De toda la gente sacudida por el tumulto de la deuda y austeridad haciendo ruido por Europa, los holandeses, famosos por su prudencia pero incluso así prósperos, rara vez han estado en la lista de atención de cualquiera. Hasta ahora.
Este bastión de probidad se convirtió en un foco rojo de la conmoción de la eurozona la semana pasada, cuando el gobierno cayó en un enfrentamiento con respecto a cómo se reduce el presupuesto para impedir que la nación termine atrapada en la larga crisis de la deuda de Europa.
Esta acción concentró temores en otras capitales europeas en el sentido que la austeridad, en vez de ayudarles a los países a levantarse de nuevo, impedirá el crecimiento y volverá más difícil que se recuperen.
Es la prueba más dura de determinación económica para Países Bajos desde que la nación se convirtió en uno de los miembros fundadores de la unión de la divisa del euro, en 1999.
La semana pasada, ante una crisis que podría haber opacado la reluciente calificación de crédito del país, un gobierno provisional maniobró para aprobar un plan por 14,000 millones de euros (18,500 millones de dólares) para recortes al gasto y aumentos de impuestos. Dirigentes políticos reconocen que la austeridad retrasará incluso más a una economía de por sí en recesión.
Pero, en vez de protestar en las calles, como lo ha hecho la gente en Grecia, España e Italia, muchos holandeses enfrentan duros tiempos con una determinación característicamente sombría.
“Este país siempre ha pagado sus deudas, y el gobierno necesitaba presionar por seguir con la austeridad para poner nuestras finanzas bajo control”, dijo Ellen Bijl, dependienta de ventas en una boutique de plumas Montblanc y otros finos instrumentos para escribir en Kalverstraat, la calle de compras más concurrida de Ámsterdam.
“La gente teme por el futuro”, dijo, indicando hacia las calcomanías de 50 por ciento de descuento a lo largo de la calle, que van enfocadas a consumidores cada vez más desconfiados. “Sin embargo, es mejor superarlo rápidamente y seguir adelante”.
Bijl habla por experiencia. Vivió como expatriada durante 20 años, administrando su propio negocito en Grecia, antes que el colapso económico de este país la lanzara disparada de vuelta a su patria natal hace dos años para buscar seguridad financiera.
La deuda nacional de Países Bajos, en 65.2 por ciento del producto interno bruto, es considerable más baja que la de Francia (85.8 por ciento) e incluso Alemania (82.1 por ciento), con base en la agencia de estadística europea Eurostat.
Pero el déficit presupuestario de Holanda, en 4.6 por ciento de su producto interno bruto, está muy por arriba del límite de tres por ciento requerido por la Unión Europea, en tanto la recesión está dificultando incluso más la reducción de las deudas.
Ese nivel de déficit no es tan oneroso como, digamos, el de Grecia, que ronda por nueve por ciento, o el de Irlanda, en 13 por ciento.
Sin embargo, eso dificulta que los holandeses sigan siendo una de las voces más severas junto a Alemania - aún dentro de las reglas, con un déficit de uno por ciento - en la prédica de la rectitud fiscal para el resto de la eurozona.
Además, Holanda tiene toda razón en exhortar a las otras 16 naciones de la Unión Europea cuya divisa es el euro a que sean prósperas con prudencia.
Hasta hace poco, Holanda había lucrado enormemente de su pertenencia al club del euro, el cual ha creado un mercado europeo esencialmente sin fronteras y permitido que los holandeses valúen sus bienes y servicios a precios menores que cuando tenían su propia divisa fuerte.
A pesar de su diminuto tamaño y población de apenas 16.6 millones de personas, Países Bajos siempre ha peleado por arriba de su categoría, como uno de los líderes mundiales de comercio con un núcleo de gigantes industriales como Unilever, Philips, Heineken y Shell.
Estos puntos fuertes han convertido la economía holandesa en la séptima más grande del mundo con base en el PIB, al tiempo que le ha dado a Países Bajos un codiciado lugar en el pequeño club de países ricos de la eurozona en el área norte que han conservado sus excelentes categorías de crédito AAA, a la par de Alemania, Finlandia y Luxemburgo.
Sin embargo, Países Bajos cayó hace poco en su segunda recesión en tres años, a medida que la crisis del euro debilitó a las naciones a su alrededor.
Ochenta y cinco por ciento de la economía de 509,000 millones de dólares del país se compone de exportaciones, enviadas mayormente a Europa, donde el comercio se ha enfriado.
Una hora al sur de Ámsterdam, en el puerto de Róterdam, el mayor de Europa, se prevé que la actividad de barcos no registre crecimiento este año.
Los directores de las mayores empresas holandesas firmaron en fecha reciente una carta conjunta en la que les imploraron a dirigentes europeos que “actúen decisiva y creativamente” para darle solución a la crisis de la deuda en la región, ahora en su tercer año.
Sin embargo, la austeridad llega a la nación en una época delicada. El desempleo holandés subió a 5.9 por ciento en el cuatro trimestre.
Si bien esa aún es una de las tasas más bajas en la eurozona hoy día, cada vez es más difícil producir los empleos, particularmente para los jóvenes.
“La gente está hablando de una nueva generación perdida de personas jóvenes en Países Bajos”, dijo Suzanne, de 27 años, reclutadora de empleos que solo proporcionó su nombre de pila, mientras se preparaba para unirse a una multitud de ciclistas cerca del mercado de flores de Ámsterdam, al aire libre.
Alcanzar acuerdos a última hora es holandés
Ante la perspectiva de violar la regla de la eurozona sobre un déficit de tres por ciento, el ministro de finanzas, Jan Kees de Jager, impulsó vigorosamente el paquete de presupuesto de acuerdo mutuo la semana pasada en el fracturado Parlamento del país.
Eso calmó el caos que había estallado apenas unos días antes, cuando el Primer Ministro Mark Rutte renunció luego que el populista líder del Partido Libertad, Geert Wilders, rechazara la medida de austeridad por considerar que golpearía a los más vulnerables de la sociedad.
Wilders fue marginado a final de cuentas, y los holandeses han transmitido el borrador del presupuesto a la Comisión Europea para una inspección.
Sin embargo, la revuelta de Wilders fue un recordatorio del atractivo que están ganando políticos de la derecha extrema a lo largo de la eurozona en la dura respuesta en contra de la austeridad, lo cual va marcado por un sentir antiinmigrante.
Alcanzar un trato sobre el presupuesto a última hora era típico de una cultura holandesa de compromiso que se remonta varios siglos, cuando facciones opuestas tuvieron que trabajar juntas para impedir la inundación de sus tierras bajas.