Entrar en el círculo de confianza de Donald Trump es complicado. Salir expulsado de él puede ser mucho más fácil de lo imaginado, sobre todo, si no se aceptan imposiciones sin debate o se piensa de forma diferente al presidente. Más complicado es si quien tiene entrada libre a la Casa Blanca y el Despacho Oval hace comentarios públicos adversos a las políticas del hombre más poderoso del mundo.
La lista de personajes que terminaron peleando con Trump durante su primera administración es larga y en los niveles más altos. El último fue nada menos el vicepresidente Mike Pence, quien se negó a bloquear la certificación del triunfo electoral de Joe Biden y recibió el calificativo de “traidor” de su antiguo compañero de fórmula.
La lista incluye a su jefe de gabinete, John Kelly, el fiscal general Jeff Sessions, el director del FBI James Commey, dos secretarios de Defensa, dos asesores de Seguridad Nacional, una secretaria de prensa, un director de Comunicaciones y varios asesores en diferentes campos, inclusive, su abogado personal.
Entre los que tuvieron enfrentamientos con Trump hubo algunos que escribieron libros sobre las interioridades de la Casa Blanca: John Bolton (seguridad Nacional), Jim Mattis (secretario de Defensa) y Michel Cohen, uno de sus abogados más cercanos, quien se refiere en su obra a la forma en que opera el círculo íntimo del presidente estadounidense y las reacciones de este ante las opiniones de sus colaboradores.
Entonces, eso no es nuevo. La diferencia es que esta vez, el “amigo” con el que está peleando se llama Elon Musk y es el hombre más rico del mundo, con una fortuna estimada por Forbes en US$342,000 millones, muy lejos del segundo de la lista, Mark Zuckerberg (Meta), cuya fortuna es de “solo” US216.000 millones.
Musk es el propietario de Tesla, Space X, y la red social X, lo que le concede ventajas y desventajas en lo que se anticipa puede ser una pelea en la que se produzca fuerte daño colateral para ambas partes.
Donald Trump y los republicanos pierden a un importante financista para las elecciones de medio período en 2026, quien, además, tiene influencia política por medio de su red social. Los primeros ataques de Elon Musk a Trump se dieron precisamente a través de X, utilizada durante la campaña presidencial para favorecer la popularidad del ahora presidente.
A diferencia de los funcionarios que pelearon con Trump en su primera administración, Musk nunca fue visto ni se sintió como un subordinado. Además, él le daba cierto halo de innovación y visión de futuro a la nueva Casa Blanca. Ahora se podría ver a Trump como una figura aferrada al pasado, precisamente a ese pasado que ha invocado con sus políticas proteccionistas.
Otro efecto negativo que podría verse en el lado de Trump es que su imagen se debilite, aunque sea ligeramente, entre los sectores de la derecha estadounidense, que ven en Musk a un referente casi mesiánico por sus éxitos empresariales y tecnológicos.
Visto desde ese ángulo, pareciera que el gran perdedor es el hombre más poderoso del mundo, pero tampoco las tiene todas consigo el más rico del mundo. Su empresa Space X tiene muchos contratos multimillonarios con el Gobierno y Trump ya dijo que eso “hay que revisarlo”. Además, en medio de este “primer asalto”, con cruce de ataques en redes sociales, la caída de Tesla en la bolsa de valores fue significativa. Pelear con la administración trumpista no es poca cosa.
Cuando dos trenes chocan de frente, los daños para ambos son severos, por más que uno de ellos sea más fuerte, sólido y rápido.
Lo que también es cierto, es que Musk no es Pance, Kelly, Commey, Bolton, Mattis o Cohen. Su tamaño, influencia, proyección, capacidad de ataque y resistencia son infinitamente mayores. No es lo mismo que alguno de los mencionados diga que "es hora de soltar la bomba realmente grande: Trump está en la lista Epstein", que lo diga Musk, con todo el alcance que tiene para expandir su mensaje, advertencia o amenaza, como quiera llamársele a esa publicación que hizo en X.
Pero tampoco se debe olvidar que Trump ha mostrado una capacidad increíble para librarse de escándalos como podría ser este, e incluso suele salir fortalecido, como sucedió con el juicio sobre su relación con la actriz porno Stormy Daniels y el pago que hizo para acallar la historia.
Puede ser una pelea corta o larga. Nunca se sabe en estos casos. Lo que ya es tangible, es que los efectos de ese choque de trenes ya se pueden ver y sentir. Si la pelea continúa, los daños irán en aumento, tanto para la Casa Blanca como para el “emporio X”, como algunos llaman al conglomerado de Musk.
Un refrán popular –en algunos de nuestros países–, dice que “no cantan dos gallos en un gallinero”. Otro dice: “cada gallo canta en su corral”. Ambos muestran lo que sucedió y lo que está pasando ahora. Pero también que hay peleas de gallos...