Hawái lucha contra escarabajo que amenaza sus emblemáticas palmeras cocoteras

A pesar de los esfuerzos, la erradicación total es incierta, y las autoridades buscan ganar tiempo para proteger estos icónicos árboles

  • 18 de agosto de 2025 a las 17:56
Hawái lucha contra escarabajo que amenaza sus emblemáticas palmeras cocoteras

Por Jack Truesdale / The New York Times

En todo Hawái, lo que parece un mal corte de pelo en el paisaje marca la lenta muerte de la palmera cocotera, ese ícono del paraíso. El culpable: el escarabajo rinoceronte del coco, un escarabajo brillante del tamaño de un pulgar que perfora las copas de las palmeras para alimentarse de savia. Hoy lo único que se interpone entre el escarabajo y un Hawái carente de palmeras es un pequeño equipo de científicos, personal de campo y perros rastreadores.

Cuando el escarabajo rinoceronte del coco, o CRB, llegó por primera vez a Hawái hace más de una década, la amenaza parecía estar bajo control. Pero el escarabajo se ha extendido en los últimos años. Las palmeras cercanas a Waikiki han mostrado señales del escarabajo —cortes en forma de V en sus hojas y perforaciones en sus troncos— llevando a las autoridades a tratar cientos de palmeras de Honolulú con insecticida. Esta primavera, trampas colocadas en la Isla Grande capturaron 10 escarabajos.

El escarabajo aún puede erradicarse en la Isla Grande, pero en Oahu y Kauai, contenerlo es la única opción. La labor recae en el Coconut Rhinoceros Beetle Response, una organización con sede en Oahu que se centra en crear zonas de exclusión de 450 metros alrededor de lugares de alto riesgo —aeropuertos, puertos, plantas de compostaje, viveros, etc.— para interceptar los escarabajos antes de que proliferen. El equipo coloca trampas, aplica tratamientos a las palmeras y prueba métodos para eliminar el escarabajo. Para encontrar las larvas, utilizan dos perros entrenados, Bravo y Penny. En total, el número de escarabajos muertos asciende a al menos 144 mil 503.

Un equipo de científicos inyecta insecticida a palmeras de Honolulú para intentar impedir que el escarabajo rinoceronte del coco taladre sus copas para alimentarse de savia.

Una mañana de mayo, Keith Weiser, subcomandante de incidentes de CRB Response, se dirigió a un barrio de viviendas militares cerca de Pearl Harbor para observar al personal de campo. Un escarabajo muerto en una botella tintineaba en el portavasos. El olor, parecido al de camarones podridos, llenaba la cabina. “Normalmente, los insectos se secan muy rápido”, dijo Weiser. “Pero estos son tan grandes que se pudren”.

Afuera de una casa con una sola palmera cocotera en el jardín, dos miembros del equipo descargaron lo que equivalía a un botiquín de primeros auxilios para árboles: una jeringa neumática de pistón, insecticida y un taladro. Uno de ellos desinfectó una broca, perforó un agujero en el tronco de la palmera e insertó la jeringa para administrar imidacloprid, el insecticida, al sistema circulatorio del árbol. El insecticida tarda aproximadamente un mes en llegar a la copa del árbol, momento en el que mata a cualquier escarabajo que tenga la mala suerte de llegar tan lejos.

El coco (Cocos nucifera), conocido en Hawái como planta de canoa, no es endémico de las islas. Los polinesios lo trajeron en canoa, junto con el taro, el plátano y otros productos básicos, para su uso en alimentos, bebidas y artesanías. El escarabajo rinoceronte del coco (Oryctes rhinoceros), originario del Sudeste Asiático, se considera invasor. En 1909, llegó a Samoa desde Sri Lanka, en material de siembra. Posteriormente, se dispersó por el Pacífico Sur, alimentándose de diversas plantas.

El CRB se detectó por primera vez en Hawái en el 2013.

El Estado está interviniendo para ayudar. Esta primavera, la legislatura hawaiana asignó 500 mil dólares anuales durante los próximos 2 años a CRB Response.

A final de cuentas, el equipo sólo puede retrasar la propagación del escarabajo, dijo Weiser. “No tenemos los recursos para detenerlo”, dijo. “Creo que simplemente le hemos dado a la gente más años buenos con las palmeras”.

© 2025 The New York Times Company

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