Crímenes

Un renoir íntimo en el museo Thyssen

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23.10.2016

E l proceso de refinamiento conceptual que vivió el pintor francés Jean-Pierre Renoir se devela en lo que es quizá su muestra más íntima.

Esa “intimidad” en la obra de Renoir, tanto social, familiar como erótica, es el tema central de la retrospectiva del pintor impresionista, que se inauguró el martes en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.

La exposición, que estará abierta hasta el 22 de enero, reúne 78 obras prestadas de más de medio centenar de instituciones y colecciones de todo el mundo.

Instalada en dos salas del museo, devela su etapa impresionista, aunque su interés reside sobre todo en su exploración de períodos menos conocidos de la carrera del pintor, principalmente sus últimos cuarenta años, cuando revisó la tradición clásica, aun sin abandonar del todo el impresionismo.

También muestra facetas menos célebres, como sus retratos por encargo, más o menos logrados, de la alta sociedad parisina.

La muestra

Y es que, para Renoir, el arte era una experiencia corpórea, orgánica, y no el resultado de una elaboración intelectual. Eso, precisamente, considera Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, lo hace ser un pintor “desconocido e incomprendido. Aparte de cuatro o cinco iconos, su obra no ha terminado de llegar al público”.

Según Solana, “la intimidad” está en el corazón mismo de la pintura de Renoir (1841-1919). “Los protagonistas de Manet o Degas mantienen una distancia entre ellos y el espectador. Renoir dota a sus personajes de una proximidad tangible”, escribió el comisario en la presentación de la exposición.

Además que es frecuente en estas escenas observar “un juego de alternancia entre el contacto visual y el físico”, en el que un personaje observa a otro, quien le corresponde tocándolo, señaló.

Esta muestra del Museo Thyssen, que constituye la primera retrospectiva en España de la obra del francés, reúne 78 cuadros de hasta cinco museos distintos, de todas sus épocas.

“Renoir no es un pintor fácil. Por el contrario, se ha vuelto el más difícil de los impresionistas, porque se escapa del patrón de artista al que nos hemos acostumbrado en la tardomodernidad. No es artista post-Duchamp; aparentemente es anticonceptual”, explica el comisario.

Sí, es un pintor difícil, al visitante le cuesta entender su mensaje genuino de exaltación del placer cotidiano, de plasmación de un mundo sensorial sin pretensiones. “Renoir tenía un gran prejuicio contra los intelectuales”, continúa Solana, en una publicación que recoge el diario La Razón.

El comisario recordó que Renoir estimaba por encima de todo la “alegría de vivir”, el sentido y la evocación de los placeres, pese a vivir una dura artritis reumatoide que hacía tan dolorosa la ejecución de su arte.

Su “particular deseo de proximidad, de cercanía” se ubica en el centro de toda su obra, afirmó. De allí que al contrario de Degas, Renoir “tienda a ajustar el encuadre” para suprimir el paisaje y “concentrar la mirada sobre el rostro”.

A lo largo de las salas, el visitante podrá ver a la niñera “Gabrielle leyendo” y a los tres hijos del pintor, entre ellos Jean Renoir, el futuro gran cineasta, o Aline, su esposa, “Amamantando a su hijo” (1915).

La exposición también muestra una serie de paisajes pintados “por puro placer”, entre ellos una “Marina” de 1879 o su interpretación de la montaña Santa Victoria, muy apreciada por Cezanne (1888), así como desnudos monumentales y casi molestos, que recuerdan las primeras bañistas de Picasso.

Desde los retratos, las escenas cotidianas, las bañistas y los desnudos, los cuadros de ambiente como “Después del almuerzo”, Renoir se delata, dice el director de la pinacoteca madrileña, “en su deseo de entrar en sintonía con lo que pintaba. En toda su obra hay una particular querencia por la proximidad y la cercanía”.

De ahí que sus numerosas modelos viviesen en su propia casa, como parte integrante de la familia, o que sus propios familiares fueran retratados hasta sus últimos días