A sus 21 años, Adonay Gómez ya conoce el peso de las deudas y la urgente necesidad de llevar sustento a su madre y hermana.
Su mamá cuidaba un señor enfermo en El Hatillo, pero el estado de sitio la dejó sin trabajo. Su hermana está en octavo curso y le apuesta a la educación y a la superación.
Sabe que él y sus compañeros son mal vistos por otros integrantes del rubro, no obstante, les recuerda que al final “todos somos iguales” y que la necesidad así lo ha demostrado y les obliga a salir por una ínfima ganancia.
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El 11 de abril, las autoridades le decomisaron su mototaxi, logró recuperarla sin pagar multa pero desde entonces juega al gato y al ratón con la Policía. Los dos mil lempiras que adeuda por alquiler de su cuarto, al igual que los 800 de la factura de luz no se pagarán solos.
Mientras espera que la “nueva normalidad” atraiga más pasajeros, el desgaste en la cuerina de su asiento toma una pausa.
Pese a los problemas y malas miradas, su roja unidad aún se le ve recorrer el barrio San Pablo y entre la delgada línea de la legalidad y la necesidad, los lugareños le ayudan con 12 lempiras de pasaje.
A granel el joven conductor a veces consigue para comprar alimentos, para las deudas será en otra ocasión.
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