RESUMEN. Clara era una mujer muy linda. Era de las mujeres más lindas que se han conocido en el departamento de Santa Bárbara, en el occidente de Honduras. Pero, un día la encontraron muerta en el camino real a una aldea que hemos llamado Corralitos. La habían matado a cuchilladas. Y el forense dijo que aquel era uno de los crímenes más espeluznantes que había visto. El cuerpo estaba desnudo, tirado entre el zacate, boca arriba, con sus hermosos ojos claros abiertos todavía. La hirieron varias veces en el bajo vientre y le mutilaron los genitales con colérica violencia, tanto, que su vagina estaba destrozada, y era solo una masa de piel, carne y sangre... Pero, ¿quién pudo cometer semejante crimen? ¿Por qué matar a aquella muchacha tan linda y sencilla, que nunca le hizo daño a nadie?
ENTREVISTA
“Ella salió de la casa temprano -les dijo el esposo a los policías; un muchacho de veinticinco años, alto, bien parecido, y que temblaba de pies a cabeza, sin poder contener el llanto-. Iba a su cita con el ginecólogo, porque estábamos tratando de tener familia desde hacía un año, o sea, desde que nos casamos, y por eso iba al doctor... No es que ella tuviera algo malo, no. Lo que pasaba era que el doctor la iba a tratar para que fuera más fértil, aunque en el primer parto nos salieran gemelos”.
Cuando los policías fueron a la clínica del médico, éste les dijo:
“Sí; la atendí en la mañana, a eso de las nueve y media de la mañana”.
Consultó en su registro y mostró a los detectives la hora en la que Clara había sido atendida.
“No es que ella fuera infértil -agregó el doctor-. Y tampoco él... Lo que pasaba es que... como que no había puntería, por decirlo de alguna forma... Y por eso la íbamos a tratar para que tuviera familia”.
Los agentes pidieron ver las grabaciones de la cámara de seguridad de la clínica del doctor, y en ellas se veía entrar a Clara a las ocho y cuarenta de la mañana, y salir a las nueve y treinta y siete minutos.
“¿Ella fue su primera paciente, doctor?”, le preguntó al médico uno de los detectives.
“En verdad, sí”.
“Y, ¿la cita duró cincuenta y siete minutos, doctor?”.
“No; en realidad duró menos tiempo”.
“Pero, según vemos en la cámara de seguridad de la sala de espera, su enfermera la pasó a su consultorio apenas llegó”.
“Sí, así fue... Pero, antes de los exámenes normales en este tipo de casos, hablamos de algunas cosas importantes para ella, y le contesté varias preguntas”.
“¿Cómo cuáles?”.
“Las típicas en una mujer que quiere tener descendencia, y no puede”.
“¿La examinó físicamente, doctor?”.
“Es lo normal, señor... Le hice una exploración... Y todo estaba normal”.
“¿Le dijo usted por qué no podía tener familia?”.
“Son cosas de la naturaleza, señor... Así sucede. Pero, para eso estamos nosotros; para ayudar un poco”.
“Tenemos entendido que usted ha sido el ginecólogo de la familia del esposo de la muchacha”.
“Sí, los conozco desde que era niño; me hice médico, estudié ginecobstetricia en México y regresé para ejercer en mi pueblo y servirle a mi gente”.
ANTES TIENES QUE LEER: Selección de Grandes Crímenes: El amor no basta
“Y, ¿usted extendió un certificado médico... que era necesario para que ella se casara de blanco con el ahora viudo?”.
“Pues, no extendí ningún certificado, señor... No. No lo consideré necesario”.
“¿Puede decirnos qué fue lo que hizo en esa ocasión?”.
El médico pareció recordar.
“Pues... si ustedes no conocen las costumbres de ciertas familias de esta zona, es hora de que vayan conociéndolas”.
“Sabemos que la madre, las abuelas, las tías y las hermanas de la familia paterna, incluido el propio padre del esposo, exigían que la que iba a ser esposa de su hijo se conservara en estado puro...”
“No enredemos las cosas, señores -replicó el doctor-. La familia exigía que la muchacha que se casara con su hijo fuera virgen. Era un requisito inapelable para esa familia... Y las mujeres de la familia, la madre incluida, o sea, la madre de la muchacha, vinieron un día en especial a mi clínica para que yo diera fe de que su estado virginal era intachable... Y, con ellas aquí, en mi clínica, examiné a la muchacha, que se sometió a aquello con mucha vergüenza, por supuesto, aunque detrás de este biombo, y en la camilla... Y certifiqué, o sea, comprobé, que el himen de la muchacha estaba intacto, y que, por tanto, era virgen. Les dije eso, y nadie me pidió nada por escrito, a lo cual, yo no me hubiera prestado, ya que la muchacha se moría de la vergüenza”.
