Tegucigalpa, Honduras.- “¡Bárbaro, ya mataste a mi hijo!”... Sin conmoverse de las palabras de doña Antonia, Benjamín Mejía López encogió los hombros y le respondió: “Ya está hecho y no tiene remedio”. En su mano aún sostenía la pistola con la que le había disparado cuatro balas a uno de sus mejores amigos.
Faltaban pocos minutos para las dos de la madrugada de aquel domingo 17 de enero de 1932, cuando el poeta Marco Antonio Ponce, de apenas veinticinco años, moría en manos de su madre.
“Al verlo caer, Mejía López huyó, refugiándose en la casa de su padre, pero tuvo la serenidad para descargar su arma en la calle y botar los cartuchos quemados, sin duda para despistar a la justicia”, relató diario El Combate en su crónica.

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Diario El Pueblo, cuyo director era Alfonso Guillén Zelaya escribió: “Marco A. Ponce: murió trágicamente, en las primeras horas de la mañana de ayer, este distinguido y brillante poeta. Su obra poética, especialmente, es notable y ha sido muy aplaudida por la crítica”.
Cuatro años atrás, el 29 de agosto de 1928, Ponce y otros jóvenes de Comayagüela fundaron el Club Deportivo Motagua.
“Por sugerencia de Marco Antonio Ponce se copió el nombre sagrado que por influencias de los guatemaltecos ahora les pertenece, por decisión dada en el laudo de Washington, con fecha del 23 de enero de 1933”, señala la revista conmemorativa a los 75 años del nacimiento del llamado Ciclón Azul.
Ponce, de atlética contextura, jugó fútbol y béisbol con el Motagua.

Padrinos de boda
El Combate, dirigido por el periodista Matías Oviedo, era de tendencia liberal y señaló en su relato que “el matador del poeta Ponce es de filiación nacionalista y hasta el momento del crimen ha sido empleado en la tienda comercial de las señoritas Connor en esta ciudad”.
El poeta y Mejía López regresaban de la boda de Marcial Vides (de la cual ambos fueron padrinos), y no hubo durante la fiesta nada que presagiara lo que estaba por ocurrir.
“A la una y media de la madrugada salieron los protagonistas de la tragedia de la casa en que se efectuó el matrimonio, acompañados de los jóvenes Fausto Burgos, Santos Tercero Palma y otros, y precisamente frente a la casa de Ponce se detuvieron, iniciando entre este y Mejía López una disputa, a cuyas voces la señora madre del muerto salió a una de las puertas de sus habitaciones a rogarle a su hijo que entrara”.
El Combate continúa las narraciones del hecho asegurando que Marco Antonio Ponce respondió que se trataba de un simple intercambio de palabras y que entraría en pocos minutos.
“Casi de inmediato —agrega El Combate— se escucharon cuatro disparos de revólver... Su madre, ya anciana, acudió en el acto y sobre sus brazos exhaló el último hálito de vida”.
A 400 kilómetros de allí, en La Ceiba, el Motagua, con el Choco Vijil, Trino Castro, Guarito Funes, el Mago Bustillo, Trino Castro y Pichete Zúniga, arrasaba en una gira contra clubes de la costa norte. Mientras eso ocurría, el asesino fue capturado y enviado a la Dirección de Policía.
Los periódicos de la época a los que tuvimos acceso no informaron después qué ocurrió con el caso. Lo que sí se sabe es que un poeta murió asesinado de cuatro balazos.

En la calle quedó el joven que aquel 29 de agosto de 1928 propuso, en la casa de Martha Vélez, viuda de Ramos, el nombre de Motagua para un nuevo club de fútbol.
Para la historia quedaron también sus versos.
“¡Oh, los muertos amados
que vendrán a la fiesta blanca de los sonámbulos
la noche lenta y fría de noviembre!
La cristiandad entonces ha de tañer sus arias
de eterno dolor,
y desde los sombríos campanarios
se oirá la voz del mundo
vagando en la inmensidad.
Algún día a esta fiesta de los tristes
asistirán mis huesos
con la demás arcilla...
Entonces en el hondo silencio
la llamaré a mi lado
para que siempre yazga junto a mi eterno amor.
Y las horas tan lentas del sepulcro
seguirán filtrando en la ampolla siniestra
de la nada,
como lágrimas de fuego
de las cuencas inmensas de la eternidad.
Después uno a uno, cuando venga el alba
Volverán a sus lechos incómodos y hediondos
para seguir durmiendo,
hasta que llegue la hora
de la resurrección”.
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