Honduras

La voz del amor que el cáncer no venció

Edgar Iván Colindres Pavón, de 39 años, más conocido como “El Químico del Amor”, es un sobreviviente de cáncer de garganta y con su voz lleva un mensaje de esperanza a los jóvenes del país.

02.03.2014

Con su voz cada domingo le rinde tributo al amor.

Su talento se posiciona desde hace varios años en el programa La Química del Amor, en la popular radio juvenil XY, la cual ha convertido en un pódium rebosante de consejos para los embrollados problemas del corazón.

Para él, un profesional periodista, ingeniero y con varias maestrías, el amor es la base de la que se desprende la salud mental que logra generar bienestar en sus radioescuchas.

Sus mayores logros giran en torno a la búsqueda de soluciones para varios de sus oyentes, para quienes ha logrado desde reconciliar parejas divorciadas hasta dar un consejo para proteger el mayor regalo de Dios: la vida.

Su amor por la vida está a flor de piel, quien le conoce puede describirlo como un hombre aguerrido, dinámico, consejero y con una simpatía que convierte una conversación en un agradable y conmovedor encuentro.

Pero detrás de la voz del “Químico del Amor”, como sus radioescuchas le han bautizado, existe una historia de lucha, lágrimas y valentía que muchos no saben.

Es ahí, sentado en una silla de cuero negro, dentro de una pequeña y oscura oficina, que Edgar Iván Colindres Pavón, de 39 años, relató a EL HERALDO su regreso a la vida después de librar una batalla contra el cáncer de garganta.

“Yo trabaja desde pequeño en política con mi papá, cuando cumplí 15 años comencé a liderar un grupo de jóvenes y en esa etapa me comenzó una cuestión sencilla como amigdalitis”, relató Colindres.

“Como uno está joven pensé que se me iba a pasar con una pastilla, con una ida al médico, pero no fui”, comentó.

El tiempo pasó y pese a que el malestar no desaparecía Edgar continuó con sus actividades normales y comenzó a trabajar en el fisicoculturismo.

“Y claro, cuando uno comienza pequeño a hacer ejercicio lo hace más por vanidad, en aquel momento fui fisicoculturista, me miraba muy bien físicamente y no pensé que una enfermedad me iba atacar la vida”, comentó.

Esta nueva rutina, sumada a sus estudios y a sus actividades políticas eran el pretexto perfecto para asegurar que no tenía tiempo para acudir al médico y verificar que el cáncer había empezado a afectar su garganta.

“Pasaron tres años de los 14, 15 y 16 años que padecía mucho de la garganta, iba donde el médico y me daban algunos antibióticos, me descuidé y el burrito, el rebelde en la adolescencia, decía ‘no me va pasar nada’”, dijo mientras en su rostro se figuraba una sonrisa.

Entre los 17 y 18 años Edgar continuó con la molestia, pero esta vez el ardor de la garganta llegó para quedarse.

“Me daba miedo ir donde el médico porque tenía el ardor y no me lo quitaba nada, fui viendo que iba bajando de peso muy rápido”, explicó mientras por unos segundos interrumpe su relato, junta sus manos y sus ojos oscuros intentan esconder la tristeza en forma de lágrimas.

“Hablar de esto se me hace difícil porque recuerdo todo, llegó un momento que mi mamá, María Dominga, la persona que siempre estuvo a mi lado, me dijo: ‘Tenés que ir al médico, esa escupidera que tenés no es bueno’”, recordó.

“Fui al Hospital Escuela, me dieron un diagnóstico simple, me dieron medicamentos normales me dijeron que lo que tenía era una amigdalitis”, dijo.

Edgar y su madre buscaron segundas opiniones pero todos los médicos concluían en el diagnóstico inicial hasta que le fue prescrita una biopsia.

“Había un practicante en el Hospital Escuela y me dijo que lo que tenían que hacerme era una biopsia, un estudio de una flema, me hicieron tres exámenes y en ese me confirman que tengo células cancerosas”, contó.

La lucha de Edgar comenzó al lado de su madre con la aplicación de medicamentos, pero no los indicados para combatir su gravedad.

“En un segundo diagnóstico el doctor me dice: Edgar, lo que tenés es cáncer en la garganta, es un problema grave en la garganta, no es de antibióticos, fue un impacto para mi vida, pensé que me iba a morir”, relató.

El diagnóstico era aterrador, el cáncer que seguramente inició a sus 15 años había creado laceraciones en las amígdalas, la garganta, la laringe y la faringe.

“Ya no podía tragar mucho, cuando tragaba comida me ardía y me dolía mucho, el doctor me dijo que debía ir al Hospital Escuela porque el tratamiento era carísimo y me advirtió: ‘Si seguís así vas a tener tres meses de vida’, eso me impactó más”, recordó.

“Yo me aislé, ahí supe quiénes de verdad eran mis amigos, mi mamá estaba ahí diciéndome que Dios me iba a sanar, pero no tenía dinero, algunos amigos me daban pero no era lo que necesitaba para los medicamentos”, señaló.

El recuerdo invadió su mente y en solo minutos Edgar rompió en llanto, la dificultad económica lo había llevado a una postura de resignación, por no lograr continuar con su tratamiento.

“Le decía a mi madre: ‘me voy a morir pero me quiero morir con Dios’, me acuerdo que mi papi había conseguido un cuadrito del corazón de Jesús yo ponía el cuadro en la pared y me ponía a orar”, dijo.

“Empecé con un proceso muy espiritual, creo que ahí, conocí a Dios, empecé a leer La Biblia, nunca había leído La Biblia en mi vida, eran noches difíciles me quedaba dormido llorando en el suelo y mi madre siempre a la par mía”, detalló.

Los días pasaban y Edgar ya se sentía débil, había cumplido 19 años y solo faltaban nueve días para que los tres meses que le quedan de vida terminaran.
“Yo me había quedado en la casa, no fui a quimioterapia, ya no podía comer, tenía unas llagas que se me habían unido y no podía tragar”, comentó.

“Un día encendí el televisor, estaba un argentino, era el primer caso de sida, ese caso me impactó, relató que llegó un pastor y le dijo Dios te ama y que le comenzaron a salir lágrimas calientes como el fuego y yo dije, si él se sanó yo me puedo sanar”, relató con notable emoción.

El poder de Dios

Algo que para Edgar fue “el poder de Dios” sucedió días después.


“Puse dos velas, yo hice un pacto con Dios, le dije que si me sanaba yo iba a ver por los jóvenes, esta es la verdad más grande que he contado, estaba orando y empecé a llorar lágrimas que quemaban, cuando abrí mis ojos yo vi a Jesús parado frente a mí”, relató con notable emoción.

Edgar aseguró que esa noche obtuvo la sanidad de su cuerpo, misma que fue confirmada semanas después con exámenes prescritos por el médico.

“Esa noche pude comer, me acuerdo que mi mamá me dio una tortilla con quesillo, después fui al médico y él no lo podía creer, él me dijo ‘Edgar estás bien, tu garganta está bien”, recordó.

A partir de 1990, luego de haber vencido el cáncer, Edgar comenzó su proyecto en la radio y tal como lo prometió consagró su voz para llevar una palabra de ánimo y aliento a las personas que como él han atravesado o enfrentan una difícil situación.

Ahora nuevos proyectos se suman a la vida de Edgar, quien sueña continuar con proyectos de ayuda para niños y adultos que luchan contra el cáncer.

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