Tegucigalpa, Hondura.- "Si no te desmayas, vomitas o mueres, ¡sigue trabajando!", fue una de las frases "motivacionales" en la serie de telerrealidad The Biggest Loser, que inició transmisiones en 2004 y finalmente se extendió por 17 temporadas.
Y aunque ya hace casi una década el programa salió de la televisión, Netflix trae al presente lo que sucedió no solo delante de las cámaras, sino detrás, en la docuserie de tres episodios "Cuerpos de TV: La realidad de The Biggest Loser".
"Quiero salir en The Biggest Loser porque soy tan grande como una vaca", es una de las frases de una de las participantes en el video con el que quería entrar a la competencia, y así, gente humillándose a sí misma, denigrándose por su apariencia y todo por perder peso y ganar dinero.
La producción tenía en sus manos una mina de oro, el programa "no podía ser diferente" si querían mantener un rating y una audiencia viendo cómo un grupo de hombres y mujeres ponían en riesgo su vida por unos kilos menos.
Al límite
Los entrenadores llevaban al límite a los participantes, con un proceso alejado totalmente de lo sostenible en el largo plazo, y en cada eliminatoria se iba el que no lograba perder el peso establecido para la semana.
Los participantes perdían más de 100 kilos en seis meses, un tiempo récord.
La producción a cargo de David Broome y Dave Goldberg, sabía que necesitaban la controversia para tener al público enganchado viendo a gente matándose de hambre y haciendo ejercicio hasta el riesgo de muerte.
Incluso hubo denuncias de que la producción suministraba drogas para acelerar el proceso y hacer del programa un asunto increíble, siempre al límite.
David Broome, uno de los productores, dice en la docuserie de Netflix que el eje del programa iba a cambiar la manera en que se miraban los reality shows. Prácticamente eran personas exponiendo sus inseguridades, sufrimientos y sus "vidas patéticas" para entretener a la gente.
Durante más de una década la televisión estadounidense pareció considerar que la producción estaba bien, los números así lo reflejan.
Bob Harper y Jillian Michaels, fueron los entrenadores más populares, ya eran conocidos en los circuitos deportivos, y en los participantes aplicaron las técnicas implementadas en atletas de alto rendimiento, poniendo en riesgo la vida de algunos de los participantes, que en la docuserie de Netflix narran lo que sucedió detrás de cámaras.
Los hombres y mujeres que decidieron participar, eran gente con traumas por su peso, por la vida que llevaban, por situaciones familiares, y en el programa no encontraron algo diferente, no fueron personas que salieron teniendo una buena relación con la comida o una responsabilidad con su peso, salieron del set para seguir con ciclos nocivos para la salud.
"¿Hay algo positivo que podría sacar de The Biggest Loser?... Yo diría que no", dice una de las participantes en la producción de Netflix.
Algunos consideran que es imposible responder si volverían a repetir esa experiencia.