El poeta de los migrantes tendrá tres lecturas en el Festival Tegus sí Canta

José Antonio Domínguez fue cónsul de El Salvador en México, y de esa experiencia escribió "Estación de los vientos", un libro dolorosamente bello, del que podrá escuchar en el encuentro literario

  • 16 de julio de 2025 a las 00:00
El poeta de los migrantes tendrá tres lecturas en el Festival Tegus sí Canta

Tegucigalpa, Honduras.- La idea original era entrevistar al poeta José Antonio Domínguez ayer por la noche. Así quedamos. “Con gusto, espero su llamada”, me dijo.

Pero yo estoy casado y si mi esposa quiere ir al cine, pues voy al cine. Me disculpo con el poeta y quedamos que platicaremos hoy (martes).

"Tegus sí canta": un encuentro internacional con la literatura

Como cónsul de El Salvador en México, el poeta Domínguez conoció de primera mano —o más bien, de primera vista— el drama de miles de migrantes latinoamericanos en su camino al norte del continente. El poeta Domínguez decidió contar algunos de esos recuerdos en un libro, "Estación de los vientos", que lo estremece a uno.

Lo leí hace dos años, en un hotel de San Pedro Sula, y sus versos me sacaron lágrimas de dolor, de impotencia, de rabia, de tristeza. Lo volví a leer cuando comenzaron los cambios en tema migratorio de la administración Trump. Y otra vez ayer, antes de dormirme, para llegar “afilado” a la entrevista que nunca se realizaría, pues caí en cuenta que "Estación de los vientos" responde por él... y por los hermanos que dejaron (y dejan) todo en sus países para irse detrás del llamado “sueño americano", hoy convertido en pesadilla.

¿Qué le decían, poeta, los migrantes de sus madres?

Estoy triste, madre /La lluvia como caricia líquida se desliza /por el impenetrable silencio de los vagones vacíos/ El carrusel siniestro se demora, madre/ Aferrado a los rieles/ somos multitud en vigilia, asechando el horizonte.

Esta lluvia lava sangre de no sabemos quién/ madre/ sangre de otros días, sangre de este sábado 25 de junio/ Asentada está la fecha de la muerte, madre/ pero no sabemos quién murió.

(Poema A madre).

Usted fue cónsul... ¿De qué le hablan los migrantes?

Hablan en secreto de los que se quedaron/ los que borró el camino y sus secuaces/ Dejos de culpa lamentan mujeres violadas ante sus ojos/ niños que esperan sin saber dónde van/ Inmisericorde la lluvia cae otra vez/ y una vez más, sobre la noche que aplasta todo/ Esta bandera pesa tanto como un diluvio.

El poeta también escuchó las historias del tren. De pie junto a la vía férrea, el poeta sintió el aire caliente que despedía aquel ser de metal que cobraba vida para cobrarse las vidas de hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, hondureños, venezolanos, salvadoreños, mexicanos, guatemaltecos, colombianos...

Hablemos de La Bestia...

Sobre el techo de quince vagones la multitud se apiña/ cartones y mantas cubren las cabezas/ desdeñosos, ignoran cámaras que filman y retratan/ Son las doce meridiano/ Perpendicular la luz apunta al centro del reloj/ Angustia, sed, hambre/algo así, es hoy la eternidad/ Capitanes del barco que va al vacío/ polleros y coyotes comandan/ Los atrasados corren/ los que llegaron a tiempo corren/ los que se escaparon corren/ se aferran, se cuelgan, se jalan/ se guindan de barrotes y lazos/ abrazo al compañero/al desconocido que ofrece la mano...

(Poema Tren I).

La Bestia...

Trepa, sigue, baja por la noche que empieza y lo acompaña/ las montañas se alargan como tumbas de gigantes/ cómplices de lo que no se sabe/ de lo que va a pasar/ La luna montará esos vagones esta noche/ rodará por las vías del sueño/ verá el amanecer/ Soñadores, cómplices, suicidas/ se alejan/ me dicen adiós.

(Poema Tren I).

Triste destino el de la mayoría de los migrantes, poeta...

Con pies hinchados pisan brasas del amanecer/ Agua milagrosa para volver a andar/ No tienen nombre ni apellido/ Son rostros, mochilas y fe/ Nada se interpone entre ellos y el fuego.

(Poema Tren II).

¿Cómo es La Bestia?

