Tic Tac

Guillermo Pérez-Cadalso: Perdí mi pierna y a los seis meses estaba bailando

Su vida más allá de las leyes: le encanta la pintura, el mar, las cuevas y la música. “Canto y lo hago bastante bien...”

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16.03.2018

TEGUCIGALPA, Honduras - Creció idolatrando a su padre Eliseo, siguió los mismos pasos de su progenitor y a pulso se formó un nombre en el mundo de las leyes bajo ese apellido tan conocido como peculiar en Honduras: Pérez-Cadalso.

“Mi papá se sentía tan orgulloso de su apellido que hizo los trámites legales para volverlo uno compuesto. Es un mandato de nuestro padre y nosotros seguimos esa tradición; por eso yo soy Pérez Cadalso por mi padre y Arias por mi mamá”, afirma don Guillermo, quien se describe como “una persona optimista por naturaleza”.

Y vaya si lo es...

Hoy su hoja de vida puede presumir de múltiples pergaminos (exdecano de la Facultad de Derecho, rector de la UNAH, canciller y presidente de la Corte Centroamericana de Justicia), pero esos logros pudieron haberse quedado en una simple utopía.

“Hace 33 años perdí mi pierna izquierda; eso significó un antes y un después. Eso marca la vida de cualquiera. Mientras cambiaba una llanta de mi auto, fui atropellado por un conductor que venía en estado de ebriedad. Me arrastró y, a raíz de eso, me amputaron y desde entonces uso prótesis”, cuenta mientras camina con cierta dificultad por las gradas de su acogedor bufete, y el grabador de Tic-Tac enciende la luz roja...

Abogado, gracias por atendernos. Sigamos hablando de ese accidente en el que perdió su pierna...
Eso fue en 1984, pero ciertamente marcó mi vida porque en ese momento el hombre tiene que decidir si quiere seguir adelante afrontando la vida para buscar sus metas o sentarse y llorar. Era sentarse o pararse y opté por pararme.

¿Pero no se derrumbó moralmente?
Cuando yo perdí parte de mi pierna, me hice tres propósitos: volver a bailar, volver a nadar en el mar, porque me gusta mucho, y practicar la espeleología (estudio de las cuevas). Me tracé esas tres metas para saber si físicamente estaba nuevamente en condiciones.

¿Y cumplió con esos objetivos planteados?
Ah sí, claro. A los seis meses estaba bailando en el Country Club. Me acuerdo que a la par estaba el expresidente de la República, José Simón Azcona, quien me dio un abrazo y me felicitó. Estaba bailando como en los mejores tiempos; de ahí me fui al mar y lo hice perfectamente, y me fui a meter en aquellos pedreros de las Cuevas de Taulabé. De que lo hice, lo hice. Mi vida es tan normal que ni estoy consciente que tengo una prótesis ni estoy consciente que tengo una limitación física, porque sí se tiene.

-A pesar de ese golpe inolvidable, don Guillermo siguió en la búsqueda de sus sueños y hoy puede afirmar: “Soy un hombre feliz”. Bueno... tan feliz que hasta lo puede demostrar con una de sus pasiones: el canto.

“Amanecí otra vez entre tus brazos, y desperté llorando de alegría, me cobijé la cara con tus manos, para seguirte amando todavía, te despertaste tú casi dormida y me querías decir no sé qué cosas, pero callé tu boca con mis besos, y así pasaron muchas, muchas horas...”

Como si se tratara del propio cantautor mexicano José Alfredo Jiménez, don Guillermo deja ver su talento y evidencia que sus cualidades van más allá del derecho.

Si existiera el centro, yo sería centro. No soy fanático ni radical en ninguna posición. Siendo que el centro no existe, soy un centro-derecha. Pero hay algunas ideas de la centro-izquierda que se pueden llevar a la práctica. Los radicalismos son los que no acepto ni avalo..

Guillermo Pérez-Cadalso

No canta malas rancheras, ¿eh?
Sí, canto, y bastante bien, dicho sea de paso. Si ponemos el karaoke, ya canto ahorita; con mi hermano Juan Carlos hacemos dúos y cantamos en las reuniones. Cuando era magistrado, salía a las pupuserías.

Aparte de la ranchera, ¿qué otro estilo le sale bien?
Canto música de Frank Sinatra, que es de mi artistas preferidos, y no me sale mal. También José José es espectacular y “Amnesia” es una canción fabulosa. Me gustan mucho rancheras de José Alfredo Jiménez, como 'El jinete' y 'Pa' todo el año'.

