La risa de la pequeña Shelsy Vannesa Amador Varela, de dos años, ya no hará eco en los pasillos de una hacienda ubicada en la aldea Las Marías, Guimaca, Francisco Morazán, adonde cuatro días antes de su muerte había llegado a vivir junto a su madre y su padrastro.
En la hacienda de amplios corredores y con un enorme patio, la pequeña disfrutaba sentarse en una de las gradas para ver al ganado cuando comía, el jugueteo de los perros o a las gallinas caminando con una fila de pollitos detrás.
Pese al clima caliente y el sol abrasador del lugar, la pequeña se refugiaba a la sombra de un enorme árbol que adorna el patio de la hacienda, y se estaba adaptando a su nuevo hogar sin saber y ni siquiera imaginar en su inocencia que en ese lugar su sonrisa sería apagada por la persona que su madre tanta amaba.
La madrugada del miércoles 30 de enero, la niña fue sacada de su cama unipersonal plegable, donde dormía junto a su madre y su padrastro.
En la declaración del homicida se establece que a la 1:00 de la madrugada la niña despertó llorando y en vez de darle consuelo o atención, su padrastro reaccionó airado y la golpeo contra el suelo. Dando por muerta a la niña, tomó su pequeño cuerpo y lo llevó a una labranza donde lo enterró.
Aunque el Ministerio Público indica que el cuerpo de la niña presentaba un golpe en la parte posterior de la cabeza, ésta no habría sido la causa de su muerte, que fue más escalofriante aún.
Sendy Romero, coordinadora de la Fiscalía Regional de Talanga, dijo a ElHeraldo.hn que la niña habría muerto asfixiada cuando su padrastro amarró una cuerda alrededor de su cuello y la subió a su espalda como si se tratara de un bulto para llevarla hasta el lugar donde la enterró.
ElHeraldo.hn, hizo el recorrido de más de 600 metros desde la hacienda hasta la labranza donde Elmer Soto sepultó el cuerpo de la niña para ocultar su abominable crimen.
El camino es largo, lleno de monte seco debido a los fuertes rayos del sol, y del que en cualquier momento puede salir una serpiente.
Al final del trayecto se llegó al lugar donde el padrastro de Shelsy Vanesa Amador Varela cavó un hueco de unas 20 pulgadas de profundidad para enterrar el cuerpo de la pequeña.
En aquella tumba clandestina yacía el pantalón azul claro que la niña llevaba puesto el día de su asesinato.
También se encontraban en el lugar los cinco guantes utilizados por el personal de Medicina Forense que realizó el levantamiento del cadáver.
Una niña alegre
Uno de los empleados de la hacienda en la aldea Las Marías dijo que el día del crimen la pareja y la niña tenían cuatro días de haber llegado a trabajar al lugar. Un pariente del homicida fue quien lo recomendó a la “patrona” de la hacienda para que le cuidara la casa de forma permanente.
El humilde trabajador recordó que a la niña le gustaba recorrer los pasillos y observar los animales, “la muchacha se miraba bien humilde, ella casi no hablaba, solo pasaba cuidando a la niña', recordó.
“La niña era bien tranquila, estaba deshidratada, era flaquita (algo desnutrida) pero yo la miraba bien alegrita a la niña”, recordó, mientras observa el corredor en que la pequeña se sentaba a mirar a los animales.
La pequeña Shelsy no tenía ni un juguete para divertirse, por lo que disfrutaba ver a los animales de la hacienda.
En el cuarto de aproximadamente dos por tres metros de diámetro donde habitaba, yace vacía la cama plegable donde dormía la niña junto a su padrastro y su madre. La mujer tiene cinco meses de embarazo, producto de su relación con el hombre que le quitó la vida a su hija primogénita.
En la habitación no hay lujos y en otra cama plegable sin colchón se observan tres platos y vasos de plástico, dos huevos y un pichelito para preparar café.
Sobre la cama están las dos cobijas que utilizaban para dormir y que ya no abrigarán nunca más el sueño de Shelsy.
Enviado a cárcel de Juticalpa
Después de la audiencia inicial en la que el Ministerio Público presentó los medios de prueba de la responsabilidad de Elmer Soto en el crimen de la niña, además de su confesión del crimen, los abogados del asesino solicitaron al juez que permitiera su traslado al centro penal de Juticalpa.
Cuando la policía lo llevaba detenido, el obrero dijo que estaba arrepentido de lo que había hecho a la niña.
Tras confesar el crimen, el hombre fue trasladado a la posta policial de Talanga junto a la madre de la niña, quien es una menor de 17 años, y a quien el Ministerio Público no acusó por no haber pruebas en contra de ella.
Versión de la Fiscalía
Sendy Romero, coordinadora de la Fiscalía Regional de Talanga, declaró que la madre de la niña les relató que ella se encontraba dormida cuando ocurrieron los hechos que le arrebataron la vida a su hija, aquel miércoles 30 de enero.
Se despertó cuando su pareja de 28 años se acostó junto a ella y le dijo llorando que a la niña se la había llevado Dios.
Elmer Santos le confesó a la Policía que había matado a la niña y les indicó dónde la había enterrado.
“El manifestaba en todo momento que había entrado un desconocido y se había llevado (a la niña) del lugar. Posteriormente a la intervención de la Policía él confesó dónde había enterrado a la niña”, informó la fiscal.
Al consultarle a la acusadora la causa de la muerte de la menor inmediatamente respondió “es asfixia por alzamiento, en virtud en que hay alzamiento, por el cordón que le puso alrededor de su cuello, porque la niña si bien es cierto presentaba un golpe en la cabeza pero luego que él la golpeó dentro de la casa la llevó cargando hasta el lugar donde la fue a sepultar y él la cargo como carga un bulto y la niña estaba viva todo ese tiempo, entonces por su propio peso y como (el cuerpo) iba guindado con ese lazo murió por asfixia”.
Elmer Santos permanece recluido en el centro penal de Juticalpa, acusado por el delito de asesinato, el cual es penalizado con una condena de 15 a 20 años de cárcel.
ElHeraldo.hn trató de conocer el relato de la madre de la niña pero ella y su hija fallecida fueron trasladadas a Olancho, donde residen sus familiares y donde descansarán en paz los restos de la pequeña Shelsy.