Tic Tac

Carlos Mauricio Ortega: 'Fue extraño, me hice Platense escuchando la América'

Carlos Mauricio Ortega abrió los ojos en Sulaco y conquistó el mundo del periodismo en la capital
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15.12.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El viejo radio transistor de don Manuel carraspea con ganas allá arriba, en la punta de El Higuero, cerca de un cielo que va perdiendo la negrura de la noche, mientras el pequeño Carlos Mauricio alcanza con apuros el final de una antena plateada, flaca como él, para lograr que aquellas voces metidas en esa pequeña caja registradora de emociones se logren escuchar bien...

Y lo consigue.

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La montaña despide un bálsamo casi sagrado cuando las bestias van bajando al pueblo cargadas de enormes sacos de café. Es una rutina diaria que inicia a las 5:00 de la mañana y de la que el pequeño Carlos Mauricio pronto se independizará. “Yo quería dar el salto rápido, venir a descubrir el mundo de la diversión, el movimiento de la ciudad; siempre le decía a mi papá que el trabajo del campo no me gustaba, que lo hacía porque no me quedaba otra alternativa. Y así fue, me despedí de la montaña y ahora, claro, tengo nostalgia de mi pasado”...

Y así fue.

Todo es minucioso en su vida. Algunos lunares del tamaño de una hormiga salen a bailar en una cara que ha sabido sobrevivir a cuatro viajes de ida y vuelta al potente sol de Sulaco, donde aró el destino de sus objetivos hasta sentarse un día en la silla de honor de Radio América, la emisora con la que fue construyendo una cultura que lo sacó del pueblo y lo depositó en la torbellinesca rutina de la ciudad capital.

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En su etapa de reportero en la fuente económica, siempre con el micro de la América y el walkie-talkie, ya en desuso. Foto: Cortesía/El Heraldo

En su etapa de reportero en la fuente económica, siempre con el micro de la América y el walkie-talkie, ya en desuso. Foto: Cortesía/El Heraldo
Bueno, pensar que el director de noticias de Radio América fue un trabajador del campo. Qué cosas, ¿no?

La verdad que sí. Mi niñez en Sulaco, Yoro, está definida por la siembra de maíz y frijol, pero lo que marcó mi adolescencia fue el café. Desde la época de mi abuelo, en mi familia viene una tradición bastante fuerte de caficultores artesanales, bajando el producto a lomo de mula desde la montaña al pueblo, que eran cuatro horas.

¿Pero te echabas las potras allá con los aleros?

En la montaña había que llevar una pelota de plástico, buscar dos varas, improvisar una meta y jugar con los hijos de los corteros para pelotear.

Eso sí, siempre me gustó el fútbol, y desde ese momento sintonizaba Radio América y escuchaba las transmisiones deportivas mientras clasificábamos el café verde del maduro. Así fue como me hice aficionado del Platense...

¿Ah? ¿Del Platense?

¡Sí! Fue algo extraño... mi papá y mis hermanos son Olimpia y había para elegir y no sufrir. Pero una tarde, en esa montaña El Higuero escuchando un juego entre Real España y Platense Wilmer Cruz le paró dos penales a la Máquina. Sentí una gran satisfacción porque era un equipo pequeño que se le estaba parando a un grande, y por ahí fue surgiendo una rara identificación con la causa selacia a pesar de no ser porteño.

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Ya me imagino ese título que le ganaron a Olimpia acá en Tegus, con el gol de oro de Rony Morales...

Ahí estaba en el Nacional, en Sol. Lo grité medio ahogado porque estaba lleno de olimpistas... ja, ja, ja. Lo terminé de gritar fuera del estadio.

¿Y en qué momento de la vida fue cuando el periodismo te guiñó el ojo?

Como mi papá pasaba todo el día escuchando noticias en la América, algo que para un adolescente no es agradable, fui creando esa cultura y llegar a trabajar ahí llegó a ser como un objetivo. ¿Por qué no, me decía? Luego, en segundo curso de ciclo común me sentí más identificado cuando uno de los maestros empezó a desarrollar el tema del periodismo.

