Tegucigalpa, Honduras.- A 71 días de las elecciones generales, el voto hondureño se define cada vez más por emociones e identidades que por planes verificables, dicen expertos consultados por EH Verifica.
El clima de confrontación, el discurso de odio y una desinformación rampante empujan al ciudadano a reaccionar antes que a deliberar, mientras el relato de “fraude” se aviva desde el oficialismo y la oposición por igual.
La psicóloga Ana Rivera resume el giro emocional: “En polarización, la mente busca pertenecer y confirmar. Los datos solo entran si conectan con lo que sentimos”. Esa predisposición se potencia cuando las campañas ofrecen culpables claros y soluciones totales, aunque las detallen poco.
A continuación, EH Verifica explica la psicología del elector hondureño.
Campañas que consolidan tribus, no propuestas
Rixi Moncada de Libertad y Refundación (Libre) articula su oferta como continuidad de la “refundación” y promete sacar a morosos de la central de riesgos.
Nasry Asfura del Partido Nacional, “Papi a la orden”, repite el lema “trabajo y más trabajo” como llave de solución, pero apenas precisa su plan de gobierno y evita la exposición.
Salvador Nasralla del Partido Liberal enciende su narrativa en la lucha contra la corrupción y el narcotráfico.
Nelson Ávila Partido Innovación y Unidad Social Demócrata (PINU-SD) afirma tener la capacidad para llevar al país al desarrollo y Mario Rivera de la Democracia Cristiana plantea que Honduras se sume como un estado más de Estados Unidos.
Las tres fuerzas principales (Libre, Nacional y Liberal) dominan el debate mediático y compiten a golpe de acusaciones: ineficiencia, corrupción, vínculos con el narcotráfico.
El ataque desplaza la conversación programática y fabrica pertenencias. “La negatividad moviliza a las bases y desmoviliza al indeciso; no gana la mejor política pública, gana el relato más emocional”, advirtió Óscar Martínez, un analista electoral.
Una votante indecisa, Karla, lo percibe así: “Quiero propuestas, pero todo es pleito. Termino el día más confundida que informada”.
Fraude como relato y cronograma bajo sospecha
A medida que se acerca el 30 de noviembre, el “fraude” reaparece como narrativa espejo: cada bando la enciende para blindar a los suyos ante una eventual derrota, plantean los analistas.
La campaña política comenzó oficialmente el 1 de septiembre y, aunque el cronograma del Consejo Nacional Electoral (CNE) volvió a caminar tras la crisis interna que lo paralizó por varias semanas, expertos dudan de que cada hito se cumpla con holgura.
“La incertidumbre administrativa alimenta sesgos de sospecha; cada retraso valida la profecía de quien teme perder”, señala Jorge Flores, consultor en procesos electorales.
Ese relato, amplificado por líderes, simpatizantes y cuentas anónimas en rede sociales, reduce la conversación a un binomio tóxico: victoria propia legítima o derrota robada.
El elector queda atrapado entre la lealtad identitaria y el miedo a que su voto “no valga”.
Adrían Flores, simpatizante opositor, lo expresa sin rodeos: “Si no golpean fuerte, el otro lado nos pasa por encima; pero si perdemos, no sé si creer en el resultado”.
El encuadre de sospecha crónica degrada la confianza y convierte cualquier dato en munición partidaria, plantean los expertos.
Bulos, abstención y daños psicológicos
Sin un plan público eficaz para contener la desinformación, los bulos crecen: por ejemplo, citas falsas, encuestas sin sustento y videos manipulados saturan las redes.
La falta de respuesta estatal deja al ciudadano solo frente al aluvión. “El propósito del bulo no es informar: es activar. Indigna primero; verifica nunca”, explica Carmen Beatriz, investigadora en comunicación política.
El resultado es triple: se debilita la democracia, se promueve el abstencionismo y se opaca aún más la credibilidad de las instituciones, detalla.
La psicología del votante hondureño, en este contexto, combina tres resortes. Uno, sesgo de confirmación: comparte y cree lo que refuerza a su tribu, incluso si es falso.
Dos, aversión a la pérdida: teme ceder beneficios y acepta promesas maximalistas que prometen “no perder nada”.
Tres, heurística de disponibilidad: sobrevalora el último escándalo que vio en su teléfono, aunque sea un montaje.
Estos atajos, útiles para decidir rápido, se vuelven trampas en una conversación hostil y saturada de desinformación.
¿Cómo proteger la decisión? Especialistas y educadores cívicos coinciden en tres prácticas: pausar antes de compartir contenidos que encienden enojo o miedo; exigir verificabilidad mínima—metas, plazos y presupuesto—en cada promesa; y diversificar fuentes, priorizando las que transparentan datos y métodos.
“No se trata de apagar la emoción, sino de acompasarla con comprobación; la democracia necesita cabeza fría y corazón comprometido”, concluye la psicóloga Ana Rivera.
El 30 de noviembre Honduras elegirá con alta temperatura emocional. Si el relato de fraude domina y el bulo dicta la agenda, ganará quien controle la emoción, no quien presente el mejor plan, enfatizan las fuentes de EH Verifica.
El reto ciudadano es convertir esa energía en un filtro de evidencia y votar por lo que resiste preguntas, no por lo que grita más fuerte.