Santa Tecla, El Salvador. ¿Usted es descendiente del prócer Dionisio de Herrera? “Sí, soy tataranieta, ¿quién habla?”, contestó amablemente doña Graciela Sequeira, una de las parientes directas del que fue el primer jefe de Estado de Honduras.
La llamada la hicimos desde Tegucigalpa, después de casi un año de buscar pistas que dieran con el paradero de los descendientes de otro de los próceres que registra nuestra historia patria.
EL HERALDO nuevamente hace historia, esta vez contactando a tres de los descendientes de uno de los hombres que le tocó una de las más difíciles tareas: organizar el Estado de Honduras, en 1824.
El año pasado, con ocasión de la serie dedicada a los descendientes de José Cecilio del Valle, en Guatemala, y Francisco Morazán en El Salvador y Costa Rica, revelamos la pérdida de la tumba de Dionisio de Herrera, que estaba ubicada en la Iglesia El Rosario, de esta capital salvadoreña. Surgió, a partir de ahí, la búsqueda de los familiares de este otro prócer de la independencia de la patria centroamericana.
Sabíamos que Herrera, nacido un día como hoy, un 9 de octubre de 1781, en Choluteca, se trasladó a El Salvador con su familia huyendo del ambiente hostil que sufría en Honduras de parte de los enemigos de la Federación, la patria grande que él soñó junto a Morazán, cuyos parientes en Costa Rica también entrevistamos con ocasión del recién celebrado 194 aniversario de la emancipación política.
En su testamento dictado en San Salvador, el 30 de mayo de 1850, Dionisio de Herrera dice en la cláusula segunda: “Yten declaro: que soy casado y velado en facie eclecie, en primeras nupcias con la señorita Micaela Quezada, en cuyo matrimonio hemos tenido nueve hijos llamados Julián, María, Manuela, José Dionisio, Mariano, Esteban, Miguel, José María, Dolores y José Antonio y el mayor de edad murió intestato”.
La llamada a doña Graciela desde Tegucigalpa fue muy cordial, de mucha apertura de parte ella. Estaba muy contenta que por primera vez un periódico hondureño se interesara en los descendientes del ilustre repúblico.
Dio tantos detalles de su genealogía y algunos datos del patricio que no dudamos que, en efecto, era descendiente directa. Y fue más allá: nos puso en contacto con don Bernardo y este con Rosa María, todos tataranietos del que fuera jefe de Estado de Honduras, Nicaragua y El Salvador.
El contacto con estos descendientes no hubiese sido posible de no ser por la ayuda del patriota hondureño José Santiago Ramos Méndez y de los descendientes de Francisco Morazán en El Salvador.
El viaje a El Salvador lo hicimos por tierra. Primero llegamos a San Salvador y luego a Santa Tecla, donde residen los parientes de Herrera.
EL HERALDO ha hecho contacto con los descendientes de Dolores, la novena hija que Herrera menciona en su testamento. Dolores tuvo una hija que se llamó Manuela, quien a su vez procreó a José y Francisco.
De José es hija Rosa María y de Francisco son hijos Bernardo y Graciela. Los tres son los protagonistas de esta nueva historia que les trae EL HERALDO.
Ellos viven en Santa Tecla, son pequeños empresarios, de clase media.
“Don Dionisio (de Herrera) era el padre de Dolores Herrera y doña Dolores era la madre de mi abuelita materna que era Manuela, que le decían Nelita y del matrimonio de ella con el doctor Bernardo Sequeira nacieron Francisco y José, que fueron sus dos hijos. Yo soy la hija segunda de Francisco”, explicó doña Graciela.
“Soy tataranieta, de la cuarta generación de don Dionisio de Herrera”, dijo con orgullo.
“Del lado de Francisco somos cinco hijos, 18 nietos y 26 bisnietos y de lado de José son cuatro hijos, seis nietos y una bisnieta, que viven en Estados Unidos. Pueden ser unos cien descendientes porque ya las nietas ya tienen nietos”, expresó.
“Yo conviví con Arcadia Herrera, que era nieta de Dionisio, hija de Mariano. Conviví con ella y con Rosita, que era prima hermana de mi papá”, dijo doña Graciela.
Cuenta que “ellos hablaban grandezas de su abuelo. Nos decían que era prócer de la independencia, que era pariente de Morazán, de José Cecilio del Valle. Todo eso nos enorgullecía muchísimo. Me acuerdo vagamente que mi abuela Manuela era unionista. Ella siempre se sintió orgullosa de ser hondureña, tanto que un tiempo vivió con doña Lolita Reina, porque había quedado huérfana a los quince años. Su papá (don Excequiel), como era político, era un militar, y si andaba en campañas, dejaba a la niña prácticamente sola, entonces era preferible que la dejara a doña Lolita Reina”.
Estábamos entrevistando a doña Graciela en el patio de su casa cuando llegó su hermano don Bernardo, otro descendiente directo del primer jefe de Estado.
¿Representa para usted alguna relevancia ser descendiente del prócer Dionisio de Herrera?, le preguntamos:
“No deja de llenarlo de vanidad a uno y de orgullo, el tener descendencia de gente que ha luchado tanto por las repúblicas centroamericanas. Cuando yo estudié, la figura de mi tatarabuelo no figuraba en la historia (de El Salvador), los historiadores no han incluido a los próceres de otros países dentro de la línea de los próceres nuestros. Especialmente que en tiempos de la independencia todos estos próceres estuvieron juntos enarbolando la misma bandera independentista”, dijo Bernardo.
“Gente como Dionisio de Herrera luchó tanto por un ideal que aún las juventudes nuestras la tienen, siempre nos hacemos la pregunta sobre el por qué Centroamérica está constituida por cinco países chiquitos y ni los cinco juntos llegan a ser del tamaño de México y no digamos de Estados Unidos. Centroamérica debió haber sido todo el tiempo una sola nación”, afirmó con convicción.
“A los movimientos centroamericanistas que han habido creo que les ha faltado algún líder que realmente piense como centroamericanista. Todos han llegado, se han sentado a pasar sus cinco años de jefatura política, de imagen y ahí se quedaron. Luego vienen otros políticos, unos que se entusiasman más, otros menos y todas esas cosas van quedando sin valor alguno”, lamentó el tataranieto del prócer.
Rosa María Sequeira de Cuéllar, arquitecta de profesión, llegó a la entrevista con una carta que, en 1981, recibió su padre José Sequeira de parte del gobernador político de Choluteca, Alfredo Faraj Simón, que lo invitaba a la cuna de Herrera a celebrar el bicentenario del nacimiento del prócer.
“Lamentablemente cuando él la recibió ya había pasado la fecha y no pudimos asistir porque hubiera sido muy grandioso”, dijo Rosa María, cuya abuela Manuela era hija de Dolores, la novena hija de Dionisio de Herrera. También son hermanos de Rosa María, Edgardo, José Roberto y Héctor Eduardo. De esta forma, EL HERALDO, al igual como lo hizo con los descendientes de Valle, en Guatemala; Morazán, en El Salvador y Costa Rica, y ahora con los de Herrera, en El Salvador, hace un nuevo aporte a la historia patria.