Igual recuerdo que vivía con una tía en la Ciudad Kennedy y ella, maestra de sociales, nos obligaba a escuchar todos los viernes el Contrapunto de la América y a presentarle un resumen. Ahí me fui inclinando por el periodismo general.

Te hiciste maestro; y de la Pedro Nufio, directo a la gloria en el periodismo...

Ja, ja, ja... Llevaba cuatro clases en la noche y por el día era jefe de Bodega del Ministerio de Educación. O sea que el trabajo duro continuó, estribando cajas y material de estudio para los colegios de media.

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Junto a compañeros del grupo de teatro de la UNAH, en sus años de plena juventud. Foto: Cortesía/El Heraldo

Junto a compañeros del grupo de teatro de la UNAH, en sus años de plena juventud. Foto: Cortesía/El Heraldo


¿Cómo cumplís aquel objetivo que te trazaste de llegar a la América?

Como mi papá es de El Porvenir, Francisco Morazán, conocía a Renato Álvarez, quien estaba por dar el salto a la televisión. Lo fuimos a buscar a la radio, mi papá le pidió una oportunidad para mí y me remitió con Francisco Hernández Umanzor, que era el coordinador de prensa. Colaboraba los fines de semana y en noviembre de 1988 ya me incorporan a planilla.

Y se vienen los nervios de la primera vez...

La primera vez que me pasaron al aire lo hice desde el Ministerio de Educación, que estaba tomado para variar. Fui donde el administrador, le pedí que me prestara el teléfono para hacer una transmisión para la radio y empecé. Me quedaba observando cómo me temblaba la mano. Con nervios y todo, hice el reporte rápido... se me acabaron las palabras y mandé a controles... ja, ja, ja.

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En una reunión de comunicadores sociales organizada por el Banco Central de Honduras. Foto: Cortesía/El Heraldo

En una reunión de comunicadores sociales organizada por el Banco Central de Honduras. Foto: Cortesía/El Heraldo


¿Quiénes serían tus maestros del periodismo?

Uno va aprendiendo de todos: Renato Álvarez, por ejemplo, revisó mi primer reportaje, que me mandó a hacer a la Penitenciaría Central de Tegucigalpa; trabajar mucho tiempo con Francisco Hernández Umanzor, una persona exigente, disciplinada; don Napoleón Mairena Tercero, una institución radial en el periodismo hondureño; la personalidad periodística de Luis Edgardo Vallejo.

¿Internacionalmente a quién admirás?

A los entrevistadores que son capaces de preguntar en corto y obtener grandes respuestas. Me encanta mucho el manejo de la sátira periodística. Para el caso, con todo y sus excesos, me relaja ver a Jaime Bayly.

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¿Qué hay más allá del Mauricio Ortega que escuchamos y que dirige la producción de noticias?

La mayor parte del tiempo se la dedico al trabajo. No soy muy asiduo a la lectura pero sí me gusta ver una que otra serie interesante en Netflix, ahora mismo estoy viendo Billions.

¿Sos de los que todavía enciende el equipo de sonido para escuchar música?

Un poco de YouTube naturalmente, pero también llevo mis discos compactos y si el estéreo del carro lo aguanta, los pongo... ja, ja, ja... Escucho de todo, la música la ubico mucho según mis estados emocionales. Y con el vidrio cerrado puedo hacer el ridículo cantando... ja, ja, ja.

Anochece en Sulaco. Amanece en la capital. Carlos Mauricio sigue soñando, sigue hablando, sigue viviendo.

Cumple una rutina diaria en la América para luego disfrutar de sus hijos. Foto: Cortesía/El Heraldo

Cumple una rutina diaria en la América para luego disfrutar de sus hijos. Foto: Cortesía/El Heraldo
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