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El problema de la representación en el arte hondureño  

En el arte, representar lo real va más allá de diseñar lo que el ojo ve, la verdad artística nace de la exploración más profunda del ser

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05.07.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- No hay duda de que el arte hondureño de naturaleza pictórica o escultórica tiene una larga tradición figurativa, aun con el aparecimiento de propuestas contemporáneas en los años 90, esta tradición no solo se ha sostenido sino que ha permeado los nuevos lenguajes de la contemporaneidad. ¿Qué explica este fenómeno? Es posible que existan otras hipótesis, yo intentaré centrarme en una que considera más estéticos aquellos discursos que se basan en la burda imitación de la realidad a partir del conocimiento estrictamente visual de la misma.

Arte e imitación

No podemos soslayar que nuestra tradición figurativa es heredera de una concepción que se ha mantenido por siglos, se trata de la idea introducida en los inicios del período renacentista que concibe el arte como imitación de la realidad, aunque distintos movimientos artísticos, sobre todo las vanguardias artísticas, han cuestionado esa postura y desde finales del siglo XIX han procurado encontrar en la reflexión sobre los medios artísticos, en la propia materialidad pictórica o en la definición específica del propio objeto artístico, eso que llamamos verdad artística, pero ya no lo buscan en la imitación de la naturaleza ni en el destino del cielo.

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Pese a ello, esta idea del arte como imitación se resiste a ceder o a transformarse y ha encontrado en la figuración su modelo predilecto y eficaz, por esta razón, dice Lledó, “lo que entendemos por Arte Moderno, que surge en el siglo XIX con el cambio de actitud, constituye una larga sucesión de hechos y experiencias, en conflicto permanente, destinados a destruir un modelo de pensamiento sólidamente instalado en la conciencia individual y colectiva”; esa idea, repito, es el arte como imitación.

El arte como imitación tiene una base conceptual operativa muy arraigada que consiste en creer que el lenguaje actúa como sustituto de las cosas o de las ideas mediante una equivalencia directa y unívoca. Creo que esta concepción es la que está en la base de las desviaciones de nuestra tradición figurativa.

“El destino del objeto”, Alex Galo, 2006. Rompe con el ícono tradicional de la figura humana, para explorar desde esta metáfora otras dimensiones del ser.

“El destino del objeto”, Alex Galo, 2006. Rompe con el ícono tradicional de la figura humana, para explorar desde esta metáfora otras dimensiones del ser.

No se trata de oponerse a ella, lo que cuestionamos es su uso plano y empobrecido, nuestra tradición representativa está en crisis, las bienales de arte, los salones, las muestras individuales y las respuestas a los problemas sociales han puesto en evidencia un arte centrado en la idea de la imitación burda de la realidad, su fórmula es: lo que veo es más artístico si una mano habilidosa lo representa en cualquier soporte; estos artistas establecen una relación unívoca entre lo que ven y el lenguaje que utilizan para representarlo, en ellos no existen mediaciones intelectivas ni exploraciones experimentales; para estos “creadores” si la realidad es “A” el lenguaje también es “A”, no hay traducción posible.

El arte relacionado con la pandemia del covid-19, en términos generales, expresa con crudeza esta crisis figurativa, es un arte chato más cercano a la publicidad oficial que a un verdadero reto creativo. Es necesario configurar otro sentido de realidad desde el arte o por lo menos tener una relación diferente con ella porque la realidad en sí misma es una totalidad diferenciada y jerarquizada.

Desde el iluminismo la naturaleza dejó de ser el medio por el cual se revela el orden verdadero e inmutable de la creación para ser solo el entorno de la existencia humana; en este nuevo contexto, el arte, cuyo ámbito queda definido ahora al margen de los grandes ideales cognoscitivos, religiosos y morales, que lo habían condicionado, resurge con otra mirada amparado en su autonomía; Cezanne no vio la montaña de Sainte-Victoire como un sublime y encantador paisaje, la vio como pintura, como ejercicio perceptivo, como lenguaje visual, la concibió como una nueva realidad porque la organizó como objeto bidimensional dueño de sus propias características físicas y sensibles; por fin los artistas se reconocieron como tal en el dominio no solo de su oficio, sino también en virtud de su propia visión del mundo. “El arte -dice Hegel- tiene su origen en el principio en virtud del cual el hombre es un ser pensante, que tiene conciencia de sí; es decir, que no solamente existe sino que existe para sí”.

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Y el artista, que ha dejado de ser un simple vehículo transmisor de un orden superior, asume ahora una nueva responsabilidad, implicándose en la realidad histórica como un agente activo que aspira a su transformación.

“Adiós a los sueños”, Víctor López, 2010. Allí está la figura humana pero disuelta en movimientos, trazos, texturas, un rito de tensiones visuales definen esta pintura.

“Adiós a los sueños”, Víctor López, 2010. Allí está la figura humana pero disuelta en movimientos, trazos, texturas, un rito de tensiones visuales definen esta pintura.

Los límites estéticos de la representación

El arte hondureño, sobre todo el que se sustenta en la representación, ha creído que captar la realidad a partir de lo que el ojo ve lo torna más estético. Grave error. Hoy es imposible que el arte sea encerrado en los límites de la figuración o, para ubicarlo en una perspectiva no excluyente, lo diré de otra manera: es imposible seguir el modelo imitativo, chato, plano, simple que caracteriza las últimas propuestas bidimensionales o tridimensionales en Honduras; decimos esto porque se puede ser un artista figurativo con capacidad de generar tensión, irrupción o transgresión en su propuesta.

El tipo de obras que estamos viendo ni siquiera nos están planteando una interrogante crítica sobre las nuevas tensiones estéticas que genera la realidad; estos artistas no entienden que captar la realidad es algo totalmente diferente a representar la ilusión óptica de la misma, ¿cuándo vamos a descubrir el engaño? Ya no podemos confiar en los sentidos como único medio para acercarnos a lo real, según Douglas Cooper, los primeros artistas del renacimiento “decidieron no representar la verdad más profunda que puede captar la mente humana y si, en cambio, solo lo que el ojo percibe de las cosas, aun cuando sea con frecuencia incompleto y engañoso”.

Esta herencia es la razón por la cual el artista hondureño (no todos) está utilizando la representación figurativa como pancarta, como ejercicio didáctico, como ilustración de unas ideas poco profundas. Estos artistas son dueños de una pedantería que espanta cualquier intento de generar nuevos lenguajes aún dentro de la representación, la pandemia muralística y escultórica en algunos municipios del país es un claro ejemplo de lo que digo.

Este tipo de arte ha deformado a las generaciones actuales al hacerles creer que el discurso es más estético si modelan con mascarillas un rostro humano para hablar de la pandemia. El arte es la ruptura más digna que ha revelado el alma de la humanidad, confiamos en su rebeldía.

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