Son las 11:00 de la mañana y Pamela Torres se prepara para ir a las clases de su jornada vespertina.
Los noticieros anuncian que las escuelas estarán cerradas. Por un momento duda en salir, pero recuerda que en su centro Hernán Herrera Molina nunca suspenden clases.
Ubicado en la colonia Los Pinos, el centro básico se apresta a concluir el año escolar con incluso más de los 200 días de clases que manda el calendario académico.
Muchas veces, las jornadas educativas se han extendido hasta los sábados, pues los maestros imparten clases de reforzamiento a los niños con cierta dificultad para aprender.
Para los 36 docentes que laboran en la institución, la educación de los aproximadamente mil alumnos es sagrada.
Conscientes de ese compromiso es que nunca las aulas estarán vacías, las cadenas cerrarán puertas o los maestros impedirán la entrada a los niños.
Pero mantener esa posición es una fórmula sacrificante. “Nosotros también defendemos los derechos magisteriales, pero tratamos de apoyar en jornadas contrarias a nuestra obligación docente, de forma que no perdemos clases”, explicó Lusbenia Alvarenga, maestra de quinto grado.
Para Alvarenga es un orgullo laborar por más de 16 años en la escuela que desde 1982 se encarga de formar a los niños que residen en Los Pinos.
Estos infantes, detalló la docente, proceden de familias de escasos recursos, pero con grandes deseos de superación.
Con una oferta académica que va desde primero hasta noveno grado, la Hernán Herrera Molina posee quince salones de clases, dos canchas deportivas, un laboratorio de computación, una biblioteca y una cocina.