Copán, Honduras.- Gladis Yolanda Chávez Pineda, una hondureña que vivió por más de 10 años en Estados Unidos y que fue detenida por ICE tras asistir a una audiencia, reveló las condiciones inhumanas en las que vivió en los centros de detención en los que estuvo recluida.
Inicialmente, estuvo detenida por cuatro días en el centro de procesamiento de inmigración de Broadview, antes de ser trasladada hacia Kentucky.
En ese lugar, según el relato de la hondureña, había aproximadamente 30 mujeres en una habitación, sin camas, cobijas y con muy poca comida.
A través de una conferencia virtual, Chávez Pineda dijo que ella y las demás mujeres detenidas durmieron en el suelo y no tenían acceso a duchas ni a productos de higiene.
"Las madres llorábamos porque dejábamos a nuestros hijos. No sabíamos qué nos depararía el futuro. No sabíamos a dónde nos llevarían", relató.
La hondureña es activista y organizadora de Comunidades Organizadas Contra las Deportaciones (OCAD) fue detenida el 4 de junio, luego de presentarse a una cita de migración a la que fue citada a través de un mensaje de texto.
Según contó la hondureña, ella llegó con sus dos abogados, pero no les permitieron entrar, luego la escoltaron a una sala donde agentes de ICE le informaron que se había emitido una orden de deportación en su contra.
“Les mostré la documentación e intenté explicarles que tenía un caso pendiente, pero dijeron que no era su culpa, que sólo estaban cumpliendo órdenes”, indicó .
Chávez Pineda estaba amparada en un asilo en Estados Unidos por la persecución que sufría en Honduras y al momento de su arresto su caso seguía pendiente.
“Todavía no sé por qué me deportaron si estaba cumpliendo con los trámites legales en mi caso. Tenía mi permiso de trabajo, una identificación estatal, pagué mis impuestos, tenía un número de Seguro Social. Entonces, ¿por qué me deportaron?”, mencionó.
La catracha estuvo recluida en varios centros de detención, primero en Broadview, luego a la cárcel del condado de Grayson, en Kentucky, donde estuvo más de un mes y también sufrió por las malas condiciones donde había ruido constante, luces brillantes que no se apagaban, ningún acceso a atención médica.
Según contó Gladis, lo único en lo que podía pensar era en sus hijos y que no deseaba que ninguno de ellos tuvieran que pasar por una situación similar. "Nunca quiero que se sientan humillados de esa manera”, expresó.
La catracha regresó a Honduras, a su natal Copán, el 13 de julio, en un vuelo comercial en el que viajó esposada de pies y manos. Ahora, Gladis trabaja para volver a adaptarse al estilo de vida en el país.