Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, quien a sus 70 años figura otra vez como papable, es el polifacético cardenal hondureño que catapultó su prestigio en la lucha social contra la deuda externa, pero que fue arrastrado por la división abierta en Honduras por el golpe de Estado de 2009.
El carismático arzobispo de Tegucigalpa, cuyo nombre suena como candidato latinoamericano para sustituir a Benedicto XVI tras su renuncia, no se define ni de izquierda, ni de derecha. En febrero, ante la prensa, criticó al marxismo por suprimir el individualismo y al “capitalismo salvaje” por “exagerar el individualismo”.
Quien siempre fue respetado y admirado por todos, vio deteriorada su imagen tras el derrocamiento de Manuel Zelaya por una alianza de políticos, empresarios, militares y otros grupos conservadores que criticaban al presidente de Honduras su acercamiento al mandatario venezolano Hugo Chávez y lo acusaban de querer perpetuarse en el poder.
Fue blanco de críticas luego de que en plena crisis política, de fuerte presión internacional por el restablecimiento de Zelaya -enviado al exilio en el golpe-, le pidió no retornar porque “podría desatar un baño de sangre”.
El religioso, quien dice ser víctima del odio y la división en su país, llegó a denunciar públicamente que recibió amenazas de muerte luego de, según sus palabras, tomar “una posición en defensa de la democracia”. Desconocidos dispararon contra su oficina, en el centro de la capital, aunque él estaba fuera del país.
Brillante carrera
Políglota (habla español, inglés, francés, italiano, alemán, portugués, latín y griego), amante de la música (saxofonista, pianista y guitarrista) y piloto de aviación, Rodríguez Maradiaga nació el 29 de diciembre de 1942 en Tegucigalpa, en el seno de una familia de clase media. Cursó primaria y secundaria con los salesianos y en 1960 se graduó de maestro.
Ingresó a la Congregación Salesiana de Don Bosco en 1961 y al Seminario Mayor de Tegucigalpa, donde estudió teología, filosofía y música.
Vistió por primera vez la sotana de sacerdote en 1970 a los 28 años en Guatemala, donde inició su vertiginosa carrera al asumir en 1975 como decano de la Facultad de Teología de la Universidad Francisco Marroquín. En 1981 regresó a Honduras y ejerció tres años como obispo de la Diócesis de Santa Rosa de Copán.
En 1993 fue nombrado arzobispo de Tegucigalpa. De 1996 a 1998 fue presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), desde donde lideró la campaña Globalización de la Solidaridad, para que se condonara la deuda a los países pobres.