Siempre

Daniela Lozano o la imagen como profecía

Si la imagen es presagio apocalíptico, también es memoria de la vida

FOTOGALERÍA
28.03.2020

Hoy abrí la puerta del mundo y vi dos gorriones de abril saltar por la ventana”.

John Connolly

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-En el mundo del arte existen fenómenos extraños, a veces inexplicables; hoy la neurociencia les llama precognición o “actividades cognitivas anticipatorias”, se trata de acontecimientos que se perciben ante de que sucedan; estos acontecimientos se expresan mediante señales, imágenes o construcciones simbólicas.

Son muchos los ejemplos que pueden citarse dentro y fuera del arte. Desde la perspectiva que nos interesa (el arte), expondré rápidamente cuatro casos antes de abordar el proyecto fotográfico “El barrio ausente” de Daniela Lozano, inaugurado en enero de 2020 en el CCET.

El primer caso está relacionado con la obra “Plaza Italia”, pintada por Giorgio de Chirico en 1913; en verdad, pintó muchas obras representando lugares vacíos, callados, inmóviles; “Plaza Italia” fue pintada en el norte de Italia, allí donde hoy una terrible enfermedad ha hecho los mayores estragos, dejando sus calles y plazas deshabitadas. El segundo caso, también está relacionado con De Chirico, al vislumbrar en su famoso cuadro “Retrato premonitorio de Guillaume Apollinaire”, el lugar exacto donde dos años después, el poeta recibiría un balazo; De Chirico señaló en ese retrato que la bala impactaría en la sien izquierda del poeta y precisamente allí recibió la herida.

El tercer caso es el de Víctor Brauner. A principios de la década de 1930, Brauner tuvo una especie de obsesión ocular, realizando numerosas obras, tanto pinturas como dibujos, donde representaba el ojo en todos los estados y formas, incluyendo un autorretrato del año 1931 donde se representaba con el ojo izquierdo enucleado. En el año 1938, siete años después de realizar el escalofriante autorretrato, Brauner perdió el ojo izquierdo totalmente destrozado por un vaso de cristal. La desgracia sucedió en el taller de Óscar Domínguez, quien borracho y furioso lanzó un vaso contra Esteban Francés que tuvo el reflejo de apartarse, con la mala fortuna que impactó en el rostro de Víctor Brauner.

El tercer caso es el del poeta John Connolly (hondureño), originario de las fincas bananeras, residente en la nueva Tacamiche, el anterior campamento fue destruido en una alianza entre el gobierno de Carlos Roberto Reina y la Tela Railroad Compañy. Resulta que muchos años antes de que sucedieran los acontecimientos que llevaron a la total destrucción de esa comunidad, Connolly escribió el poema “Exilio” en el que pudo ver lo que nadie pudo sospechar en ese momento: “Cuando cierre la puerta/se marcharán conmigo/ todos los árboles del patio/envejeciendo el aire/ y en la volátil luz/ de otras banderas/evocaré tu dolor/. Cuando Tacamiche fue destruida, no quedó árbol sobre árbol y sus habitantes tuvieron que emigrar a otro lugar a levantar una nueva comunidad.

La precognición de Daniela Lozano

Cuando iniciamos el proyecto “El barrio ausente”, en noviembre de 2019, discutí con Lozano varias alternativas curatoriales, pero una foto cambió todo y definió el rumbo del proyecto; se trataba de un pasillo vacío en una cuartería, al fondo se encontraba un sillón abandonado, caído en uno de sus extremos, era como la metáfora de un ser derrotado. Decidimos entonces documentar los espacios vacíos, ausentes, en un barrio que había tenido su esplendor en los años 40, pero que hoy se había “venido abajo”. Fue así como Lozano empezó a registrar salas, sastrerías, barberías, bares antiguos y nuevos, pero esos espacios tenían una característica: no había una tan sola persona en ellos, era como si todos se hubieran marchado.

El Barrio Abajo parecía un lugar fantasmagórico; allí solo quedaba la huella humana de algo que una vez fue. Daniela Lozano había captado en esas fotos el sentido de la ausencia total, de orfandad humana, de un espíritu colectivo desvanecido en la nada. Cuando vi las primeras fotos admito que sentí horror a ese gélido vacío, pero faltaba algo: exponer el vacío exterior del barrio. Guiada por ese interés, documentó una escena emblemática, se trata de una fotografía tomada al edificio del Instituto Hondureño de Seguridad Social, en esa imagen la gente también había desaparecido, la realidad humana y social ya no estaba presente, la ausencia era total, todo parecía una película de ficción como la cinta “Contagio” del año 2011, dirigida por Steven Soderberghh. El Barrio Abajo era ya la visión de un país ausente.

Sin saberlo, por lo menos no de manera consciente, Lozano estaba documentando la imagen de un país que hoy se retuerce en su propia angustia y soledad; la artista pudo intuir como lo hizo Giorgio de Chirico, la realidad de esas casas, edificios, plazas y calles vacías, donde solo se respira “El aire quieto de las fotografías” como dijo el poeta Roberto Sosa.

Hay en esas fotografías un doble silencio: el que está allí en la imagen como quietud inmanente y aquella que enmudece desde la propia representación de lo real, como si las calles y paredes se vistieran con átomos de silencio.

Esa quietud que presenta Lozano está muy lejos de la calma, en realidad es más cercana a la zozobra, hay en esas imágenes un tenso equilibrio, como si un leve quejido las pudiera agrietar.

Toda imagen fotográfica es el registro de un silencio, es un momento congelado, el recurso fotográfico nos ofrece una estética de la inmovilidad, pero en estas imágenes, la quietud es tan densa y filosa, que corta el espacio y por la herida silenciosa se desborda la siniestra sombra que hoy nos inmoviliza.

Estas fotografías son como “huellas que el tiempo va dejando en la memoria”, verso luminoso del poeta Marco Antonio Madrid. Son obras llenas de tiempo, torrentes de quietud aprisionados en el fijo espacio de la imagen. En estas piezas, el tiempo se abraza, mira hacia atrás para revelarnos el presente, son huella y destino.

Un lugar vacío nos interroga desde su propio silencio y nos pregunta qué fue de lo vivido. Un lugar que nos habla desde la ausencia también nos habla de nuestro vacío interior. Si estas fotografías, tomadas antes de que este atormentado país desapareciera en las sombras de sus paredes sin nombre, sirven para dialogar desde la luz que evapora el llanto, entonces el arte habrá levantado la esperanza a contracorriente de estos días infelices.