Tegucigalpa, Honduras.- Ser padre o madre implica enfrentarse a uno de los desafíos más complejos de la vida: criar a otro ser humano. En ese camino, abundan las dudas, los temores y las decisiones que, aunque se toman con amor, no siempre son las más acertadas.
Por eso no es raro que familiares, amigos o incluso desconocidos opinen sobre cómo se está educando a los hijos. Es claro que no todas las críticas son fáciles de escuchar, especialmente cuando tocan un tema tan íntimo como la crianza.
Pero aprender a recibir comentarios con apertura y madurez no solo fortalece el vínculo con quienes nos rodean, sino que también puede ser una oportunidad para reflexionar y mejorar como padres.
Uno de los principales obstáculos para aceptar críticas es el orgullo. La crianza se vive como algo profundamente personal, y cualquier comentario puede sentirse como un cuestionamiento a la capacidad o al amor hacia los hijos. Pero vale la pena recordar que todos los padres, incluso los más experimentados, cometen errores o enfrentan momentos de confusión.
A veces, quien observa desde afuera puede notar dinámicas que, por la rutina o el cansancio, los padres no logran percibir.
Escuchar no significa estar de acuerdo con todo lo que se dice, sino permitir que otras perspectivas nos ayuden a ver lo que quizás no habíamos considerado. La clave está en aprender a distinguir entre una crítica útil y un juicio.
Y aceptar una crítica no significa renunciar a los propios criterios de crianza. Es posible agradecer el comentario, reflexionar sobre él y decidir si realmente aplica o no a la situación particular de la familia. Lo importante es mantener una actitud abierta, sin tomarlo como una ofensa.
¿Cómo opinar con empatía y respeto?
Así como los padres podrían aprender a escuchar, también quienes ofrecen una opinión sobre la crianza deberían hacerlo con sensibilidad. Estos consejos ayudan a expresarse con empatía y respeto:
Elija el momento adecuado. No comente frente a los niños ni en medio de una situación tensa. Espere que las aguas se calmen y comunique con tranquilidad.
No comunique superioridad. Hable desde su experiencia, no desde la superioridad. Use frases como “A mí me funcionó...” en lugar de “Deberías hacer esto...”.
Cuide el tono. Una voz amable abre más puertas que una crítica directa. Modere su tono, vea a los ojos y elija sus palabras con atención.
Aplique brevedad. No se trata de corregir, sino de aportar una observación útil. No necesita explicar demasiado.
Evalúe su lugar. Analice la dinámica y cuestione si su conexión con el padre o la madre es o no lo suficientemente cercana como para opinar.
Deténgase ante la negativa. Si luego de emitir su comentario percibe una respuesta negativa, limítese aunque lo haya hecho desde el mejor lugar.