Honduras

Emergen vestigios de Ciudad Blanca

En una expedición sin precedentes en el periodismo nacional, EL HERALDO se interna en La Mosquitia para buscar la evidencia científica tras la reciente noticia del hallazgo de un asentamiento arqueológico que sería la respuesta a una leyenda de varios siglos. Ir a Especial: Ciudad Blanca

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07.04.2014

Como un secreto que se revela al mundo, la noticia del hallazgo de la mítica Ciudad Blanca abrió las puertas al conocimiento de una cultura cuyo legado ha permanecido encerrado en esta enigmática región del noreste de Honduras.

Aunque hay teorías que atribuyen a los mayas o toltecas los vestigios arqueológicos que dan fe de una o de varias ciudades perdidas en La Mosquitia hondureña, la de mayor fuerza y credibilidad es la que apunta a la presencia hace cientos de años de una tradición cultural chibcha.

“Tenemos la buena noticia de un importante hallazgo científico que va a beneficiar a nuestro país y será de interés para la comunidad científica internacional, va a impulsar el turismo y fortalecerá el buen nombre de Honduras a nivel mundial”, reveló el ministro de Interior y Población, Áfrico Madrid, el pasado 15 de mayo.

En una rueda de prensa en la que se hizo público el hallazgo, el equipo de investigación liderado por el cineasta Steve Elkins reveló que con el uso de la nueva tecnología satelital facilitada por la Universidad de Houston -conocida como LiDAR-, que permite observar el suelo de la selva despejándolo de la vegetación, se pudieron identificar restos de construcciones humanas que llevan a pensar en una antigua ciudad indígena perdida en el corazón de La Mosquitia hondureña.

Esta ciudad, para muchos, podría tratarse de la confirmación de una leyenda conocida como Ciudad Blanca.

El descubrimiento


De acuerdo con Virgilio Paredes, gerente del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), “la extensión de estas ruinas es mayor a la del parque arqueológico de Copán (....) las edificaciones ocupan un área de 5 kilómetros cuadrados en medio de la selva, en una ubicación de bosque primario a la que no ha llegado el hombre. Será necesario el uso de una operación aérea para poder acceder al terreno. Los hallazgos no se han hecho en la zona de Olancho, como cree mucha gente que es el lugar de la mítica Ciudad Blanca, sino en un punto de La Mosquitia en el departamento de Colón”, expresó.

Steve Elkins, cabeza del equipo que hizo el descubrimiento, reveló en su día que a través del LiDAR han podido reconocer “formaciones que no parecen ser naturales y que con casi toda certeza fueron hechas por el hombre”.

Comentando una pequeña porción del hallazgo que fue revelada al conocimiento público, Elkins explicó que “se pueden ver formas casi de pirámides, montículos que no sabemos exactamente qué son, pero que no son naturales, y que me parece que miden entre 25 metros de largo por 4 metros de altura. Se necesita más investigación arqueológica para determinar de qué se trata exactamente”.

¿Nuevo enfoque para La Mosquitia?


Bajando el tema a términos de interés nacional, el gerente del IHAH, Virgilio Paredes, compartió que “el descubrimiento de estas ruinas ha llevado al gobierno a tomar nuevas medidas para proteger el patrimonio. El pasado 11 de junio el Poder Ejecutivo firmó un nuevo acuerdo de protección, declarando un área de 1,000 kilómetros cuadrados como zona de protección arqueológica”.

El interés que despertó el descubrimiento de estas ruinas lleva a un nuevo enfoque acerca del valor de La Mosquitia, por lo menos en lo que a legislación se refiere.

Pero como se mostrará más adelante en este reportaje, la riqueza arqueológica, biológica y cultural de La Mosquitia, que desde hace décadas se encuentra protegida por las leyes hondureñas, sufre graves daños actualmente a causa de la destrucción producida por el crecimiento sin control de la frontera agrícola dentro de la zona protegida y la falta de una actividad económica que haga rentable la protección y sostenibilidad del medio ambiente.

