LECTORES. Son tantos los lectores y lectoras de esta sección de diario EL HERALDO que quisiera nombrarlos uno a uno para agradecerles su fidelidad de muchos años. En estas líneas, muestro mi agradecimiento sincero a los Carmilla-adictos, hombres y mujeres de todas las edades que siguen los casos, que los comparten, los comentan, sugieren y coleccionan. Y hoy, le doy las gracias al abogado Brandon Yassir Castillo Isaula, máster en Derecho Administrativo, catedrático universitario y fiel lector, coleccionista y seguidor de diario EL HERALDO, y de los casos. Gracias sinceras.
En su honor, y en el de todas y todos los Carmilla-adictos, el caso de hoy, que causó un gran impacto en quienes fueron testigos de esta muerte por la que les exigieron a los agentes de investigación de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) una solución rápida y la captura de los criminales. Y es que nadie podía creer que Jorge estuviera muerto; y menos en aquel lugar al que no iría nunca por su voluntad.
Además, la forma en que encontraron su cuerpo demostraba que alguien malintencionado quería dañar su imagen porque, aunque Jorge no era un santo, era un pescador de almas, dedicado, fiel y entregado a su misión cristiana. Por eso, era imposible que él hubiera llegado a aquel motel por su propia voluntad y, mucho menos, a hacer “las cosas pecaminosas que se hacen en esos lugares”.
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JORGE
Tenía cincuenta y dos años, era alto, ni gordo ni delgado, de piel clara, peinaba algunas canas y era cortés, un buen consejero y amaba a sus ovejas. Llevaba su iglesia con amor, y predicaba con devoción, deseando que nadie se perdiera. Además, era generoso. Si alguien necesitaba algo, allí estaba él; los hermanos pobres recibían su ayuda; las hermanas solas y con hijos tenían en él a un buen samaritano. Nunca hablaba de otra cosa que no fuera edificante. Se esforzaba porque los matrimonios vivieran en armonía, porque los padres se dedicaran a sus hijos con amor, tolerancia, paciencia y bondad, guiándolos dentro de lo que decía la Santa Escritura. No era perfecto, por supuesto, pero sus virtudes eran tantas que sus defectos, naturales como los de todos los humanos, eran cosa de él y de Dios. Por todo esto, sus ovejas se preguntaban ¿por qué? ¿Quién tenía motivos para hacerle daño? ¿Por qué matar a un hombre tan valioso y bueno, que nunca le hizo daño a nadie?
“Es lo que vamos a averiguar -les dijo a los hermanos de la iglesia el oficial de la DPI encargado de investigar el caso-. Es nuestro trabajo”.
Confiando en los policías, los feligreses confiaban en que Dios haría justicia. Su esposa estaba deshecha, sus hijos sufrían, y su única hija mujer veía el ataúd con fijeza, pálida, ojerosa, con una chalina de seda calada sobre la cabeza, mientras las hermanas elevaban sus oraciones al cielo y los hermanos lamentaban tan grande pérdida. Y, en medio del velatorio, participando en el culto en honor de Jorge, estaban dos agentes de la DPI, lejos uno del otro, viendo, observando, oyendo, escuchando y tratando de encontrar el hilo de aquella madeja que no aparecía por ninguna parte.
“¿Por qué mataron a este hombre?” -preguntó uno.
“Te aseguro que de gusto no fue” -le respondió su compañero-. A nadie matan por nada... Y la forma en que dejaron su cuerpo, la forma en que le dieron muerte y el lugar que escogieron para asesinarlo, dice mucho que, según veo, nadie sabe o no quieren entender en esta iglesia”.
“Y ¿qué es, en tu opinión?”.
“Algo debía... Y alguien se cobró esa deuda. A nadie matan por matarlo... y menos de esta forma”.
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LA ESCENA
Jorge estaba desnudo, boca arriba, tendido en el centro de la cama sobre una sábana roja, la cabeza sobre la almohada; la boca, por la que había salido abundante sangre, estaba abierta; los ojos casi desorbitados, a causa de un horrible terror; las manos, manchadas de sangre, empapadas, por decirlo mejor, pero acomodadas a los lados. Lo encontró una de las mujeres que hacen el aseo en el lugar. Los guardias dijeron que el carro había entrado a las siete de la noche y que salió media hora después. Los agentes confirmaron que se trataba de la camioneta Ford Escape del pastor don Jorge. Por supuesto, nadie vio a los ocupantes y las cámaras no captaron más que al carro y las placas. La cortina del estacionamiento cuidaba el lugar de miradas indiscretas.
