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Ernesto Paz Aguilar: “La sabiduría popular es más avanzada que la de las élites”

“Elecciones y revoluciones en Honduras” es el nuevo libro de Paz Aguilar cuyo recorrido inicia con las elecciones de 1893. La publicación está bajo el sello de Colección Erandique
07.09.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- A Ernesto Paz Aguilar le llevó tres años y medio escribir “Elecciones y revoluciones en Honduras”, una obra que huele a pólvora, sangre y traiciones.

El libro, editado por Colección Erandique (coleccionerandique en redes sociales), fue presentado al público el 7 de septiembre en un hotel de la capital... que no es el mismo en el que ahora entrevisto al excanciller y actual magistrado del Tribunal de Justicia Electoral.

Ninguno de los dos ha desayunado. Paz Aguilar pide frutas y tostadas con mermelada; yo, un café negro. Atrás, sobre el borde de la piscina, brincotea un zanate. Cerca de mis manos está el grueso volumen que cuenta un fascinante recorrido que inicia con las elecciones de 1893.

Parece que al pájaro negro no le interesa la historia, pues apenas abro el libro, alza vuelo y se va. O quizá es que teme morir por la bala perdida en alguna de las 436 páginas.

—Decía Rafael Heliodoro Valle, una de las mentes más brillantes de este país, que la historia de Honduras se podría escribir en una lágrima. ¿Está de acuerdo?

—El poeta Roberto Sosa dijo que también se podría escribir sobre el plomo de una bala. Es un símil entre la frase de Rafael Heliodoro Valle y la tradición de violencia política, violencia criminal, violencia organizada y violencia de otras manifestaciones que hay en Honduras.

El gran problema en Honduras son las élites, pero hay esperanza, ya que la sabiduría popular es más avanzada. Y la prueba la tuvimos en el proceso electoral pasado.

Las élites decían “Aquí ya no hay que hacer; va a ganar el Partido Nacional a como dé lugar”; y el pueblo opinó distinto.

—En su libro aparecen palabras como fraude electoral, compra venta de votos, continuismo, corrupción, caciquismo, que se dan desde el nacimiento de Honduras como nación... Parece que las cosas no han cambiado mucho...

—No, no han cambiado. Estas manifestaciones no son nada nuevas; son tradiciones fuertemente enraizadas en nuestra historia.

—Usted entrevistó a una gran cantidad de personajes para escribir este libro. ¿Hay alguno que le impresionó particularmente?

—Tengo un nombre y apellido concreto: Ramón Oquelí. Aunque era una eminencia, nunca perdió la humildad. Fue un ser humano totalmente desinteresado, toda la vida estaba dispuesto a compartir cosas.

Ramón Oquelí siempre fue nuestro guía, un hombre con una honestidad intelectual indestructible, uno de los grandes pensadores de la segunda mitad del siglo pasado.

—Como que estamos en deuda con él...

—Siempre rechazó estar cerca del gobierno para guardar su independencia de espíritu. Rehuyó los honores, se desmarcó del poder y de sus privilegios.

Yo agradezco a todas las personas con las que platiqué, que me contaron cosas, que me revelaron detalles. Luego, obviamente, comparé lo que me dijeron con libros y documentos, porque el pasado es indestructible, no se puede cambiar, no se puede falsear, y la verdad termina saliendo.

—¿Dónde comienza a torcerse la historia de Honduras? —le pregunto, mientras hojeo el libro editado por Colección Celaque.

—El canciller en el gobierno del presidente Carlos Roberto Reina se ríe: “Comenzó desde la independencia, ja, ja, ja. Nuestra independencia está marcada por hechos trágicos. Por ejemplo, en la mismísima acta está escrito que la independencia se realiza de esa manera para evitar que el pueblo lo haga por sus propias manos, demostrando las taras de las clases dominantes, que es algo que todavía persiste: el temor a la chusma, que así es como le dicen al pueblo”.

—En su libro asegura que la revolución más violenta fue la de 1893.

—¡Fue terrible! Tuvo su origen en el fraude electoral. La tradición ha sido que cuando hay fraude, automáticamente se inicia una guerra civil, comienza el caos.

La de 1893 fue la más sangrienta en términos de vidas humanas y materiales. Se dice que murieron cinco mil personas, sin contar los heridos. Fue un porcentaje enorme. Honduras era un país despoblado.

En estos tiempos hubieran sido por lo menos cien mil personas muertas. Fue la guerra más cruel.

Luego le sigue la revolución del 24, al punto que los marines tuvieron que intervenir Honduras para parar la matanza. En esa revolución del 24 se llegó a la locura de comprarles gases venenosos a los alemanes, algo que, afortunadamente, nunca llegaron a usar.

También fue la primera vez que bombardearon Tegucigalpa. ¡Una locura! Cuando los hombres desatan la guerra pierden su condición humana.

—¿Cuál fue el golpe de Estado que más hizo retroceder a Honduras?

—El del 63. Ese fue un golpe malo, mientras que el del 57, cuando los militares sacaron a Julio Lozano, fue un golpe bueno.

A Villeda Morales lo derrocaron bajo la acusación de la penetración comunista en Honduras, pero no había tal cosa. Todo el miedo era a la reforma agraria, la Ley del Trabajo y la de Seguridad Social que él impulsaba.

—¿Cuál es el personaje más infame en la historia de Honduras?

—Permítame guardar silencio... —come fruta, se pasa la mano por el cabello—. Es bien difícil juzgarse a uno mismo, pero juzgar a los demás es fácil. Hay que valorar qué hicieron de bien, qué hicieron mal. Pero respondiendo su pregunta, yo sí vi al general Álvarez Martínez en todo el apogeo de su poder, de su maldad, de su locura...

—Este libro nos puede hacer creer que ya todo está perdido. ¿Usted aún le tiene fe a este país?

Yo tengo una fe inquebrantable en el pueblo. Lo dije anteriormente: los pueblos son más sabios que los dirigentes.

En cortito...

Luis Bográn: “Continuador de la reforma liberal de Soto”.

Policarpo Bonilla: “Organizó el Partido Liberal”.

Marco Aurelio Soto: “Su balance histórico es positivo”.

Terencio Sierra: “El más loco de todos. Temerario”.

Manuel Bonilla: “A pesar de su escasa educación, promovió la cultura”.

Samuel Zemurray: “Rey del banano y creador de la Escuela Agrícola Panamericana”.

Carías Andino: “El cirujano de hierro”.

Villeda Morales: “El mejor presidente del siglo 20”.

Oswaldo López Arellano: “El único caudillo militar”.

Golpes de Estado: “Expresiones de patología política”.

Álvarez Martínez: “Un peón de la Guerra Fría”.

Carlos Roberto Reina: “Propulsor de la reforma del sector defensa y seguridad”.

Embajada de Estados Unidos: “Actor principal de la vida política nacional”.

Huelga del 54: “La única revolución triunfante en Honduras”.

Mel Zelaya: “Fiel intérprete del momento histórico de Honduras. Un ajedrecista”.

Juan O. Hernández: “Sin palabras”.

Ernesto Paz Aguilar: “Un luchador y soñador”.