“¿Estaba enamorada del novio?”.
“Pues, así debía de ser”.
“¿Por qué supone usted que la asesinaron?”.
“Yo no supongo nada”.
“¿Cómo la sintió usted esa mañana?”.
“Preocupada porque no podía salir embarazada. Pero, era normal en ella”.
“¿Le comentó alguna vez que tenía problemas a causa de no salir embarazada?”.
“No. Lo que sí me dijo es que tenía miedo que el esposo la dejara... Pero, yo le aseguré que iba a tener niños”.
“¿Cada cuánto tiempo venía ella a su consulta?”.
“Cada mes”.
“¿Sabía usted que el doctor Emec Cherenfant, de Tegucigalpa, le había hecho una cirugía?”.
“Sí, lo sabía”.
“¿Sabía usted qué tipo de cirugía le hizo el doctor Cherenfant?”.
“Sí... Todos lo sabíamos”.
FISCALÍA
El doctor Emec Cherenfant se movió inquieto en su silla, miró al fiscal, y le dijo: “Ese es mi recibo -y señaló con un índice un documento que estaba en el expediente que el fiscal le mostraba-. Esa es mi firma, y mi sello... Y está el reporte médico del Hospital San Jorge”.
“Eso es lo que nos interesaba saber, doctor -le dijo el fiscal-. La madre vino hasta usted para que le hiciera esa reconstrucción de himen que tanto le urgía para que la muchacha se casara de blanco con el novio, y para que nadie sospechara que había tenido una aventura que la dejó para los perros, tal y como le dijo su madre”.
“Así es”.
“Pero, este recibo y este reporte, no hablan nada de eso”.
“Así es... -respondió el doctor, levantando la frente con dignidad-, porque me negué a participar en un engaño... No fui yo quien le hizo la himenoplastia a esa niña... No fui yo quien le reconstruyó el himen”.
El fiscal dijo: “Pero, el médico, el ginecólogo que la examinó, dijo que ella era virgen”.
“No entiendo por qué es tan importante en esta investigación el hecho de que fuera o no virgen cuando se casó”.
“Le explico, doctor -dijo el fiscal, mostrando otra página en la que estaba un cuchillo de cocina ensangrentado-, este es el cuchillo con el que mataron a Clara... Un cuchillo de cocina, ancho, filoso y puntiagudo... Y que, según declaraciones de la cocinera de la casa del esposo, es uno de los cuchillos de su cocina... Y, como puede ver en estas fotos, el cuchillo fue encontrado en la parte de abajo del asiento del copiloto del Jeep del esposo de Clara. En cuanto al vehículo de la muchacha, que es éste, fue encontrado en la salida de la ciudad, estacionado debajo de un árbol... Y la muchacha fue hallada veintitrés kilómetros carretera adentro, en un camino real que lleva a una aldea. Y, por las fotos que usted ve, a ella la mataron en el mismo lugar donde la encontramos. Y debió ser alguien fuerte... y que tenía ira”.
El fiscal hizo una pausa.
“Aquí tenemos reporte de Migración de que Clara salió del país rumbo a Guatemala tres meses antes de la boda, o sea, dos días después de que usted la atendiera en su clínica y le removiera el lunar negro que tenía cerca del labio superior, a la derecha, y que afeaba el bonito rostro que tenía”.
“Exactamente -dijo el doctor, viendo la fecha de la salida, reportada en Migración, y comparándola con el recibo firmado y fechado por él-, dos días después”.
“Pedimos ayuda a la Policía de Guatemala para averiguar quién fue el cirujano plástico que le reconstruyó el himen, y no han podido decirnos nada”.
“Bueno -dijo el doctor-; le pregunto de nuevo: ¿Por qué es importante eso de la virginidad?”.
TE PUEDE INTERESAR: Selección de Grandes Crímenes: Las huellas de la pasión
“Ahora se lo explico -dijo el fiscal, buscando una nueva página-. Resulta que a la mamá del esposo de Clara la llamaron un día de un teléfono que resultó robado. Le dijeron que la nuera, Clara, nunca fue virgen cuando se casó con el hijo, y que ya había tenido relaciones íntimas con un hombre llamado César, que era chofer de bus, o de camión. Y que buscaron ayuda para que ella pasara por señorita, para que se casara bien... Y los habían engañado”.
