó que partíamos inmediatamente. Tomamos una combi y nos dirigimos a La Habana Vieja. En el trayecto, nuestro guía iba dándonos explicaciones del nombre de las calles, de los edificios principales, a pesar de que ya habíamos hecho un tour por la parte antigua de la ciudad.
Una de las cosas que me llamó la atención fue el importante aparato de seguridad que rodeaba al Palacio. Cuando llegamos al Palacio, situado frente a la Plaza de Armas, me impresionó que la calle frontal estaba adoquinada con trozos de madera. Entramos y disfrutamos del admirable patio situado inmediatamente después de ingresar por la gran puerta de acceso.
Luego nos hicieron subir unas escaleras talladas en piedra para ir a la segunda planta en donde nos esperaban dos personajes jóvenes.
Ellos nos explicaron que el museo aún no se había abierto al público, pero que había un personaje importante que estaba interesado en que nosotros, chicos latinoamericanos, lo conociéramos. Casi de inmediato, uno de los muchachos de los dos que nos esperaban en el museo nos dijo que iniciaríamos un recorrido y que él nos explicaría acerca de los objetos que ahí se exhibían.
Llevábamos unos cuantos minutos recorriendo el museo cuando se apareció Fidel. Como comprenderán, ya nadie hizo caso al guía porque toda la atención se volvió hacia el comandante: saludarlo, estrecharle la mano, decirle de qué país venía cada uno de nosotros.
Entonces Fidel intervino: - 'Sigamos el recorrido del museo porque yo tampoco lo he visto, les habrán dicho que aún no lo hemos inaugurado así que yo, igual que ustedes, estoy interesado en saber qué hay aquí'.
Y así fue. El chico siguió ilustrándonos acerca del museo. Todos estábamos muy atentos pero Fidel lo estaba más. Poco a poco comenzó a intervenir para agregar alguna información que al guía se le había escapado y sus intervenciones se hicieron cada vez más extensas. Verdaderamente nos asombró el gran conocimiento que el comandante tenía de la historia, a tal grado que al final el Líder Revolucionario fue nuestro guía.
El otro joven que acompañaba al guía estuvo también con nosotros durante el recorrido y cuando llegó Fidel nos lo presentó. Se llamaba Eusebio Leal y a su cargo estaba la reconstrucción del Palacio de los Capitanes Generales que lucía, gracias a su intervención, de manera espléndida. Fidel lo presentó y alabó su labor en la tarea que le había encomendado de restaurar a La Habana Vieja para convertirla en Patrimonio de la Humanidad.
Luego, los anfitriones nos llevaron a un saloncito en donde había una mesa redonda alrededor de la cual nos sentamos con Fidel y con el guía y el joven Eusebio Leal. Fidel y Leal conversaron con nosotros durante un largo rato, mientras saboreábamos unos mojitos, daiquiris y unos bocadillos.
Más tarde me enteré de que, en una ocasión, una cuadrilla de máquinas se disponía a remover los últimos adoquines de madera del tiempo colonial en la calle que colinda con el frontón del palacio. Eusebio Leal, muy joven entonces, se acostó en medio de la calle para interrumpir la acción de los obreros: - '¡Sobre mi cadáver!', gritaba, '¡Sobre mi cadáver!
'. Se iniciaba la década del 70 y Eusebio Leal Spengler trabajaba para el historiador Emilio Roing, a quien sucedería en el cargo, desde dónde legó a Cuba el trabajo extraordinario de rescatar la belleza de La Habana Vieja.
Eusebio Leal falleció, recién el 31 de julio, a causa de un cáncer, a los 77 años de edad.
Leal se convirtió en una de las figuras prominentes de Cuba. Su formación fue autodidacta pues apenas pasó el quinto grado, pero con esos conocimientos más los que adquirió con su dedicación a la lectura, realizó un examen de admisión en la Universidad de La Habana, institución que le permitió matricularse. Con su empeñó logró llegar a adquirir un doctorado.
“Más que marxista fui fidelista', afirmó en el plano político. Consideró 'un privilegio' contar con el 'reconocimiento y la amistad' de Fidel y Raúl Castro. 'Ahora, cuando ya no está, vuelve en sueños', dijo Leal en 2018. Fue miembro del Partido Comunista (PCC) desde 1991 y diputado en el Parlamento desde 1993. Sus libros más importantes: 'Regresar en el tiempo', 'Detén el paso caminante', 'Verba Volant, Fiñes, Carlos Manuel de Céspedes, el diario perdido', 'La luz sobre el espejo', 'Para no olvidar', 'Poesía y palabra' (I y II) y 'Fundada esperanza'.
Su trabajo le hizo acreedor a muchos doctorados honoris causa de universidades de todo el mundo, de condecoraciones de múltiples gobiernos e instituciones culturales, pero sobre todo del cariño de los cubanos por haberles devuelto el esplendor de la Vieja Habana. El recuerdo de Eusebio Leal quedará grabado en cada ladrillo, en cada adoquín, en cada detalle de la reconstrucción de la grandiosa Habana Vieja y, por supuesto, en el corazón del pueblo de Cuba.