“La muerte a tres calles de la memoria”

Con “La muerte a tres calles de la memoria” la poeta Venus Mejía consolida su madurez lírica con un libro intenso y lúcido, donde se asume el pasado sin temor a la herida

  • 02 de julio de 2025 a las 00:00
“La muerte a tres calles de la memoria”

Tegucigalpa, Honduras.- “La muerte a tres calles de la memoria”, publicado en 2024 por la editorial mexicana Vocalibus, es un paso más en la madurez lírica de la poeta Venus Mejía, quien había publicado ya Ad Líbitum, “Venus [in] victa”, “Manifiesto de la mujer lobo”, “Asilo de pájaros”, “Talasofilia” y “Entelequias”, cada uno de ellos con buen suceso.

Recordar es morir

“La muerte a tres calles de la memoria” parece contraponerse a la idea de que recordar es vivir, frase hecha, de contorno nostálgico que se dice siempre con un anhelo del pasado.

El primer poema, “De la memoria y sus adeptos”, es una declaración de intenciones: “Los que recuerdan viven menos, / aman la sepultura de una idea” (pág. 7). El hablante lírico se confiesa adepto del recuerdo: “Se dice que elegimos / una forma de vivir, yo he elegido una forma de morir” (pág. 8).

Venus Ixchel Mejía invita a volar con “Asilo de pájaros”

“Estatua de sal” es un poema paradigmático en este microcosmos creado para hablar del pasado: “Mirar hacia atrás / es ver la mano de Dios / en plena destrucción del tiempo” (pág. 14).

Esta referencia a la mujer de Lot, en clave judeocristiana, no me parece ni menor ni casual ni decorativa. La mujer, cuyo nombre no se menciona en el Génesis, se convierte en estatua de sal porque desobedece, mira hacia atrás.

La carencia de nombre de un personaje bíblico, según algunos exégetas, representa a cualquier persona: esa mujer puede ser cualquiera de nosotros.

Pero en este poema hay una mujer valiente y decidida, que asume las consecuencias de ver hacia atrás: “Pero yo quiero ver / lo que queda de mi casa [...] quiero detener mi prisa / aunque me vuelva una estatua de sal / de tanto llorar mi propia muerte” (pág. 14). El pasado puede ser doloroso, por rencor o por nostalgia a partes iguales, pero de todas maneras ella asume el riesgo de verlo.

Por otra parte, somos Lot y su mujer saliendo permanentemente de Sodoma. Somos Lot y su mujer huyendo de un pasado que nos pisa los talones a la vez que destruye. La prisa es síntoma de que se piensa en el futuro y no en el presente. Somos Lot y su mujer en estos tiempos modernos en los que la nostalgia es un producto de mercado y el presente no es más que el momento en el que estamos ansiosos por el futuro.

Se mira al pasado con cierto estoicismo, no hay obsesión por cambiarlo ni un lamento de sus consecuencias. En todo caso hay un aprendizaje de lo vivido y las cicatrices más que como medallas se llevan como el camino recorrido que nos trajo hasta aquí.

Una hipotética segunda parte

“Materia oscura” inaugura una posible segunda parte de “La muerte a tres calles de la memoria”, aquí ya no se declaran intenciones, sino que se hace recuento de los pasados que se habitan: alguien a quien se extraña, una mano sostenida nada más en la memoria, la idea del hijo que nunca se tuvo, un recuento del día o el recuerdo de una muerte, ya no simbólica, más bien real y que vemos aproximarse por el espejo, ese espejo cotidiano en el que damos fe de nuestra presencia en este mundo.

Sin duda en esta hipotética segunda parte del texto hay una memoria individual, pero también una colectiva: “Las que al nacer son lloradas” reza en la página 27, “Nosotras” para referirse a las mujeres, y la elección del verbo “rezar” no quiero que se tome como una ligereza, porque parece un reclamo divino.

El poema se constituye a partir de un campo semántico religioso: “paraíso”, “divinas”, “ángel”, “fantasma”, “iglesia”, “cruces”, “Dios”.

Más tarde en el poemario hay una petición mucho más personal. Esa misma mujer que mira al pasado y a la cual no le importa convertirse en estatua de sal, la que asume el riesgo de volver a ver a su infancia, la que deja de ser yo para ser nosotras, la que conversa con un Dios del cual duda, la misma que se sabe poeta, es la misma que con absoluta libertad se erotiza en un verso, con la muerte a tres calles de su memoria.

“La muerte a tres calles de la memoria” está construido por un lenguaje auténticamente poético. Apuesta por una poesía en su sentido más estricto. En sus formas laten los significados, las referencias y los símbolos.

Únete a nuestro canal de WhatsApp

Infórmate sobre las noticias más destacadas de Honduras y el mundo.
Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias