Tegucigalpa, Honduras
La idea surgió sin ningún tipo de motivación.
“Yo puedo cantar”, dijo a EL HERALDO mientras dibujaba en su rostro una agradable y tierna sonrisa.
“Le he cantado a ‘Pepe’ (Porfirio) Lobo y a Juan Orlando Hernández (expresidente y presidente de Honduras respectivamente)”, comentó a manera de demostrar que su capacidad ya ha sido escuchada por personajes de suma importancia para la sociedad.
“¿Y cuál canción vas a cantar?”, preguntó EL HERALDO al simpático Pedro, un joven de 19 años. “Una de Camilo Sesto”, respondió el joven.
Segundos después, la verde grama del Instituto Psicopedagógico Juana Leclerc se convirtió en el escenario para que Pedro interpretara con entusiasmo su melodía favorita: “El amor de mi vida has sido tú”.
El canto ha sido para Pedro, un niño con síndrome de Down, una herramienta muy útil para su desarrollo, sobre todo para mejorar su lenguaje.
La afección de tipo genética que Pedro tiene forma parte de los tipos de enfermedades de la discapacidad intelectual.
Esta discapacidad se caracteriza por una disminución de las funciones mentales, como la inteligencia, el lenguaje, el aprendizaje, entre otros, así como de las funciones motoras.
Este tipo de discapacidad abarca toda una serie de enfermedades y trastornos, dentro de los cuales se encuentra el retraso mental, la parálisis cerebral, autismo, el síndrome de Angelman, el síndrome de Down, entre otros.
La atención
Son niños, jóvenes y adultos con estas afecciones los que encuentran una oportunidad educativa en el Instituto Psicopedagógico Juana Leclerc, que brinda atención a una población mayor de 2,700 personas.
Esta escuela abre las puertas a niños y niñas desde los tres años de edad y con distintos tipos de discapacidad intelectual.
Según Mirian Andrea Mendoza, directora ejecutiva del centro, la institución trabaja con base en una estrategia de desarrollo inclusivo comunitario.
Esta estrategia permite que jóvenes con discapacidad intelectual puedan aprender oficios como la panadería, floricultura, producción y envasado de condimentos, elaboración de manualidades como tarjetas decoradas, además de la pintura y el deporte.
Esto como parte de apoyos que los menores reciben como terapias especializadas sensoriales, de lenguaje, psicológicas y pedagógicas.
El obstáculo
Sin embargo, este sector también se ve vulnerado en la inserción laboral por el rechazo que sufren.
Pese a que la Ley de Equidad y Desarrollo para Personas con Discapacidad indica que la empresa privada y el gobierno deben por cada 100 empleados contratar 4 personas con algún tipo de discapacidad, la normativa no se cumple.
Según Mendoza, es mínimo el porcentaje de personas con discapacidad intelectual que logran obtener un trabajo.
Además se ven limitados por el escaso personal y de escuelas especiales para su condición.
Pero el mayor problema que enfrentan las personas con discapacidad intelectual es el rechazo de su familia, según Mendoza.
Indicó que en muchos de los casos los niños, jóvenes y adultos con esta discapacidad son ocultados por las familias.
La especialista explicó que este rechazo es producto de la inmensa necesidad de atención que requieren estas personas y que para muchas familias es visto como una carga.
Además, indicó que esta población se expone a una discriminación doble de la sociedad, ya que en muchas ocasiones son rechazados por la sociedad por su mismo aspecto y por su lento aprendizaje.
El apoyo
Pero no solo se trata de la poca apertura que estas personas tienen en la sociedad sino también del poco apoyo por parte del Estado a instituciones dedicadas al cuidado y enseñanza integral de menores, jóvenes y adultos con distintos tipos de discapacidad.
“En el caso del Juana Leclerc, siempre ha estado con dificultades económicas porque el presupuesto es muy limitado”, dijo Silvia Escoto de Amaya, subdirectora administrativa financiera del centro.
“Aún teniendo el apoyo del gobierno, de la cooperación internacional y de las actividades institucionales que nos ayudan a poder cubrir el presupuesto, sin embargo, nunca es suficiente”, agregó la docente.
Detalló que el presupuesto de la institución es de 14 millones de lempiras anuales, es decir 1.92 lempiras para cada una de las 2,700 personas que atiende el centro.
Señaló que esta situación genera un déficit de un millón y medio de lempiras.
“Una de las cosas que nos favorecería bastante es que el Estado nos hiciera las transferencias cada mes, pero siempre tenemos el problema que se atrasan y siempre tenemos que atrasar el pago a empleados y a proveedores”, manifestó la señora De Amaya.
“Ahorita tenemos atrasos de parte de abril, mayo y junio, y como nuestro presupuesto es tan limitado, un poquito de atraso ya nos trastoca todo”, comentó.
Escoto de Amaya detalló que en la atención de un menor con discapacidad intelectual se requieren aproximadamente unos 3,200 lempiras mensuales.
Este monto incluye la alimentación y el traslado de menores, que disponen de microbuses para su llegada o salida.
“La educación especial es cara, por decirlo así, y por eso es que no logramos cubrir todas nuestras necesidades”, indicó.
“El trabajo de las personas con discapacidad está casi a nivel privado, el Estado no tiene centros y los que hay no son los más adecuados”, indicó.
En el país existen más de 70 instituciones, entre estatales y privadas, y sin fines de lucro, para más de 850 mil hondureños que sufren de algún tipo de discapacidad.
Para ellos, el Estado solo destina al año 29 millones de lempiras, lo que equivale a una inversión anual de 34 lempiras por persona con discapacidad.