Doña Josefina Moreno carga en su regazo a su pequeño Miguel, de cinco años, mientras espera sentada en una esquina del mercado Mamachepa la unidad de transporte hacia su hogar.
Ella luce cansada y desesperada, pues no soporta el dolor en las piernas. De repente, aparece el bus con ruta Carrizal-Prado, pero la aglomeración de personas le impide abordarlo, y se marcha.
Otra vez, el desorden en la improvisada estación de espera le costó el viaje de regreso hacia su hogar y prolongó aún más la insoportable espera.
“Deberían de hacer algo porque esto lo vivimos todos los días y la comodidad de las personas queda a un lado”, lamentó.
El relato de doña Josefina es una constante que padecen a diario los 700 mil usuarios del transporte público en la capital, ya que las estaciones de buses urbanos e interurbanos en la capital permanecen en deplorables condiciones, muy por debajo de las requeridas.
Vejestorio de terminales
Según un estudio de la Alcaldía, en el Distrito Central se contabilizan 37 terminales del sistema urbano utilizadas por 1,800 unidades del transporte en 83 rutas diferentes.
Sin embargo, el informe develó que los recorridos convergen 700 veces en un mismo punto, lo que provoca una saturación del 85 por ciento.
Asimismo, estas rutas triplican el número de terminales, lo que respalda la afirmación que existe una sobreoferta de servicio en la ciudad.
Por otra parte, sobreviene una sobrepoblación de usuarios en las terminales, pues a cada una llegan durante el transcurso del día unas 19 mil personas.
Sin embargo, pese al alto tráfico de usuarios, la mayoría de estaciones de espera no cumplen las condiciones mínimas para garantizar comodidad.
Falta de bancas, vigas dañadas, techos destruidos o inexistentes y espacios invadidos por vendedores son los descuidos que cualquier pasajero ha experimentado al esperar el transporte urbano.
Puntos conflictivos
En un recorrido realizado por la sección Metro, de EL HERALDO, se constató que el fenómeno se repliega sobretodo en los bulevares y las zonas de comercio popular de la metrópoli.
En los bulevares Comunidad Económica Europea (CEE), del Norte, Suyapa y Fuerzas Armadas (FF AA) es normal apreciar las largas filas o los conglomerados de personas aguardando por transporte.
Los mercados de Comayagüela y el centro de la ciudad se añaden a la lista de ejes donde el buen trato al usuario es una opción y no una obligación.
Incluso, en ciertos sectores únicamente sobreviven las rutas, puesto que las casetas de espera simplemente no existen.
En este problema también resultan salpicadas las empresas del transporte interurbano, según se comprobó en el recorrido.
Las reducidas calles de Comayagüela, en la séptima y octava avenidas, son utilizadas como estacionamientos y puntos de abordaje.
Según el gerente de Movilidad Urbana, Aníbal Ehrler, no existe en la dependencia un órgano propiamente autorizado para regular y encargarse de la infraestructura de las terminales.
Sin embargo, aclaró que sí han realizado alianzas con la empresa privada para que construyan el mobiliario en ciertos puntos de taxi a cambio de publicidad.
Señaló que en todo caso debe ser competencia de los empresarios del transporte que operan las rutas, levantar las obras para cuidar al pasajero.
Es una condición
Según el artículo 33 del Reglamento de la Ley de Transporte Terrestre, para aprobar una ruta es vital tomar en cuenta la calidad, comodidad y las facilidades auxiliares que proveerán los empresarios.
Esto implica, además de la calidad de los automotores, verificar las conveniencias, servicios y comodidad que ofrecen en las terminales y estaciones de espera a los pasajeros.
Para Mario Martín, arquitecto especializado en Urbanismo, las casetas son solo una primera reacción del público ante una necesidad impostergable de aumentar el volumen y seguridad en el transporte.
Según el también rector del Centro de Diseño, Arquitectura y Construcción (Cedac), las terminales de buses son elementos necesarios que en la experiencia de Honduras falta adaptar bien. “Con más visión y criterio vamos a tener mejores y más útiles casetas, mientras tanto el que paga la cuota es el usuario”, explicó.