Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: Héroes y villanos

Cada gobierno tiene o monta su táctica contra el crimen. En ninguna parte del mundo los bandidos notifican el lugar y hora exacta en que atacarán

08.07.2017

Tegucigalpa, Honduras
Mientras dormimos o parrandeamos, centenares de policías y militares patrullan el país para enfrentar a una feroz delincuencia que no descansa ni avisa para matar o asaltar. Ellos (as) arriesgan sus vidas o mueren por protegernos. Su servicio lo han prostituido parásitos y desagradecidos.

Unos olvidan por provecho y otros, tal vez la mayoría, no muestra ni un ápice de retribución a hombres y mujeres de la Policía y del Ejército que no pegan ojo por darnos, en medio de carencias y desatinos, un poco de respiro en barriales donde miles de antisociales han perdido zona y poder en los últimos meses asediados por la autoridad.

Groseros

Cada gobierno tiene o monta su táctica contra el crimen. En ninguna parte del mundo los bandidos notifican el lugar y hora exacta en que atacarán. Cada nación posee su idiosincrasia y nosotros resaltamos por exigentes, poco solidarios e ingratos con cualquier regencia. Al asumir, el presidente Juan Orlando Hernández Alvarado juró castigar a todo malhechor.

Su adeudo, sin lugar a dudas, impactó en el pueblo. A tres años y medio de jefatura nadie valúa cualquier avance en la lucha contra la fechoría común y organizada. Decenas de policías y soldados patrullan calles y avenidas. La Policía Militar del Orden Público (PMOP) no recibió el apoyo total en el Congreso por intereses políticos sectarios.

Irónicamente, buena porción de quienes no elevaron a rango constitucional la PMOP son escoltados por militares.

Unos son magistrados, otros diputados, expresidentes y comunicadores que en el reciente pasado azotaron acremente al indómito y ahora, en un abrir y cerrar de picos, lo abrazan y lo felicitan por la tenaz lucha contra la delincuencia.

Suena bonito desvalorar la labor de otros cuando los que se fueron no hicieron nada más que acostarse con el mundo narco. Rotaron dos y hasta cuatro secretarios de Seguridad por ineptos o adrede. ¿Recuerdan? Dos mandos nos dejaron unos 57 mil muertos, en su mayoría de forma violenta. La anterior se llevó el primer lugar con 39 mil asesinatos.

Criminal

El sonriente juró “puño firme” y los bandidos eran parte de su aciaga gestión. Su exjefe de Inteligencia se quedó calladito (orden del patrón del mal). Sin embargo, los subalternos recorrían día y noche sujetando pandilleros mientras los capos tenían amparo y la venia para operar sin trabas.

Si el del trono era narco pues abajo eran de letrina. Nadie quiso rozar ni con pétalos de sus rosas el pus policial.

Poco a poco se ha ido hilvanando una nueva institución que se proyecta con singular número de mujeres que asisten a miles de militares en vigilia para someter a todo tipo de forajidos. Quienes no elogian la incansable labor de los uniformados no pueden amar la nación.

Nada tiene que ver su brava lucha ni sus desvelos si los “estrategas” fallan o, en su caso, se hacen los ciegos. El siervo fiel hace lo que le ordenan. Empero, una pequeña pifia y cuarteamos al policía o soldado que malcomido y agotado vigila las parrandas del patrón, de la amante, de la mujer, del hijo y de todo vividor que los humilla por arrogancia.

Tontos

Es el lado de la “seguridad ciudadana” que no aceptamos. Es grosero ver a jueces, funcionarios, diputados, periodistas y a todo quien cabe dentro de sus proles, abusar de los agentes del orden. Les vigilan sin justa razón hasta cuando se cafetean a bordo de pomposas camionetas. Pudientes reporteros son escoltados como “dignatarios”. ¡Inaudito!

Se supone que ciertos burócratas merecen protección por su delicada labor contra el narcotráfico y otros asuntos de seguridad nacional, pero muchos quieren que les laven los fondillos, el carro oficial, el auto de papi y de mami. ¡Vividores! Reza un refrán: “Cuando te toca aunque te quites y si no te toca aunque te pongas”.

Nadie en Honduras merece ser pisoteado ni tomar el poder de changoneta sea quien fuera el personaje. Ningún periodista tiene moral de reñir las fallas contra el crimen si lo escudan cuatro o cinco policías que deberían velar zonas calientes del país y no lenguas viperinas. Sean justos, que todo ojo ve sus locuras hijos...de este pueblo.