El mito de la Ciudad Blanca


Cuenta la voz popular que desde la llegada de los españoles a Honduras se ha especulado sobre la existencia de una ciudad llena de oro perdida en la selva de La Mosquitia.

Se cree que la leyenda, por lo menos para las personas de habla española, comenzó con Hernán Cortés en 1526, quien tan solo cinco años después de haber conquistado Tenochti tlán (lo que ahora es Ciudad de México y antes fue la capital del Imperio Azteca) visitó las tierras sobre las que ahora se levanta Trujillo en nuestra costa norte.

Además de ponerle a este puerto el nombre del pueblo español en el que nació, que más adelante sirvió como primera capital de Honduras, Cortés intentó encontrar una legendaria ciudad de la que había escuchado hablar en México, a la que los nativos mexicanos llamaban Huetlapalan: “Tierra vieja de barro rojo”.

En los pueblos conquistados por Cortés, cuyos comerciantes hacían viajes al sur, se hablaba sobre las riquezas que existían en Centroamérica, la llamada “ruta del oro”.

Pese a la infructuosa búsqueda que hizo Hernán Cortés de la ciudad perdida, el relato que dirigió el obispo español Cristóbal de Pedraza, asignado a Honduras en 1539, al Rey de España sobre la existencia de poblaciones indígenas ricas en oro no hizo más que alimentar la curiosidad por esta leyenda.

En su escrito “Relación de la Provincia de Honduras e Hibueras por el Obispo Cristóbal de Pedraza”, el clérigo español relata su exploración del territorio.

En el recorrido, partiendo de la población de Naco hasta Trujillo, y haciendo alusión a Taguzgalpa (antiguo nombre de La Mosquitia), Pedraza relató a su monarca lo que escuchó de la hija de un cacique acerca de la próspera ciudad de la que provenía: “vna india de las que tomaron de la que se dezía la haga que era la hija de vn señor principal que su padre y todos los mas principales de aquella tierra comían en platos de oro señalando los platos en que nosotros comíamos y vn anillo que llevaba vn hidalgo” (sic).

Si se trató de algo cierto, un problema de traducción o de las declaraciones de una muchacha exagerada, no importó, pues casi 500 años después este antiguo e inexacto relato de una próspera ciudad indígena en Honduras sigue siendo noticia, hoy más que nunca con el descubrimiento de ciudades perdidas.

Otra vertiente de la leyenda de Ciudad Blanca es el mito del pueblo pech, que actualmente vive en la zona. Los pech cuentan de una gran ciudad de sus antepasados perdida en la selva, y a la que prefieren no llegar por respeto a los dioses que la habitan.

En su libro Mitos, leyendas y ritos de los pech (1989) el escritor Lázaro Heliodoro Flores afirma que los pech son herederos de una cultura que los supera en la actualidad y de la cual son representantes. Toda la zona donde antiguamente se asentaron está cubierta de restos arqueológicos y según la leyenda existe una ciudad perdida en la inmensa selva olanchana.

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Fantasía y especulación


En 1939, el explorador estadounidense Theodore Morde alegó haber encontrado en la selva de Honduras 'una metrópolis prehistórica en la que se practicaban sacrificios en honor de un gigantesco símbolo representando a un simio', y relata la extraña ‘danza de los monos muertos’ practicada por los nativos, 'en cuyas venas corre todavía esta sangre ancestral'.

Esta historia increíble fue publicada un año después por el diario 'Milwaukee Sentinel' en el especial 'En la ciudad perdida del antiguo dios mono de las Américas.

Morde, efectivamente, estuvo en La Mosquitia, y aunque prometió regresar para dar más luz sobre su supuesto hallazgo arqueológico, murió atropellado por un carro mientras coordinaba una segunda expedición a la selva hondureña. Posteriores excursiones por parte de un instituto del Reino Unido que iba a financiar su expedición finalmente se llevaron a cabo, aunque de forma infructuosa.

