Forma parte de una familia de artistas. Su tío, Confucio Montes de Oca (1896-1925), es uno de los pintores hondureños más representativos del siglo XX, y su abuelo Zoroastro Montes de Oca, es uno de los pioneros de las libertades en Honduras, cuyo papel en las huelgas bananeras de los años 50 ayudó a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los “campeños” e impulsó la Reforma Agraria que sigue luchando por poner la tierra en manos de quien la trabaja: los campesinos.
Pero Leonardo no solo es actor, guionista, escritor, dramaturgo y pintor; es, también, un poeta excelso cuya poesía nace del “infierno que todos llevamos dentro” y de donde nacen “nuestras ansias de redención”. Es una poesía libre, libertaria y, sin embargo, opresa en las verdades que canta. Una poesía valiente.
EL HERALDO pone en manos de sus lectores la poesía de este hondureño tan valioso como Juan Ramón Molina o Roberto Sosa, para que su creación forme parte integral de la nacionalidad de los “catrachos” y de la historia del arte de nuestro país.
Porque, al igual que Darío, Leonardo siente que “cuando la Patria es pequeña, uno grande la sueña”, y en casi cincuenta años de carrera artística Leonardo se ha esforzado por engrandecer a Honduras, porque, como bien dice: “el Arte libera, forma y engrandece”. Y yo deseo que su poesía se quede con nosotros para siempre.
Poemas
UNO
Jamás las huellas
Del pasado Presente
Se arrodillan
Ante el altar
De la vida
Tanta causa perdida
En la nada filosofía
Seres mortales
Sin visión de futuro
Aún miro
El dolor en los ojos
De las madres
De los niños
De los hombres
Jamás las huellas
Del futuro Presente
Se arrodillan
Ante el altar
De la vida.
DOS
Los dardos del odio
Hieren
La piel de la tierra
Un canto desconocido
Suena en mi memoria
Como utopía
De tiempos mejores
En la larga espera
De las civilizaciones
Los heraldos de la muerte
Han llegado de mañana
Yo solo repito sus voces
TRES
Hoy
No me pidas nada
No tengo nada que dar
Solo abunda la nada
Y es para mí
He muerto tantas veces
Que una muerte más
No hace mella
Ojalá que no sea la última
CUATRO
El canto venía de la partícula más pequeña del fuego
Era para darse en un universo de sensaciones.
Era un sueño de piel
De gotas de rocío sobre la boca
De vestidos hecho de caricias
En su mente se dejó amar
Las huellas del ayer
Sobre el tapiz de la calle
Adoquines de sangre
Tienen un viejo jamás
En su vieja camisapiel
CINCO
Las sombras
Habitan la oscuridad del día
Lunaminan la noche
Sombras
Lluvias que traen cantos lejanos
Voces que lloran en silencio
Sombras
Existencias ignoradas
Sujetas a la piel
Las sombras
Cruzan los cuerpos oscuros
En fugaces luces
En el sidéreo eterno
Me gustan las calles
Sus sombras
Eres una de ellas
Las sombras
Mueren con los sueños
Los sueños
Mueren con sus sombras
Oscuridad
Sombra colectiva
Las sombras
Se deslizan torpes
Sobre la piel de la ciudad
La sombra
Que sobra
Es mi sombra
Tú sombra
SEIS
En los ojos de tu alma
Puedo sentir tu Deseo
En lo oculto
De tu orgullo carcelario
Ya no tengo para fingir
Un pedazo de tiempo
Ni un pañuelo
Ni un papel
Ni un verso robado a la madrugada
Ni una lágrima en el temblar de la boca
Ni una noche solitaria
Ni una luna sádica
Ni un canto melancólico
Ya no tengo para fingir
Miradas que se confunden
Entre la multitud
Deseos reprimidos
Besos clandestinos
Noches de entrega
Amor oculto
Oscuridad en silencio
Tu piel
Su piel
Conozco lo que existe
No temo a la noche
A la gente infeliz
A jugar a las estaciones
A vagabundear
A las lágrimas clandestinas
A la canción ignorada
Aprender a morir
A compartir espacio
al corazón ensombrecido
a la superficie del martiriotiempo
Suprimir el dolor
La mueca
La risa fingida
La verdad oculta
El saber amar
Los olores y las caricias
Que no vienen de tu piel
El saber ser único
Ni último.