Sentir el futuro... cuando la Inteligencia Artificial aprende a percibir el mundo

¿Estamos dispuestos a pagar con nuestra presencia la comodidad de un mundo cada vez más acomodado? ¿Aceptaremos que un algoritmo dicte la textura de nuestros recuerdos?

  • 14 de noviembre de 2025 a las 12:34
Sentir el futuro... cuando la Inteligencia Artificial aprende a percibir el mundo

Tegucigalpa, Honduras.- Imagine por un instante que cierra sus ojos y describe la última sensación que le dejó una sonrisa... ¿Qué colores, sabores, texturas, olores o recuerdos afloran?

Ahora, piense en que exactamente esas percepciones sensoriales y mentales puedan ser registradas y transpiradas, no por un ser biológico con sinapsis nerviosas y consciencia como usted, sino por un algoritmo, por un ente de Inteligencia Artificial (IA)... ¿no le resulta desconcertante, extraño y fascinante a la vez?

Hace mucho que la IA dejó de ser únicamente cálculo y texto. En realidad, con cada nueva iteración y actualización, se está extendiendo hacia los sentidos. Ver, oír, tocar e incluso discernir sabores y olores deja de ser exclusividad humana.

La era de la confusión artificial: cuando la IA comienza a pensar por nosotros

Estamos ante una transformación que reconfigura no solo lo que las máquinas pueden hacer, sino también lo que nosotros mismos decidimos seguir haciendo, y esto último, puede ser alarmante.

1. De la percepción a la experiencia

La arquitectura y configuración de la IA es cada vez más similar al diseño biológico de las redes neuronales del ser humano y deliberadamente imitan los nódulos de nuestro cerebro.

De hecho, se le nutre de señales multimodales visuales, acústicas, hápticas y hasta químicas que le permiten construir una especie de palimpsesto sensorial en capas de información que, combinadas, generan significado.

La IA ahora busca contexto. ¿Le parece esto una proeza técnica o una reconciliación entre máquina y mundo? Probablemente ambas cosas.

2. ¿Qué perdemos al delegar lo sensible?

Cada avance en automatización trae conveniencia, pero también una cesión gradual. ¿Qué sucede cuando confiamos a un sistema la interpretación de nuestras emociones, la lectura de una escena, o la redacción de una carta o un escrito? Nos exponemos a una forma sutil de desentrenamiento que es perturbadora. La mente se vuelve frugal, es decir, menos ejercitada en el arte de notar.

¿Le recuerda a algo? Si cedemos la labor de observar al algoritmo, perdemos músculo perceptivo y, con él, parte de nuestra independencia.

3. La asimetría que nos seduce

Tenga presente esto: la relación entre humano y máquina es intrínsecamente desigual. La IA no se fatiga, no se desespera, no siente culpa, es siempre cortés y eficaz sin la carga del diario vivir. ¿No le resultaría reconfortante elegir un confidente que nunca se enfada?

¿No sería a la vez también peligroso preferir esa compañía pulida a la complejidad de los vínculos humanos? La máquina puede acelerar procesos, pero aún no comparte nuestras apuestas vitales. El riesgo real es que nosotros dejemos inacabada la tarea de ser humanos.

4. Cinco maneras prácticas de conservar lo humano

Sírvase, por favor, analizar estas medidas concretas y sencillas, pensadas en adaptarse a esta nueva realidad:

-Redescubra sus sentidos antes de delegarlos. Pruebe a observar, saborear y percibir con atención su entorno y lo que siente. ¿Qué nota usted que las máquinas no pueden registrar?

-Conserve espacios de pensamiento sin pantallas. Cuando reciba una recomendación de la IA, deténgase, cuestione, critique e incluso contradiga. Ese debate interno fortalece su memoria y su buen juicio, sin dejarle caer en lo artilugios algorítmicos.

-Permita la incomodidad emocional. Si una aplicación le ofrece consuelo inmediato, pregúntese: ¿me sirve esto para crecer o me anestesia? Aprender a tolerar la tensión es parte del oficio de vivir.

-Use la IA como andamiaje, no como sustituto. Acepte su ayuda, pero firme la decisión final. Haga que la tecnología potencie su i nteligencia y autonomía, no que las reemplace.

-Celebre la imperfección. Nuestras contradicciones son fuente de creatividad; no las convierta en errores que la máquina deba corregir.

La llegada de una IA que ve, oye y que, hasta cierto punto aún, "siente, saborea y actúa", nos obliga a repensar lo que somos. No se trata de renunciar a la innovación, sino de preservar aquello que la tecnología no puede reponer, es decir, la capacidad de asombro, la deliberación y, muy importante, la responsabilidad por nuestras elecciones. Comprométase a percibir más, a dudar mejor y a seguir siendo, aunque imperfecto, verdaderamente humano.

Cuatro pilares que la IA imita, pero aún no habita a totalidad:

Percepción: Nuestros cinco sentidos nos anclan al presente. Algunos sensores artificiales tiene ya una capacidad más extensa y precisa que la del ser humano.

Emoción: La IA no puede otorgar valor a lo percibido en el plano emocional con el matiz de la mente humana, aunque puede detectar emociones.

Intención: Pensamiento en acción. Las máquinas ejecutan según diseño, no por deseo emergente y consciente y sus determinaciones son básicamente implacables.

Reflexión: La prudencia y el aprendizaje profundo son intrínsecos del ser humano. Los modelos de IA pueden emulan este aspecto, pero sin capacidad reflexiva de la psique humana.

¿Queremos que la imitación sustituya a lo genuino, o preferimos que la tecnología sea solo un espejo o herramienta que nos ayude a ver mejor?

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Lourdes Alvarado
Lourdes Alvarado
Periodista

Licenciada en Periodismo por la UNAH. Content creator, proofreading, desarrollo en medios digitales, visuales e impresos.

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