Veinte metros de longitud mide la máquina negra/ Arrimada a la galera/ duerme, sueña con la muerte que arrastra/ Dos hombres la custodian/ enclenques por igual/ indiferentes como cualquiera/ sin palabras ni gestos/ Quién es el maquinista/ Quién es el amo de la Bestia o su siervo/ Cuántas son las piernas cortadas/ Cuántos cuerpos partidos por la mitad/ Duerme en paz sin sueños de sangre/ Cuál es la conciencia de una locomotora/ que mira hacia adelante, y nada más.

(Poema Tren III).

Usted llegó a la Estación de los vientos a despedir a los migrantes que iban en el último tren del año. ¿Qué recuerda de ese momento?...

El último tren del año partió a las 5 de la tarde/ fueron 40 migrantes en la explanada de dos vagones/ al centro de un convoy de veinte/ Tres coreanos, un cubano y los cachucos de siempre/ Ruegan como si estuvieran en un lugar sagrado/ piden por la tierra de sus padres y sus hijos/ vamos a llegar, afirman; no vamos a olvidar, prometen/ Se arman de piedras y palos, hay rumor de atracos y secuestros/ La locomotora llama por última vez/ Hago fotografías/ levantan los brazos/ no hay alguien más en la estación/ soy el único que les dice adiós/ Todos gritan: ¡¡Feliz año!!/ Viva El Salvador, dicen algunos/ Guatemala, dice una joven/ Cuba, dice el cubano —médico gordo y alegre—/ Honduras, dice, tímido un hondureño.

(Poema Tren IV).

Quiero preguntarle al poeta sobre el origen de todos los poemas de Estación de los vientos. Salto de una página a otra, leo, avanzo, regreso, porque un verso me jalonea de la camisa, veo a La Bestia, veo los rostros de hombres y mujeres que nunca conocí, siento la mezcla de sus olores, veo que ellos me ven también desde alguna parte, incluso del más allá, me imagino al poeta Domínguez sentado por allí, mientras escribe este libro, que es como un canto de un poco más de cien páginas... No es que se me acabe el tiempo; solo es que comienzo a entristecerme... Le preguntaré al poeta, es decir, a su libro, sobre las mujeres que iban en el tren y aquí concluyo.

Hábleme de las mujeres migrantes.

Ella es Marina y cinco hijos/ burló oficiales, ladrones y sicarios/ Ella es Teresa, primera guardia de la patria/ aún sangra historias malditas/ Ella es Miriam, cicatriz de la guerra y burdeles mexicanos su sonrisa/ Ella es Martita, mancillada a los catorce entre cacaos y un río que la persigue/ Ella es Fátima, grito que alumbra rincones en busca del secuestrado.

(Poemas Bestias).

Ellas son... y él es José Antonio Domínguez (se llama igual a nuestro poeta hondureño, autor del Himno a la materia), abogado, excónsul, autor de varios libros de versos, prosa y testimonios. Ha escrito varios libros, obras hermosas, pero por esta vez lo llamaré "El poeta de los migrantes".

Dije que era la última pregunta, poeta. Disculpe, pero quiero preguntarle por, por... por la muerte.

La muerte no descansa, no tiene prisa ni prórroga/ pasea acariciando badajos que la anuncian/ se refocila en madrugadas de vigilias y velorios/ está en el tálamo amoroso/ o en el rescoldo del odio que insomnia en la cava del esperma, en la marea del deseo que no cesa/ La muerte está aquí, bajo la lluvia/ es primavera y es otoño/ árbol que cuenta sus centenas, heridas y ahorcados.

No, no llamaré al poeta para entrevistarlo. Que me disculpe... Su libro ya me lo ha contado todo. Aquí lo tengo, a mi lado, al momento de escribir esta nota periodística. Veo el sello de Editorial La Chifurnia en la portada y, por las dudas, lo cierro, pongo otro libro encima. Es que temo que La Bestia brinque sobre la mesa y desparrame sangre, cuerpos, luto, gritos...

El poeta... en Tegus

Las lecturas del poeta Domínguez en el Festival Tegus sí Canta serán el jueves 24 de julio a las 10:00 a.m. en la Biblioteca Nacional. El jueves 24 de julio a las 7:00 p.m. en la colonia El Pedregal. Y el viernes 25 de julio a las 10:00 a.m. en la Biblioteca Nacional será el conversatorio del libro "Estación de los vientos".

Dieciocho poetas internacionales y dieciséis hondureños estarán presentes en el Festival Tegus sí Canta.

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