¿O sea que la música está entre sus pasiones?
Ah sí, ¿cómo no? Sin música yo no podría vivir, de verdad. Yo soy un 'melómano', pero no de melón, sino de melodía, ja, ja, ja. Escucho música en el carro, en el baño y, a excepción del reguetón, me gusta de todo tipo. Tengo una colección impresionante en long plays (discos de acetato), cassettes (cintas), CD (discos compactos) y en Spotify (app de música en internet). Y quiero decirle que cuando bailamos con mi esposa, no lo hacemos mal.

Ah, también es buen bailarín, ¿entonces?
Claro. Era uno de los grandes atractivos que tenía de joven. Así como en el reino animal, el pavo real exhibe su plumaje para impresionar a la hembra, en el baile uno también puede enseñar su plumaje para que la muchacha responda, ja, ja, ja, ja. Hasta estéticamente es un placer ver a una pareja bailando bien.

Intuyo que en sus años de juventud la fiesta y usted iban de la mano...
Por supuesto que sí. Los viernes y sábados eran días de fiesta. Era muy buen bailarín porque, para mí, dos de los elementos vitales en la vida del ser humano son la música y las muchachas bonitas. Y allí se juntaban ambas cosas: la música que ha sido una de mis pasiones y las muchachas bonitas que a cualquier hombre le encantan.

Pasando de amores a los estudios, ¿fue aplicado o inteligente?
No necesariamente fui el mejor del curso, pero estudioso siempre. Fui aplicado en líneas generales, tampoco era un fanático, pero cuando me tocaba estudiar de verdad, no había otro remedio más que quemar pestañas noches y días enteros.

Hablando de su esposa Rosa de Lourdes, ¿cómo conquistó su corazón?
Con mi esposa nos conocemos desde que éramos niños porque vivíamos casa de por medio en el barrio Lempira, en Comayagüela. Ella era un niña muy bonita y yo la admiraba. Me fui a vivir ocho años a El Salvador y cuando regresé siendo un adolescente fui a buscarla expresamente. Después me tocó salir a Estados Unidos y cuando volví comenzamos el noviazgo. Tuve otra salida a Venezuela y de allá vine con el anillo de compromiso. El resto es historia: tenemos 45 años de casados y dos hijos (Eliseo y Guillermo).

¿Hay algo que lo ha hecho llorar en la vida?
(Silencio y suspenso)... No soy una persona que le gusta llorar. No suelo llorar y eso, a veces, me preocupa. La vez que debí haber llorado y mucho fue cuando perdí a mi padre porque todavía lo sentí caliente, ya que él murió minutos antes de que yo llegara al hospital. Lo besé, lo abracé, pero no lloré. No quiere decir que no lo sentí, si no que las lágrimas no acudieron a mis ojos. Eso me hace pensar que no soy una persona llorona. Algún día voy a llorar, pero no sé cuándo ni en qué circunstancias.

VIDEO: PÉREZ-CADALSO CANTA 'AMANECÍ EN TUS BRAZOS' DE JOSÉ ALFREDO JIMÉNEZ

Sé que conoce muchos países. ¿Si no radicara en Honduras, adónde le gustaría vivir?
Me encanta mi país, pero Brasil podría ser un bonito lugar para vivir. Italia es un país maravilloso de punta a punta; Venecia es una ciudad encantadora, mágica y en donde creo que todos los sueños se pueden realizar. Si de ciudades maravillosas hablamos, San Francisco, California, también lo es.

Como hondureño, me imagino que es futbolero...
Sí, pero lo soy más ahora porque la influencia de mis hijos y nietos me han arrastrado a pasar pendiente del fútbol a nivel de compartir con ellos las jornadas del Barcelona, Real Madrid, Manchester y también paso pendiente del 'Choco' Lozano. Además, soy Olimpia, pero no de cama.

¿Por qué dice que no es Olimpia de cuna?
Mi esposa es que es furibunda y fanática de Olimpia. Yo soy Olimpia por una simple razón: cuando era adolescente en El Salvador, el equipo que iba a dar cátedra, que respetaban, al que le tenían miedo y que al mismo tiempo lo admiraban era el Olimpia. De niño, iba con mi papá al Estadio Flor Blanca a ver cómo ese equipazo le daba cátedra a todos los equipos salvadoreños. De ahí viene mi amor por el Olimpia.

Finalmente, fue decano, rector, magistrado y canciller, pero ¿hay sueños por alcanzar todavía?
Todavía faltan algunos, pero aún me falta camino que recorrer. Yo creo que el hombre nunca debe estar satisfecho con sus logros, siempre hay una montaña más alta que escalar y uno siempre debe estar buscando el Everest.