Tegucigalpa, Honduras.- “Es curioso cómo se asemeja el ajedrez a la vida; de tu lado del tablero tienes tus talentos, habilidades, conocimientos, recursos, fortalezas, inteligencia y espíritu: tu yo.
Te enfrentas en un campo de escaques que simulan los fracasos, los problemas, los obstáculos y las oportunidades; confrontándote con las inseguridades, la escasez, los temores, la inexperiencia, el desconocimiento, la pereza, el orgullo y la soberbia; cada partida es una guerra contra ti mismo, para mejorarte en el proceso”. — medita Lina mientras espera que llamen a la siguiente partida.
— ¡Ja, me tocó contra Lina! Siempre le gano, así que en la próxima, si nos toca jugar juntas, quedamos en tablas para que ella no quede en los primeros lugares. — le dice Dana a Mirna.
“Tenía razón Kasparov al decir: ‘el ajedrez es el más violento de los deportes’” – pensó Lina al oír a sus rivales haciendo planes contra ella.
Dan inicio a la partida. Lina toma su lugar frente al tablero, juega con blancas, mientras Dana juega con negras.
1. e4 e5, 2. Cf3 Cc6, 3. Ac4 Cf6, 4. Cc3 Ac5, 5. d3 d6, 6. Cd5 h6, 7. C3 a6...
Dos años han pasado desde que Lina comenzó en el ajedrez competitivo, el mismo tiempo que tiene de conocer a Dana y a Mirna.
Por aquel entonces ellas ya eran jugadoras reconocidas en sus categorías, y no entendían la ligereza con la que Lina veía el ajedrez, como un juego, como un hobbie, algo que amaba y la divertía.
Lina nunca desarrolló un afán por destruir a sus oponentes, y las derrotas no la entristecían como a las demás, soliendo usar al no ganar su frase que se volvió famosa entre los adultos que llegaban a las competencias —“no gané, obtuve más experiencia”—.
8. a4 0-0, 9. 0-0 Ag4, 10. Ad2 Aa7, 11. Te1 CxCd5, 12. AxCd5 Tb8...
Lina aprendió a convertir cada derrota en una enseñanza, y a controlar sus emociones. Pero había algo que no podía dejar a un lado, y era retroceder cuando a su rival se le llenaban los ojos de lágrimas, ese era el caso con Dana.
Lina cedió varios triunfos a Dana al ver sus lágrimas silenciosas provocadas por la mirada enjuiciadora del “árbitro”, que para nada era arbitrario, ya que es el papá de Dana.
Lina entendía que ella solo perdería una partida, pero Dana perdería algo más. Sin embargo, en esta ocasión trataría de concentrarse, y ganar.
13. b4 Ce7, 14. Ab3 Cg6, 15. Dc1 AxCf3, 16. gxAf3 Ch4...
“¡No sos buena ajedrecista, no te esforzás, por ese motivo nunca le ganarás a Danita!” — aún resonaban las palabras que su maestro le dijo hace unos meses, él hizo que Lina se sintiera minimizada, y que todo lo logrado hasta el momento no valiera nada, por lo que tenía que aprovechar este encuentro y demostrarle que se había equivocado.
17. Dd1 Df6, 18. Rh1 Cxf3, 19. Tf1 g5, 20. b5 g4...
“¿A quién le temés, a Dana, a Mirna, a Leo?” — preguntó satíricamente su entrenador en una ocasión.
“No le temo a nadie, siempre sea frente a un tablero” — recuerda Lina, para darse ánimo y mantenerse alerta en esta partida.
Ha enfrentado tantos escaques a su corta edad, que para ella un juego de ajedrez lo mínimo que podía provocarle era temor. Y hoy debía aprovechar hasta el mínimo error de su oponente y ganar.
20. b5 g4, 21. Tg1 CxTg1, 22. Dxg4 + Dg6, 23. DxDg6 Rh8, 24. Dxh6 +...
Dana lo notó, no era como las otras veces, lo notó demasiado tarde, hoy Dana tenía que tragarse su orgullo y aceptar que había perdido contra Lina, mientras bajaba la cabeza ocultando sus lágrimas extendió su mano hacia Lina, mientras las palabras “me rindo” salían entre ahogadas de sus labios.
“Es curioso cómo el ajedrez es como la vida, cómo para algunos los escaques son más oscuros y sinuosos que para otros, pero siempre el enemigo más peligroso está en nosotros mismos” — pensó Lina, estoica ante la situación, mientras aceptó la derrota de su rival devolviendo el apretón de manos.