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Gustavo Armijo: 'En el arte se va aprendiendo todos los días'

El Festival de Los Confines le rindió homenaje y su trabajo le ha valido distintos reconocimientos. Aquí una charla a profundidad con un “dibujante más de la vida”
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16.11.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La plástica nacional tiene a sus referentes. Gustavo Armijo, experimentado del dibujo, la pintura, la escultura y el grabado, es uno de ellos. Este 2021 el Festival Internacional de Poesía Los Confines fue dedicado a él; a su vida, obra y trayectoria. En ocasión de ello, EL HERALDO conversó con el también ganador del Premio Nacional de Arte “Pablo Zelaya Sierra”, edición 2009, para conocer acerca de sus principales enseñanzas, sus más atesoradas experiencias, el sello que deja en cada pieza, y mucho más...

¿Qué representa para usted haber recibido este homenaje a su carrera en el Festival de Los Confines?
En Gracias, Lempira, me hicieron ese honor de darle un reconocimiento a mi trabajo. Fue un evento pequeño, pero muy bonito, y qué bueno que se renovó el trabajo de Salvador Madrid, que ha dado tan buenos frutos. En sí, se trata de un homenaje a esta pasión que uno adquiere en las artes y que mantiene viva durante años. Me sentí muy bien, y lo acepté por lo honesto que es este festival. En años anteriores también he participado, pero principalmente para hacer la entrega de la estatuilla al ganador del Premio Nacional de Poesía Los Confines.

Esta estatuilla que menciona, elaborada por usted mismo, ¿es un poeta quien lee o qué trasfondo tiene?
Es un lector, no es un poeta. Leer es un fenómeno y principalmente cuando se leen libros. Y en Gracias este proyecto que tienen de las Bibliotecas Blue Lupin, sé que en el futuro va a dar un conocimiento importante a todos estos niños y jóvenes de la región. La estatuilla es parte de una serie de 25 piezas titulada “Los lectores”, esculturas de arcilla en pequeño formato. Por suerte la adquirió la Universidad Pedagógica Nacional y está expuesta en su biblioteca. Un honor para mí es recordar que esa exposición fue inaugurada por el uruguayo Eduardo Galeano, a quien en un momento de plática le pregunté si quería tener una pieza de esas, y él me dijo que sí, entonces escogió una, la levantó como un trofeo y la enseñó a todo el público. Era un “tipazo”, como dicen.

Retomando la línea de reconocimientos a su obra, ¿coincide con quienes lo definen como uno de los maestros de la plástica nacional?
Uno no se puede dar los halagos uno mismo, pero qué alegría que amigos y personas que voy conociendo en el camino consideren que merezco tal título. Así como recibí ese premio en Los Confines, con los años igual he recibido otros reconocimientos en vida, como el Premio Nacional de Arte “Pablo Zelaya Sierra”, en 2009. También algunos por competir con obra, como uno que daba la Embajada de España, que lamentablemente ya no lo da, y que era por la antología; consistía en un viaje a dicho país.

¿Recuerda esta última anécdota de manera especial? Se percibe así en su tono de voz.
Sí, fue un gran incentivo para mí porque así conocí los grandes museos de Madrid y pude pararme de frente en la Guernica, de Pablo Picasso. Esto ocurrió en 1999, poco después del huracán Mitch, que viví en carne propia en mi casa en Comayagüela. La pintura con que lo gané fue “Pasajero de octubre”. Y rescato esto porque siempre hay cosas que a uno lo motivan, y en el caso de los artistas plásticos, o al menos en el mío, es poder disfrutar de la obra de grandes maestros.

¿Cuáles han sido las claves para forjar una vida en el arte, siendo Honduras un país en donde la cultura ha sido relegada?
Para los artistas es difícil entregarnos así, pero es grato. Han sido varias décadas, y lo he logrado gracias a Dios, mi esposa, mi familia y luego mis hijos, que me dejaron hacer casi lo que yo quería. Además, en el arte se va a aprendiendo todos los días, no se descansa. Hay que seguir estudiando, experimentando, no quedarse en el tiempo momentáneo, sino que arriesgar y no repetirse. Estudiar, ver, leer, escuchar a otras personas. Así crecimos en el ambiente de Tegucigalpa, escuchando a los mayores, a aquellos que habían salido y estudiado, fuimos recorriendo ese camino y después nosotros tuvimos esa suerte. Después de egresar de Bellas Artes, me preparé en la ciudad de México. Y así he andado, entregado a la pasión de que soy un dibujante más de la vida.

En un contexto cada vez más digitalizado, y más aun con la pandemia, ¿cómo ha sido para usted adaptarse a estas tecnologías?
Como muchas cosas, tienen sus altos y sus bajos. A algunas personas nos llegaron tarde, pero en mi caso tengo el apoyo hasta de mis nietos. Me ayuda el poder comunicarme con artistas de otras latitudes, felicitarlos, conocer su trabajo, en eso ha sido muy positivo. Hay que recordar también que el trabajo del artista plástico es oculto, silencioso, es después que hay que sacarlo a la mira pública, a que lo juzgue el espectador. Esto se rompió un poco con la pandemia, porque casi no ha habido exposiciones ni eventos presenciales, pero está abierta la tecnología y por ahí navegan muchas buenas propuestas tanto nacionales como internacionales.

Si todo artista tiene su sello y en cada pieza hay un mensaje, ¿qué denuncia Gustavo Armijo con su trabajo?
Yo soy un artista de series, lo hago así porque es un reto. No se trata solo hacer una obra, sino de darle un seguimiento a esa idea. Entonces, soy un soñador por naturaleza. Por otra parte, soy muy receptivo a toda la problemática o no problemática del mundo. Las noticias buenas y las malas me han motivado a hacer diferentes cosas. También trabajo en diferentes materiales, no me he quedado estacionado. Actualmente me motivó la pandemia, estuve haciendo trabajos sobre ella. Y otro problema que existe, ha existido y va a seguir existiendo es la migración; gente que se arriesga por muchas razones, no solo por lo económico. Justo en este Festival de Los Confines presenté una recopilación llamada “Migrantes”, que fue curada por el crítico de arte Carlos Lanza. He venido tocando ese tema desde hace ya varios años y tengo mucha obra al respecto, incluso ya la he presentado en El Salvador, en el Día Internacional del Migrante. En el futuro espero poder exponerla en otros lados.

Los honores en vida tienen un peso importante, pero el día que deje atrás los pinceles, ¿cómo le gustaría ser recordado?
Siempre trato de dar la sorpresa. No hablo sobre mi obra porque me gusta que el espectador la juzgue al observarla. Quiero que se pare frente a ella, y no se quede con ese “qué bonita”, sino que le transmita algo. Yo voy a dejar de hacer lo mío hasta el final de mis días. Creo que los artistas nunca mueren, porque su obra queda, y esa siempre va a decir algo por ellos. Quiero que me recuerden como una buena persona, como un buen amigo, padre, esposo y compañero.

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