Lo que el año del Armadillo nos dejó

“El año del Armadillo”, de Martín Cálix, explora la realidad hondureña con una mezcla de dolor, memoria y resistencia. A través de su obra, el poeta hondureño nos lleva a una reflexión sobre la patria

  • 08 de mayo de 2025 a las 16:22
Lo que el año del Armadillo nos dejó

Tegucigalpa, Honduras.- “El año del Armadillo” de Martín Cálix (Editorial UNAH, 2019) es sin temor a equivocarme uno de los libros fundamentales e imprescindibles del primer cuarto de siglo de la poesía hondureña, incluso me atrevería a decir (a falta de más datos, claro está) de la poesía centroamericana.

Este texto le valió a Cálix el XIV Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos en 2015.

“Laberinto carrusel”: Descenso a los infiernos

El año del Armadillo es un personaje, un momento, una estación y un aliento que trata a palabra batiente los temas que obsesionan a la poesía hondureña y al hondureño mismo: “De aquel año hoy nos sobrevive el hambre” (pág. 15); “El año del Armadillo era un ser alado que iba dejando tirada la Vía Láctea por las casas donde se encontraba un niño asustado” (pág. 15).

También se evidencia en: “Fue entonces cuando comenzó la gran migración: los árboles se suicidaron y los espíritus del bosque marcharon tristes hacia tu boca dibujada con nuestros ladridos” (pág.42).

El año del Armadillo arrecia con lo que se encuentra a su paso y quizá con una patria que nos parece a todos muy propia. Se transfiguran en el poema algunas referencias que nos dan coordenadas del espacio minado que habitamos: “Morazán bajó del caballo en la Plaza Central y dijo que estaba cansado de ser Dios [...] Juana Pavón recobró la locura perdida en alguna cantina de Comayagüela [...] Corría el año del Armadillo cuando la alcaldía declaró a Tito Aguacate como lugar que atentaba contra la moral” (pág.19).

El poema se despoja de las solemnidades que le resultan innecesarias y construye, a ratos con humor, una alegoría. Lo que al principio parece nada más social o colectivo se transforma en personal, si es que existe una clara diferencia entre estas dos dimensiones del ser humano: “Yo tuve que recorrer este territorio vacío en medio de la peor intemperie que jamás vi, buscándote” (pág.46).

Con la sola invención del año del Armadillo se crea un microcosmos en el que conviven un yo lírico que iba a ser brujo “Yo iba a ser brujo, / pero mataron a mi abuela antes de que pudiera / enseñarme. / Desde entonces, soy la sombra errante que el año del / Armadillo parió” (pág.67), unas protectoras que desaparecieron ya, por eso se habla de ellas en pretérito: “Se cuenta / que las protectoras / usaban largas faldas floreadas y turbantes hechos con / pañuelos negros...” (pág.73), y, por supuesto, el año del Armadillo.

La abuela no murió, a la abuela la mataron. No es menor ni irrelevante la diferencia que implica la selección de este verbo. La transitividad del verbo elegido trasciende los análisis gramaticales y se acerca más a los asuntos personales, incluso dejando de lado los sociales o colectivos.

“El año del Armadillo” logra la sensibilidad por caminos poco usuales en la poesía, es posible reír con una lágrima en el ojo y con el corazón empequeñecido, a su vez habla de la condición humana procurando existir entre el caos, que es, a veces, fruto de sus manos.

El año del Armadillo también se parece a un huracán, a una sombra, al reino animal, cuya transformación del entorno podría pensarse como consecuencias esperadas de su naturaleza.

Esta es, después de todo, la historia (o la lírica) del sobreviviente, del que puede contar lo sucedido, el que va a una tumba convertido en sombra (símbolo instalado con insistencia en el poema) y se acuerda de sus muertos que son al mismo tiempo la propia muerte y todas las muertes del año del Armadillo, las simbólicas y las físicas, de nuevo, si es que existe alguna diferencia entre ambas. Habla el que puede ver que ya nada quedó y da fe de eso.

Nos habla, entonces, de resistencia y de esperanza, del corazón humano que es capaz de reconfigurarse en el vacío que le procura su tiempo y su espacio. Estos versos que ahora nos ocuparon son el gentil recordatorio de que nos visita o transitamos o habitamos el año del Armadillo. Cuidado.

Únete a nuestro canal de WhatsApp

Infórmate sobre las noticias más destacadas de Honduras y el mundo.
Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias