En medio de la crisis política que se agita cada día por la falta de consensos en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y la creciente violencia política, surge un llamado a la paz y respeto a la democracia, el que han lanzado los líderes de las Iglesias Católica y Evangélica, quienes han llamado a la ciudadanía a marchar por la democracia y la familia el próximo 16 de agosto en Tegucigalpa y otras ciudades del interior del país, y hacerlo de manera personal y no partidaria, sin tintes políticos.
Según explicaron en un comunicado conjunto, la actividad -que ha sido bien recibida por amplios sectores sociales- “no tiene fines proselitistas y busca reafirmar la importancia del respeto a la voluntad popular expresada en las urnas”.
Sin duda que los líderes religiosos están leyendo, mejor que los políticos, los deseos del pueblo hondureño que sigue con preocupación la creciente conflictividad política, a escasos meses de las elecciones generales.
Un llamado similar ha surgido del seno de la academia. “¡Basta ya de incertidumbre, confrontaciones estériles y violencia política!”, ha expresado, por su parte, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), que ha demandado “garantizar un proceso (electoral) transparente, confiable y al servicio de la nación”.
Dejar de lado las confrontaciones, los intereses personales y político-partidarios, como lo demandan los diversos sectores sociales, debería ser el compromiso de los miembros del CNE, pero también de las cúpulas de los partidos políticos, los diputados, los candidatos a cargos de elección popular y de toda la clase política.
Honduras requiere del aporte de todos y cada uno de sus hijos e hijas para que, cada quien desde sus espacios, coadyuven con su trabajo tesonero y honesto a enfrentar y superar los problemas que el país arrastra históricamente como la pobreza, la corrupción, la opacidad, la inseguridad y la violencia. Actuar diferente solo condena a la patria al fracaso.
