Desde siempre los vampiros en la pantalla grande han marcado un sello único en el cine. Con un de toque de misticismo, terror y seducción, cada una de las historias protagonizadas por estos misteriosos personajes es un sello de éxito.
Con la llegada a partir de mañana 23 a los cines hondureños
de la última entrega de la saga Crepúsculo: “Amanecer, parte 2”, el furor por los vampiros ha vuelto a escena.
Y es que esta saga le ha dado un nuevo aire a las películas sobre vampiros, apostando por un drama tradicional que se ha convertido muy popular entre los jóvenes, que lo consideran un fenómeno de masas, pero que no ha sido del agrado de todo el público y críticos de cine.
Esta última entrega del fenómeno, que comenzó en 2008, inicia donde lo dejó la anterior entrega de la saga. Bella ha dado a luz a su hija Renesmee y ha concluido su transformación en vampira. Ahora deberá aprender sobre su nueva naturaleza, ¿tendrá algún poder como el resto de los vampiros? ¿siendo una neófita, podrá controlar su sed de sangre ante su propia hija medio-humana?
Los acontecimientos se precipitan y un grave peligro se cierne sobre la familia Cullen cuando la existencia de una niña vampira llegue a oídos de los Vulturi, la temible organización que rige la leyes en el mundo de los vampiros.
La saga de Crepúsculo se caracterizó por dar un toque moderno a las leyendas vampíricas con un Eduard Cullen, que es un bohemio que se mezcla en el mundo actual donde puede compartir junto a toda su familia y los demás seres humanos sin problemas y sin miedo a los rayos solares.
Lo anterior contrasta con los inicios de la fiebre de los vampiros en el cine, ya que fue el actor Max Schreck de Nosferatu de 1922 que en pleno inicio del cine creó un personaje macabro y se convirtió en toda obra maestra del séptimo arte.
La historia marca en la actualidad a Drácula, de Bram Stoker de 1992 como la mejor cinta que retrata la vida de los vampiros, esta vez el papel principal recayó en Gary Oldman.