El nombre de Ciudad Blanca podría deducirse de la explicación que brinda Jorge Salaverri, dasónomo e ingeniero forestal nacido en La Mosquitia, que ha guiado a grupos de investigadores y turistas más de 80 veces por la cuenca del río Plátano. 'Hay un punto en el río donde hay un acantilado de piedra caliza, blanca, que es llamado Casa Blanca por la gente. En realidad se trata de una formación natural que se puede ver desde lejos'.

Mito vrs. ciencia


El mito de la Ciudad Blanca no ha hecho más que alimentarse desde tiempos de la Conquista, aunque también en el último siglo los esfuerzos de la ciencia por expandir el conocimiento sobre nuestro territorio y nuestra historia nos ayudan a entender mejor qué es mito y qué es realidad.

Los arqueólogos y antropólogos profesionales que han trabajado en La Mosquitia muestran una postura poco crédula de estas versiones del origen e identidad de la ciudad perdida, por una serie de razones que se expondrán a lo largo de este trabajo.

El lento avance de la ciencia


Se pueden resaltar los esfuerzos de don Jesús Aguilar Paz, quien se trasladó en mula a La Mosquitia para elaborar el primer mapa de Honduras publicado en 1954, como un importante aporte al conocimiento que se ha obtenido de la zona. Aguilar Paz identificó en su mapa un punto entre las montañas de La Mosquitia con un signo de interrogación y el nombre de Ciudad Blanca.

Más importante aún, contó en Tegucigalpa acerca de la abundante riqueza arqueológica que halló, y esa experiencia compartida contribuyó a que la zona fuese declarada Parque Arqueológico Nacional en la década de los 1960.

Este fue el primer título de protección oficial que se otorgó a la más grande de las selvas hondureñas, y la segunda más grande del continente americano. Además de los esfuerzos del cartógrafo Aguilar Paz, varios arqueólogos y estudiosos también se han adentrado en la zona durante los últimos 100 años, dejando como legado pequeños aportes de conocimiento real acerca de estas ruinas y los antiguos pobladores que las habitaron.

Con fechas más recientes, los arqueólogos Paul Healy y George Hasemann, entre otros, han trabajado en el este de Honduras con el objetivo de conocer mejor la historia de estas ruinas y las gentes que las construyeron. Posiblemente un arqueólogo destaca sobre el resto al haber dedicado los últimos 20 años al estudio científico de los vestigios de La Mosquitia.

El Dr. Christopher Begley, quien presentó su tesis doctoral en la Universidad de Chicago en 1991 acerca de las relaciones de poder y gobernanza entre los antiguos asentamientos de La Mosquitia, compartió con EL HERALDO las reflexiones acerca de sus hallazgos en nuestras selvas.

Lo que se sabe hasta el momento


De acuerdo con el Dr. Begley, 'hay tantos restos arqueológicos en La Mosquitia que siempre se va a estar encontrando una nueva Ciudad Blanca. Lugares a los que antes se les llamó con este nombre son lugares ahora conocidos, y en muchos casos abandonados o utilizados como potreros para ganadería o campos de agricultura de subsistencia'.

Begley también destaca que la riqueza arqueológica de La Mosquitia es muy amplia y, hasta cierto punto, distinta a la del resto del país. Sobre sus antiguos habitantes, refiere que 'no hay indicios de que fuese un territorio poblado por mayas, toltecas o cualquier otro pueblo mesoamericano'.

Más bien, los arqueólogos coinciden en que se trataba de poblaciones que tenían conexión con otras ubicadas más hacia el sur de Centroamérica y el norte de Colombia.

'No podemos decir que esta ciudad (perdida) no era maya o tolteca, por el simple hecho de que no la hemos visto todavía', pero toda la labor arqueológica que se ha hecho en la zona hace pensar que, sea lo que sea que se descubrió, es la ruina de un poblado de habla chibcha, cuyos descendientes todavía viven en el este de Honduras.