Siempre

Juan Manuel Gálvez: mujeriego y bromista  

Ni siquiera en su época de presidente andaba guardaespaldas. Don Mario recuerda la broma del doctor Gálvez a uno de los carteros de Tegus

26.10.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS. - Era un hombre elegante, con el carisma suficiente para llevar a la cama a cualquier mujer. Vestía impecablemente, y sus trajes no tenían una arruga. Alto, la espalda erguida y el habano en la boca.

A la seducción se le sumaba el poder: primero como ministro de Guerra, Marina y Aviación; después como presidente de la República, cargo al que llegó en elecciones fraudulentas, según las acusaciones de la época.

Para don Mario Hernán Ramírez, no hay en la historia de Honduras un mandatario que le gane en infidelidades conyugales al doctor Juan Manuel Gálvez.

“Definitivamente, Gálvez es el presidente más mujeriego que ha tenido el país”, dice don Mario. Con una carcajada agrega: “Le disparaba a todo lo que anduviera en faldas”.

Don Mario también describe a Gálvez (presidente del país entre 1949 y 1954) como “campechano, carismático, platicador, bromista, popular y bondadoso”.

A Gálvez lo llamaban “el presidente en mangas de camisa”, porque se quitaba el saco cuando llegaba a su despacho.



La masacre de 1944

Una de las manchas de Gálvez —continúa diciendo don Mario— es que la masacre del 6 de julio de 1944 en San Pedro Sula ocurrió cuando él era el ministro de Guerra, Marina y Aviación de Tiburcio Carías Andino.

Y aquí se origina una anécdota.
El poeta Claudio Barrera criticó duramente a Gálvez con un artículo que tituló “A las 4 de la tarde corrió la sangre el 6 de julio del 44”.

A Gálvez, era de esperarse, no le gustó lo que leyó. Unos años después, Barrera y Gálvez (ya era presidente del país), se encontraron en el centro de Tegucigalpa. Al poeta lo mataba una goma apocalíptica.

–Doctor Gálvez, ando una resaca terrible. Siento que me muero. ¿Me da cinco lempiras para quitármela?

–Sí, claro —respondió Gálvez—, llegate a mi oficina a las cuatro de la tarde. ¿Oíste? A las cuatro de la tarde.

“Obviamente, Barrera entendió el mensaje y no llegó. Gálvez le dijo a las cuatro de la tarde en alusión a aquel durísimo artículo”, relata don Mario.

Según cuenta don Mario, Gálvez siempre andaba un rollo de billetes de cinco lempiras. Cada persona que se le acercaba recibía sus pesitos, un apretón de manos y una sonrisa.

“Otro apodo de Gálvez era el de ‘Juan Charras-queado’, una canción de un mexicano que era valiente y muy dado al amor”.

Bromista

Aunque era presidente, Gálvez caminaba de su vivienda hasta casa presidencial, únicamente acompañado del famoso “Chorchita Planas”, cachureco y olimpista a morir. No andaba guardaespaldas.

Gálvez vivía contiguo al Hotel Lincoln, hoy convertido en Hotel Plaza. De allí caminaba con porte de Don Juan, y no parecía el presidente de una república bananera, sino una estrella de cine.

Don Mario da a conocer otra faceta poco conocida del presidente nacionalista: su afición por los juegos de azar.

“Le encantaba jugar a la ruleta en el Hotel Ritz (donde posteriormente fue el Hotel Prado). Tampoco faltaba a la feria de Comayagüela, rodeado de pueblo, con su inseparable habano, apostando, siempre de buen humor, aunque perdiera”.

Para finalizar, una anécdota que involucra al farmacéutico José María Ramírez, abuelo de don Mario.

–Gálvez estaba con Julio Lozano, el general Abraham Williams Calderón y Miguel Brooks, dueño del Hotel Lincoln, en la acera, fumando puros. En eso apareció Cornelio, uno de los carteros de la ciudad –cuenta don Mario.

–Cornelio, haceme un favor –dijo Gálvez.

–Con todo gusto, doctor Gálvez, ¿en qué le puedo servir? –respondió Cornelio, mientras ponía sobre el suelo el costal de cartas.

–Andá a la Farmacia Ramírez y comprame cinco lempiras de “pitorictina”, por favor.
El cartero cruzó la calle y entró a la Farmacia Ramírez. “Don José, ¿me vende cinco lempiras de ‘pitorictina’?”, pidió Cornelio.

Mi abuelo —relata don Mario—, era medio sordo y le pidió a Cornelio que hablara alto y claro. “Cinco lempiras de ´pitorictina´, don José”.

El boticario se agachó detrás del mostrador y gritó: “Aquí te tengo tu ´pitorictina´, desgraciado”, y descargó un chilillo sobre la espalda del infeliz cartero.

“Cornelio salió corriendo de la farmacia de mi abuelo, y Gálvez y sus amigos se cagaban de la risa”, dice don Mario.

“A mi abuelo le decían “Pitoreta”, y eso lo mataba de la ira. Gálvez le hizo la broma a Cornelio y el pobre cayó por inocente… o por bruto, y fue cachimbeada la que recibió, ja, ja, ja”.

Don Mario también se caga de la risa.