Alegría. Doña María Vásquez llegó el pasado domingo al santuario. Luego de haber dormido durante dos noches bajo el cobijo de una carpa y en el suelo, se incorporó ayer a la misión de agradecer a la Morenita.
Paciencia. Los 600 lempiras con que viajó no ajustan para la alimentación. Aguardó por horas bajo el sol, para recibirlos de parte del gobierno.
Fe. “Benditas las manos de quien hizo esta comida, gracias a ellos uno se atreve a venir sin nada”, comenta.
Camino. Doña María carga en sus brazos a su pequeño, y sobre sus espaldas el cansancio del viaje.
Un año más. Ya han pasado ocho años desde que la Morenita sanó a su hijo. Ella espera jamás fallarle.
Fiel. Una vela encendida es su promesa de agradecimiento, la que guarda en su luz el amor a la Virgen.