“Pero, lo más lógico era que fueran a preguntarle al médico, al ginecólogo”.
“Lo hicieron, y dijo que lo que vio era que ella estaba intacta”.
“¿El esposo lo supo?”.
“Esa llamada fue dos días antes de su última cita con el ginecólogo, o sea, el día que la mataron. Pero, el día que llamaron a la suegra, esta le reclamó, le dijo al papá del muchacho, y le dijeron al muchacho, y este declaró que Clara había sangrado... Dos días después la mataron... Y tenemos en custodia al esposo, ya que el cuchillo fue encontrado en su Jeep, con sangre de la muchacha... Y por la forma en que la mataron, el asesino estaba colérico... Y creemos que ella le confesó la verdad al muchacho, y que este se enfureció, y planificó su muerte. Creemos que la siguió, y que en alguna parte la pasó a su carro, la llevó hasta el camino real, y la mató. Él asegura que es inocente...”
“¿Qué más dice la autopsia?” -preguntó el doctor Cherenfant, sin mostrar más interés en aquel caso-.
“Pues, lea usted el informe -le dijo el fiscal, buscando la página en el expediente, y girándolo hacia el doctor-, tal vez puede ayudarnos”.
El doctor tardó un poco en leer. Luego, sorprendido, dijo:
“El forense encontró un pinchazo en la cadera izquierda de la muchacha; el pinchazo de una inyección. Dice que ese pinchazo fue ese mismo día, el de su muerte. Envió sangre al laboratorio, y encontraron estrógenos y progesterona en cantidades suficientes para suponer que ese día fue inyectada con ese anticonceptivo”.
“Y en las muestras de sangre tomadas en la vagina, el forense encontró restos de semen, doctor... Restos de semen... Y semen de ese mismo día; o sea, que fue depositado en la vagina de Clara ese mismo día”.
“¿El esposo?” -dijo el doctor-.
“Estamos esperando los resultados del ADN, doctor Cherenfant. El esposo asegura que la última vez que tuvo intimidad con ella fue tres noches antes”.
“Entonces, ¿de dónde salió el semen?”.
“Doctor -dijo el fiscal-, creo que usted se imagina lo mismo que nosotros”.
El doctor Emec Cherenfant abrió la boca para decir algo, pero las palabras se detuvieron en su garganta.
“Eso es lo que creemos, doctor” -dijo el fiscal-.
“¿Quién sabía que el himen de Clara era reconstruido?”, murmuró el doctor.
“Y ¿cada cuánto tiempo iba Clara a visitar al ginecólogo?”.
“Cada mes”.
“Casi una hora con él en la consulta”.
“Entonces...”
NO TE PIERDAS: Selección de Grandes Crímenes: Las huellas de la pasión (segunda parte)
“Lo que creemos es que el doctor supo que el himen estaba reconstruido y se guardó el secreto, se lo dijo a Clara, y la chantajeó, obligándola a tener relaciones con él para que no se supiera la verdad; y la muchacha, temerosa, aceptó... Y el doctor le inyectaba el anticonceptivo con la intención de tenerla siempre a su disposición... Y como confiaban en él...”
“¿Ya detuvieron al doctor?”.
“No tenemos más que esa suposición, esa hipótesis, pero tenemos grabaciones de la cámara de seguridad de la clínica en la que el doctor sale después de Clara y se sube a su carro... Estamos esperando las pruebas de ADN... Y, en cuanto al cuchillo, sabemos que el doctor era muy amigo de la familia desde niño, y que bien pudo llevárselo... Tal vez porque presentía que Clara no soportaría más la presión de no tener niños, aunque creemos que ella no sabía que lo que el doctor le inyectaba era un anticonceptivo... y bien pudo poner el cuchillo ensangrentado en el carro del esposo, que era su amigo. Esta es nuestra hipótesis”.
NOTA FINAL
“No es justo que estas cosas sucedan -dijo el fiscal-. Tampoco es buena la mentira. En realidad, lo que tenemos, muchas veces es consecuencia de nuestras acciones. Todavía hoy, doctor, estamos esperando el resultado de las pruebas de ADN del semen. ¿Qué ha pasado? No sabemos. Pero, enviamos muestras a Costa Rica... Congeladas... Y vamos a saber la verdad... Por mientras, el doctor salió del país... a especializarse en algo más... Pero, esté donde esté, si es culpable, lo vamos a agarrar, y va a pagar su delito”
“Sus delitos” -aclaró el doctor Cherenfant-. “Si resulta que él es el culpable”.