Honduras

Caipac, el centro de formación de no videntes

El Centro Artesanal e Industrial para Ciegos desde 1983 se ha dedicado a la profesionalización de personas con baja visión en las áreas de masoterapia, alfarería y música, entre otras

18.08.2018

COMAYAGÜELA, HONDURAS. -Fernando Hernández, Kenia Cadena y Rixi Ruiz viven sumergidos en un mundo a oscuras mientras que sus pasos son guiados por un bastón; ellos, al igual que otros hondureños no videntes, luchan por ser aceptados en una sociedad donde los desafíos no son sencillos.

La reinserción es precisamente el objetivo que persiguen organizaciones como el Centro Artesanal e Industrial para Ciegos (Caipac), ente que trabaja con personas de poca visión desde 1983.

Ubicado en la comunidad de Santa Lucía, Caipac se ha convertido en el refugio de personas no videntes que desean con esmero ser personas comunes y corrientes que luchan por sus sueños.

Su misión es rehabilitar y formar a los alumnos en el ámbito profesional y cotidiano para que se adapten a la sociedad y puedan valerse por sí solos.

En su internado albergan a 49 personas de diferentes partes del país, entre los 17 y 66 años, en este lugar además de encontrar un centro de estudio también han encontrado una familia donde el dolor y las enfermedades del otro se sienten como propias.

La licenciada Irma Barahona, directora del centro, quien lleva tres décadas luchando por los derechos de sus alumnos, asegura que “los rehabilitamos en técnicas y destrezas que les permitan a ellos montar sus propias empresas en áreas como la música, alfarería, masoterapia, computación y administración de viveros, además les enseñamos a leer y escribir a través del sistema braille, ellos también reciben clases de computación gracias un sistema de software que se le integra a las máquinas.

Reciben clases de movilidad y orientación para que se desplacen de un lugar a otro, otra de las áreas que reforzamos es la de AVD (Actividades de la Vida Diaria) para que aprendan a realizar las tareas básicas del hogar”, dijo Barahona.

Historias de vida
Caipac es un cúmulo de vivencias donde se recopilan aquellas historias de personas que por haber nacido con una discapacidad física se enfrentaron al desprecio y al descuido de aquellos que los trajeron al mundo.

Rixie Ruiz es una de esas historias, ella fue abandonada en el orfanato Enmanuel de Guaimaca, donde se crio sin ninguna figura paternal, pero se encontró con personas que la rodearon de cariño. Asegura que llegó a Caipac gracias al apoyo de la señora Katja, procedente de Noruega.

“Desde que llegué aquí me enseñaron a salir adelante, aquí encontré personas que me han hecho sentir especial, actualmente estudio masoterapia y espero en el futuro tener mi propia clínica de masajes”, dijo Rixie.

Desde entonces la vida le ha sonreído, a finales de este año planea casarse con su novio José Santos, juntos tienen la meta de montar su clínica. “Yo seré el administrador del negocio y ella hará los masajes”, dijo José con una notable sonrisa en su rostro.

Y es que Caipac intenta que sus alumnos logren cumplir sus metas y que se dediquen a lo que más les gusta. Fernando Hernández es otro joven que vive interno en el centro, él es de Olancho y ha encontrado en la música su razón de vivir.

“Me vine de Olancho hace más de cinco años, comencé estudiando en la Escuela para Ciegos Pilar Salinas, ahí saqué la primaria y cuando terminé me trasladaron a Caipac, aquí he desarrollado mis talentos y he aprendido otras áreas como la alfarería y la masoterapia”, dice Fernando.

A él le apasiona la música, a sus 23 años integra la Orquesta Caipac, la cual fue creada en el 2008, y también tiene su propio grupo llamado Fernando y el Chaparro.

Sus canciones las interpretan con sentimiento y le cantan al amor y a la vida. Sin duda el centro les ha devuelto el alma a sus estudiantes, con el conocimiento que han recibido durante sus años de estudio han logrado recuperar la confianza y la seguridad de salir y cumplir con sus objetivos.

Kenia Cadenas también es un vivo ejemplo. “Yo hago masajes a domicilio, las personas solo me contactan y me dicen el lugar donde nos vemos y llego, no he tenido problemas durante el tiempo que he viajado sola, también me voy de vacaciones a fin de año, tengo a Dios que me acompaña a todo lugar”, dice la joven de 21 años que llegó a Caipac gracias al apoyo que le brindaron en la Escuela Pilar Salinas.

Presupuesto
El centro sobrevive gracias al apoyo del gobierno y de la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social (Sedis). Anualmente reciben un promedio de 5.8 millones de lempiras, con el que pagan el salario de 25 colaboradores que trabajan en el centro, cubren gastos de alimentación en los tres tiempos.

Cada persona que ingresa al centro recibe enseres de aseo personal, también se les provee medicamentos, ropa, zapatos, cobijas, toallas y utensilios para que coman.

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