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Tegucigalpa, Honduras.- “Desde niño, desde que tenía 15 años, me llamó la atención la mecánica automotriz, pero mi problema de salud me obligó a dejar todos mis planes y tuve que darle prioridad a mi vista, porque iba de mal en peor”, relata Jonathan Aguilar.
El hondureño, de 28 años y originario de la Villa de San Francisco, soñaba con graduarse del bachillerato por madurez y abrir su propio taller mecánico. Pero en 2020 su vida dio un giro inesperado: su salud comenzó a deteriorarse por una enfermedad visual.
“Resulta que yo acostumbraba a leer todos los días, pero de la noche a la mañana en el 2020 se me puso pañosa la vista, estuve padeciendo de los nervios, le tenía miedo a los truenos, a los relámpagos, tuve una situación anormal en mi vida, pues pasó algo que no era común, no era normal”, relató Aguilar.
En lugar de un título de educación media, ese año, Aguilar recibió un diagnóstico: neuropatía óptica, una enfermedad que afecta gravemente su visión.
A partir de ahí, su vida comenzó a girar en torno a médicos especialistas, con la ilusión de que, en algún momento, alguien podría devolverle la vista.
“Fui donde el optometrista, él me mandó al oftalmólogo, luego él me envió con el neurólogo y después anduve hasta donde el psiquiatra, para terminar donde el otorrino”, comentó.
En ese momento, no solo se complicó su salud, sino también su situación económica, ya que los múltiples tratamientos que su enfermedad requiere son bastante costosos.
Durante su tratamiento, Aguilar se sometió a tres resonancias magnéticas, recibió 72 inyecciones neuronales y fue intervenido para extraer líquido del cerebro. A pesar de estos esfuerzos, los avances fueron mínimos.
Sus ganas de recuperar su vista nunca han decaído, sin embargo, los recursos económicos de él y su familia se agotaron, por lo que se vio obligado a parar todo el proceso médico.
“Dejé de ir a las consultas porque ya no había dinero. Se gastó demasiado”, lamentó.
Ha pasado más de un año desde que la falta de recursos lo obligó a detener sus tratamientos de salud, su vista sigue estando nublada por lo que trabajar se le complica. Pese a eso, Aguilar no se ha detenido y consiguió una oportunidad en el taller de mecánica de uno de sus amigos.
“Hago solo cositas que puedo hacer porque solo tengo una visibilidad de un 40% No es lo que me gusta, pero es algo”, comenta con resignación.
Su situación podría empeorar, incluso hasta el extremo de perder su vista por completo, si no retoma su tratamiento. Necesita realizarse una resonancia magnética, cuyo costo es de 10,000 lempiras, para evaluar su estado actual y definir los pasos médicos a seguir.
Jonathan hace un llamado urgente a la solidaridad: “Por favor, ayúdenme a cumplir mi sueño. Solo quiero volver a ver y trabajar como mecánico”.
Quienes deseen colaborar con Aguilar para que pueda continuar con sus tratamientos médicos pueden comunicarse al 9597-3164, o, también, pueden realizar sus donaciones a la cuenta BAC: 743 397 961
