Como si fuera un viejo hechicero, las manos de Gerardo Mejía tienen poderes sobrenaturales. Ese don divino que solamente más de 25 años de experiencia pueden regalar. “Masajear es un arte”, se atreve a calificar este hombre de 44 años que presume de tener en su poder los mejores narcóticos naturales para que el guerrero salte a la batalla sin dolor corporal...
Su vida ha sido el fútbol. Su mundo es de color Azul; y la medicina deportiva, su apasionada inclinación. “De chiquito un amigo (el Chevo) me llevaba al estadio a ver a Chema Durón, hermano de mi padrino”. Personaje perspicaz e ingenioso, con el paso del tiempo supo que su boleto de entrada al Nacional sería una camilla de la Cruz Roja.
Tal cual. El Gordo tiene 16 años e ingresa como voluntario a la organización humanitaria. Fue su primer contacto con los futbolistas.
- ¿Y al deporte profesional cómo entrás? Resulta que la CR me manda a sacar un curso de medicina deportiva financiado por FIFA; un día, iba caminando por el centro y pasé por las oficinas de Motagua, decidí entrar y hablé con el gerente, en ese tiempo era Geovanny Gómez, y le pedí una oportunidad.
Esa primera vez...
La partida a Real España del masajista del club Carlos Santos, le entrega la membresía oficial a Gerardo. “Lin Zelaya me preguntó si aceptaba el reto. Yo no sabía mucho de medicina deportiva, pero le dije que sí”. El sueño comenzaba a tener forma y los nervios empiezan a traicionar al Gordo el día de su debut...
“Fue en Choluteca que me senté en la banca con todos los honores. Estaba sudando y no era del calor... ja, ja... realmente no recuerdo quién fue, pero esa vez entré por vez primera a atender a un futbolista e iba temblando; de a poco fui agarrando confianza, recuerdo que en ese Motagua estaban el Nene Obando, Donaldo Reyes, Geovany Ávila y otros. A todos los atendí y ahora somos muy buenos amigos”.
- Seguro te encontraste con muchos jugadores mañosos, ¿no? De esos que piden camilla para perder tiempo.
En Motagua siempre recuerdo a Wilmer Cruz, un gran portero y una gran persona. Me decía: “Ya sabe cuál es la táctica cuando vayamos ganando, alero”. Entonces yo sabía que cuando pedía asistencia no tenía nada... ja, ja, ja. Hasta el mismo Argelio Sabillón le decía: ‘Hey, levántese, Supermán, que no tiene nada’, pero ya había entrado yo. Quizá el rival nos tenía acorralados y calmábamos las aguas con la pérdida de tiempo. Son truquitos que se van aprendiendo.
- ¿Entonces el Supermán se recomponía con el spray mágico... ja, ja, ja? Je, je... es que el spray mágico no es más que cloruro de etilo, o sea hielo seco, te calma el dolor en el momento, pero si es un golpe leve, algún roce muscular, pero ya un buen golpe no. Al Supermán le iba bien... je, je.
- Imagino que hay jugadores que tratan de apurarte cuando entrás al campo, ¿no? Ja, ja, ja... siempre que jugábamos contra España y había un lesionado, Carlos Pavón me empezaba a molestar cuando entraba, me empujaba para botarme y me decía: “Vaya, Gordo, quitate de acá que ese jugador no tiene nada”; el mismo Tyson Núñez me decía: “Hey, gordito, vamos a ir a comer baleadas después, verdad”, para que me apurara.
El viaje inesperado...
De repente, un día el palco de Motagua queda paralizado. En el clásico capitalino había un personaje vestido de Blanco que no hacía juego con su pasado de Azul.
“Como mi maestro Ramón Maradiaga me llevaba a todas las selecciones que dirigía, yo dejaba a Valdemar Martínez como mi sustituto provisional en Motagua. Hasta que un día Lin Zelaya lo firmó por un año y quedé sin chamba.
Pero en la Selección había conocido a varios olimpistas, como el Goyo Serrano, el Flaco Pineda y Cristian Santamaría y ellos hablaron con Osman. A los tres días me contrata Olimpia, en donde estuve dos años. Recuerdo que ganamos finales contra Platense, España y perdí una contra Motagua”.
- Ni quiero imaginar la cara que puso Pedro Atala, ¿eh?- Después de ese clásico me llamó Pedro y me dijo que tenía que regresar a mi casa. Volví después de estar con la Sub 23 que clasificó a Sydney.
¿Cómo te llevás con Pedro?
- ¡Uf! En general con todos los Atala, son como mi otra familia. Si me llaman a las dos de la mañana porque les duele el pelo, ahí voy de volada.
En tu trabajo te habrás topado con tantos futbolistas. ¿Recordás los más famosos?
- Hace poco hablábamos con Ramón Romero, una de las figuras de Mar del Plata 95 y actual AT, que en aquel torneo entraba al campo y veía a Zanetti, al Burrito Ortega, al Muñeco Gallardo... pensar que los tuve tan cerca. Luego, Belletti, el lateral derecho de Brasil en la Copa América, y en la última Champions nos saludamos con David Beckham. Esa agradable sensación de estar a la par de una estrella es algo que no cualquiera la vive.
Claro, pero todo cuesta. ¿Entonces no es cualquiera que hace un masaje? A unos el masaje deportivo les gusta que sea profundo y a otros solo les gusta la fricción, para que el músculo se caliente. No es cualquiera el que puede dar masaje, si metés un dedo mal hasta podés romper un músculo, todo eso se aprende con los años.
Para el amigo, un masaje especial...
El abrazo de Amado Guevara con Gerardo Mejía cada vez que el Lobo hacía un gol importante era una imagen recurrente. “Recuerdo que cuando debutó, yo tenía que llevarle los tacos y a mí se me olvidaron... je, je... Leonel, el utilero de ese tiempo, le prestó unos Flamingo, hizo un golazo y me lo dedicó”.
Golpeado por las lesiones, el Lobo empezó a ser un asiduo visitante de la enfermería, hasta sellar con el Gordo una relación de amistad tan grande como la M de Motagua. “Le decía que tenía tobillos de queso, porque tuvo varias cirujías y cuando entrenaba en terrenos duros se le inflamaban. Ese era el pan nuestro de cada día: masaje en los tobillos y vendaje especial, desde las 5:00 de la mañana me iba a tocar la puerta en las pretemporadas”.
La pérdida del capitán caló hondo en Gerardo. “Me duele que ya no esté, pero ahora que está estudiando para entrenador sé que será de los mejores. Me contó que quiere ser DT de la H y que me va a llevar cuando llegue... je”.
Alexeiev Morales