Tegucigalpa

Histórica saga de incendios

El primer incendio del que hablan los locatarios se remonta a 1924, cuando el mercado San Isidro fue víctima de las llamas a raíz del conflicto armado generado por los caudillos nacionalistas Tiburcio Carías Andino, Vicente Tosta y Gregorio Ferrera

19.02.2012

Los incendios siempre han estado al acecho de los mal construidos mercados capitalinos favorecidos en alguna medida por el desorden en que han operado los locatarios y por la falta de una visión integral que les permita tener instalaciones dignas.

Esta carencia de visión, tanto de locatarios como de las autoridades edilicias y del gobierno central, ha provocado que las inundaciones también hayan hecho de las suyas con esta zona popular frecuentada por la población de bajos recursos.

La falta de una efectiva organización, como la tiene la Feria del Agricultor, ha derivado en la presencia cada vez mayor de la delincuencia común en detrimento de decenas de miles de consumidores que a diario visitan los mercados.

El primer incendio del que hablan los locatarios se remonta al año 1924, cuando el mercado San Isidro fue víctima de las llamas a raíz del conflicto armado generado por los caudillos nacionalistas Tiburcio Carías Andino, Vicente Tosta y Gregorio Ferrera, quienes protagonizaron la más sangrienta de las guerras civiles que experimentó el país en el siglo pasado.

A finales de la década de los ochenta fue pasto de las llamas el mercado álvarez, y a finales de los noventa corrió la misma suerte el mercado Colón. El 30 de julio de 2009, un mes después del derrocamiento de Zelaya, unos 218 puestos de venta de los mercados Colón, Las Américas, San Isidro y la Quinta Avenida de Comayagüela fueron pasto de las llamas.

El 23 de octubre del año pasado un incendio consumió 20 puestos en el mercado Galindo, siempre en Comayagüela. Las poco supervisadas instalaciones eléctricas, la carga adicional de energía, la explotación de chimbos y hasta mano criminal aparecen como principales causas de los incendios.

Millones en pérdidas materiales, y hasta vida humanas, han ocasionado estos fenómenos que ya parecen una costumbre entre esta modalidad de comercio que representa el 60 por ciento de la economía capitalina.