Un viaje al taller donde se imprimió la primera edición de “Don Quijote”

Una réplica funcional de la prensa que creó a “Quijote” revive el legado de Cervantes

  • 24 de abril de 2025 a las 00:00
Un viaje al taller donde se imprimió la primera edición de “Don Quijote”

Madrid, España.- “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...”. Estas inmortales palabras quedaron impresas para la posteridad en lo que hoy en día es el barrio de las Letras de Madrid, donde se atesora una réplica exacta de la imprenta que alumbró la primera edición de “Don Quijote”, de Miguel de Cervantes.

La estructura, que ha sobrevivido guerras, reformas y el paso del tiempo, es la sede de la Sociedad Cervantina y alberga una reproducción exacta del taller original, incluido el tipo móvil con el que se estampó la obra cumbre de Cervantes.

Desde 2022 se ofrecen visitas guiadas a este recinto, cuyo valor patrimonial es incalculable.

En la sala central se acciona una réplica de la prensa usada en 1605, mientras se explica el riguroso proceso de impresión de la época.

“Es el único sitio donde realmente podemos decir que debajo de este techo estuvo Miguel de Cervantes, porque la estructura del edificio y la fachada son los originales”, explicó Cristina Esteban, coordinadora de visitas del lugar.

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Un espacio histórico

El edificio, enclavado en la calle Atocha —y uno de los pocos del siglo XVI que sobreviven en la capital española— ha tenido múltiples usos: fue imprenta, colegio y hospital.

Su historia deja en evidencia la tenacidad de un espacio que no ha dejado de reinventarse, igual que las letras que alguna vez lo habitaron, porque no solo Cervantes dejó aquí su legado.

La fotografía a detalle de una de las planchas metálicas permite apreciar con nitidez los grabados en relieve y las letras invertidas que componían los textos originales.

Autores del Siglo de Oro como Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina y Calderón de la Barca confiaron sus manuscritos a este mismo taller.

La primera impresora de Madrid

Uno de los aspectos menos conocidos de esta historia editorial es el papel de las mujeres.

Aunque en la portada del Quijote figuraba “Imprenta Juan de la Cuesta”, quienes controlaban el negocio eran María Rodríguez Rivalde y su sobrina política, María de Quiñones. Esta última, al enviudar, decidió estampar su propio nombre en los libros.

Una hoja impresa se revisa sobre un atril en el taller, donde aún se muestran las técnicas tipográficas del siglo de oro. Al fondo, páginas colgadas se secan al aire, como se hacía en tiempos de Cervantes.

“María de Quiñones toma en 1633 la decisión de empezar a firmar con su nombre los libros que salen del taller, por lo que se convierte, oficialmente, en la ‘primera impresora de Madrid’”, apuntó la guía.La edición príncipe del Quijote fue un fenómeno inmediato. Se imprimieron 1,800 ejemplares el 16 de enero de 1605 y la acogida fue excelente.

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“Desde que salió de esta casa fue un ‘boom’”, subraya Esteban, desde el taller recreado en el mismo lugar donde se encontraba la prensa utilizada para imprimir “Don Quijote”, la cual Cervantes describió en cartas aún conservadas en la Biblioteca Nacional Española.

Historia, expansión y vigencia del idioma

Cada 23 de abril, el mundo hispanohablante recuerda la muerte de Cervantes, emblema de la lengua española. La fecha, también asociada a William Shakespeare y al Inca Garcilaso de la Vega, ha sido adoptada por la UNESCO como símbolo del idioma y su literatura.

El español hunde sus raíces en el latín vulgar del imperio romano, adaptado por siglos a distintas regiones. De esa fragmentación emergieron las denominadas lenguas romances.

Páginas impresas de la edición príncipe de “Don Quijote”, conservadas en la Sociedad Cervantina, donde se recrea el ambiente original del taller tipográfico del siglo XVII.

El castellano comenzó a manifestarse por escrito en las glosas emilianenses del siglo XI, anotaciones al margen de códices en San Millán de la Cogolla, de acuerdo a la Revista Española de Lingüística.

Durante el reinado de Alfonso X —el Sabio—, en el siglo XIII, el castellano adquirió estatus de lengua de cultura. Fue así como con su corte en Toledo, el rey promovió traducciones, compilaciones científicas y literarias que consolidaron el idioma.

Más tarde, en 1492, Antonio de Nebrija publicaría la primera gramática del castellano, una obra pionera de la lengua moderna en Europa, citó la fuente antes mencionada.

Desde entonces, el idioma español no ha dejado de expandirse ni de enriquecerse. A la base latina se sumaron aportes del griego, el celta, el germánico y, en especial, del árabe, con más de 4,000 vocablos heredados.

Tras la conquista de América, el contacto con lenguas indígenas como el náhuatl, el quechua, el guaraní o el maya amplió aún más su léxico, según desprendió Gloria Clavería Nadal en su disertación “Los caracteres de la lengua en el siglo XIII”.

El español de ahora

En 2025, según el último anuario del Instituto Cervantes, el español es la segunda lengua materna del mundo por número de hablantes, con más de 500 millones de personas que lo tienen como primera lengua.

Si se incluyen quienes lo aprenden como segundo idioma —o lo usan habitualmente—, la cifra asciende a más de 600 millones. Además, reveló que México continúa siendo el país con más hispanohablantes, con 130 millones.

Relieve que decora la fachada de la Sociedad Cervantina, en pleno barrio de Las Letras de Madrid, España.

El español es idioma oficial, único o compartido, en 21 países, y es la segunda lengua más usada en redes sociales y plataformas digitales. A su vez, ocupa el tercer lugar en uso global de internet, solo detrás del inglés y chino.

Curiosamente, también es una de las lenguas más veloces del mundo: junto al japonés, es la que más sílabas pronuncia por minuto.

Esa rapidez no compromete su expresividad, al contrario, la potencia.

El español del siglo XXI es plural, híbrido, cambiante; y, aunque algunos lo quieran fijar, clasificar o purificar, sigue escapando a esas intenciones, como lo hizo el Quijote de los molinos: con locura y dignidad.

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