Hondureños en el Mundo

Al volver a Honduras construiré mi casita

Este hondureño no tenía ni para regalarle una charamusca a sus hijos y ahora ya piensa en construir su casa en su natal Reitoca para él y su familia, para lo cual ya tiene ahorrados 120,000 lempiras.

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15.07.2012

La apariencia de hombre fuerte y rudo que mostraba Otoniel Flores al inicio de la entrevista se fue desvaneciendo a medida relataba su historia.

El recordar esas tardes de domingo, cuando su hijo lo halaba de la mano para llevarlo a la pulpería donde le pedía un churro o un confite, le secuestran el pecho y la voz se le quiebra.

Las venas le brotan por la frente y por toda su cabeza semicalva. Quizá lucha con todas sus fuerzas para no gritar esa frustración.

“Era duro para mí decirle a mi hijo que no tenía dinero...” se sincera al mismo tiempo que asoma por sus ojos algo indescriptible, quizá ira o frustración.

“La señora de la pulpería siempre era buena conmigo, le daba lo que mi hijo me pedía, y ella solo me decía que lo iba apuntar en la lista, para que yo se lo pagara después”, detalla.

Sin embargo, el día de pago era difícil para Otoniel, pues lo que devengaba como albañil no le “ajustaba” para todas sus obligaciones. Es por eso que aplicó para irse a trabajar en un programa temporal en Canadá.

Desde entonces su vida ha dado un giro, a su favor, de 180 grados.

“No ha sido tan difícil para mí acoplarme en este país, difícil ha sido haber vivido tanto años en Honduras con todos los problemas que tuve”.
Otoniel, originario de Reitoca, Francisco Morazán, labora en una granja de chiles desde hace un año y asegura que “mi vida en Honduras no fue la mejor, viví mucha pobreza”.

Actualmente este catracho se siente privilegiado porque por el mismo esfuerzo empeñado en su trabajo tiene mejores ingresos y puede darse el lujo de complacer a sus pequeñines con los placeres que les ofrece la pulpería de la esquina: una charamusca, una galleta, un confite, algo que les dibuje una sonrisa a sus crías.

“Gracias a Dios hoy mi hogar sonríe... estoy muy contento de estar aquí”. Ahora devenga cerca de 20,000 lempiras mensuales.
Para él lo más difícil ha sido la nieve, pero “todo lo demás está bien”.

El sueño de este catracho es continuar en este programa de trabajo temporal. “Espero que me vuelvan a elegir, mi vida cambió drásticamente, hoy, con un año de estar aquí, ya compré mi solarcito hace cuatro meses, me costó 105 mil lempiras”.

Su rostro a veces muestra destellos de alegría, sobre todo cuando habla de su futuro.

“Ahora ya no voy a vivir de arrimado con mis padres, porque con el año que me queda de trabajar aquí pienso ahorrar para comprar los materiales para ir yo a construir mi casita”.