“Treinta y dos minutos estuvo el carro en el estacionamiento de la habitación” -dijo uno de los detectives.
“Según el forense, no tuvo relaciones íntimas con nadie” -dijo otro.
“Pero, no vino aquí a un retiro espiritual... de eso estoy seguro... Y alguien se llevó el carro, después de tenerlo en sus manos, o sea, desnudo y listo para lo que se viene a hacer aquí”.
“¿Hombre o mujer?”.
“No encontramos huellas digitales en la habitación y la que está en el picaporte de la puerta de entrada es parcial, aunque coincide con la de Jorge; lo que nos dice que iba adelante, subiendo las gradas y que fue él quien abrió la puerta... No hay más huellas, ni preservativos, colillas de cigarro, bebidas... Nada... Solo su ropa: pantalón, camisa, zapatos y calzoncillo; tenía los calcetines puestos”.
“Tenía una amante secreta el pastor”.
“Es posible”.
“Pero nadie puede creer esto. Además, no hay registro de llamadas extrañas en su teléfono y sabemos que solamente tenía uno; no encontramos mensajes raros o comprometedores en su correo y nada hay en sus redes sociales más que mensajes, consejos y oraciones... Todo en santidad”.
“Entonces, ¿cómo llegó hasta aquí?”.
“Vino en su carro”.
“El que no se ha encontrado por ninguna parte”.
“Y vino con alguien”.
“Es seguro”.
“La esposa dice que nunca le fue infiel, que nunca salió de su casa sin que ella supiera a dónde iba; y que está segura que jamás haría algo que lo alejara de Dios... Nunca dudó de él desde que se casaron hace treinta años, cuando ya estaban los dos en la iglesia... Tenían tres hijos, dos varones y una niña... Uno de veintiocho años, el segundo de veintiséis y la niña de veintiuno. No tenían nietos y todos estaban en la iglesia y servían allí. Por eso es que esta muerte es extraña para ellos”.
“Pero no para la DPI”.
“Ninguna muerte es extraña, todas tienen una razón de ser... Y, como dijo Drácula: Hay una razón por la cual las cosas son como son”.
“Entonces, hay que encontrar esa razón en este caso”.
“Así es”.
LA MUERTE
Jorge tenía al menos diez minutos de haber sido asesinado cuando lo encontró la aseadora. El carro había salido unos tres minutos antes. Lo extraño era que no había sangre en el suelo, en los llavines de las puertas, la del baño y la de salida, que no había toallas húmedas y que no existía más que una parte de una huella digital. Pero Jorge estaba muerto, fue asesinado.
Tenía una herida de unas dos pulgadas y media de ancho en la garganta, un poco abajo del mentón y el forense dijo que el cuchillo entró de abajo hacia arriba y que encontró un camino para llegar hasta el cerebelo. Pero, aún así, Jorge no murió de inmediato. Había sangre a su alrededor, esto es, en la cama, y sus manos estaban empapadas en sangre, señal de que quiso detener la hemorragia de forma desesperada. Y, dice el forense, que murió un par de minutos después de ser herido una sola vez. Después le acomodaron los brazos a los lados y lo dejaron allí desnudo, y con las piernas juntas, aterrorizado. No se encontró el cuchillo y nada que pudiera ayudar a los agentes a empezar a resolver el misterio.
Había detalles de importancia en la escena. La ropa estaba doblada en una mesita; la camisa sobre el pantalón, y el calzoncillo a un lado; la billetera en la bolsa izquierda trasera del pantalón; los anteojos que usaba para leer, estaban sobre la camisa, y el teléfono celular estaba cerca, encendido. Los zapatos estaban a la derecha de la cama, ordenados uno junto al otro.
“Es como si el pastor fuera un hombre meticuloso, ordenado, que cuidaba los detalles y le gustaba todo perfecto, o casi perfecto”.
Este fue uno de los razonamientos de uno de los agentes de la DPI.
“Es algo que hay que averiguar con la esposa; ella lo conoce bien. Porque, puede ser que quien ordenó así la ropa, los lentes, el teléfono y los zapatos de la víctima fuera su asesino o asesina... Nunca se sabe”.
“Entonces, hay que seguir investigando. Los feligreses dicen que van a ir a la DPI a hacer un culto en la calle, para que Dios nos ayude a encontrar a la persona que le hizo tanta maldad a un hombre tan bueno”
CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA