Ni estudian ni trabajan: los “ninis”. Esos jóvenes que pasan en la casa viendo tele y escarbando en el refrigerador, van a la esquina y se reúnen con sus pares, saben todo sobre videojuegos y manejan como expertos los celulares de última generación, saben de fútbol y de extraños grupos musicales. Pero muchos de ellos están en un peligro inmanejable: el reclutamiento del crimen organizado.
En Honduras son un montón. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) registra que el 23.9 por ciento de los jóvenes entre 12 y 30 años se mantiene en ese limbo de la sociedad. En números enteros son unos 750 mil, cuyo estadio silencioso y de perfil no ha llamado la atención ni para realizar un estudio completo de su situación.
Y pasan tan inadvertidos que ni siquiera los políticos, ni los más ambiciosos, han reparado en esta masa que también tiene cédula de identidad para votar, y solo se habla de la juventud como un concepto abstracto y general, y se les ofrecen cosas tan absurdas como imposibles.
EL ENTORNO DE UN “NINI”. La antropología podría servir para estudiar a los “ninis”, pero no como un grupo familiar, sino como una tribu que surge de la readaptación social, cuando el joven encuentra afinidad entre los amigos de la calle, crea un lenguaje de voces y signos que los hace sentirse iguales.
El INE ha contado a más de 3 millones 100 mil jóvenes en nuestro país, eso es el 38 por ciento de la población nacional. De esa gran cantidad de muchachos y muchachas, solo el 30.3 por ciento se dedica exclusivamente a estudiar; otro increíble 48.5 por ciento a trabajar, entre ellos muchos también estudian. Y, por supuesto, le sigue ese 23.9 por ciento que ni estudia, ni trabaja.
Para algunos expertos en temas sociales, se trata de otro grupo marginado de los programas gubernamentales, que no tiene la oportunidad de estudiar y tampoco de trabajar. La figura del “nini” no aparece ni siquiera en el desgastado anuncio del Congreso Nacional del presunto trabajo temporal.
Naturalmente, esto no es exclusivo de Honduras. La generación “nini” tiene 7 millones de personas en México, en Argentina es el 20 por ciento de los jóvenes; en Paraguay, el 21 por ciento; en Uruguay, el 18 por ciento; en Brasil, el 19 por ciento; los países del Caribe acumulan un 20 por ciento y Centroamérica el 21 por ciento. Escandaliza España con un 34 por ciento, solo superada por África con su 40 por ciento.
BOLSA DE TRABAJO PARA CRIMINALES. La sociología también podría servir para estudiar a los “ninis”, porque se ocupa de los individuos agrupados en asociaciones y colectividades. Sobre todo ahora que la crisis ha cambiado el valor de la sociedad, donde cada persona es solo un punto más en una masa anónima y manipulada.
Entre los “ninis” hay un grupo que vive como arrimado en su propia casa, habitualmente solo y alimentándose por la solidaridad familiar. Pero hay otras necesidades que un hogar desinteresado no le cubre y recurre a la asociación tribal en la calle, que lo lleva al cigarrillo, al alcohol, a las drogas y un paso más, al crimen.
Las cifras de la criminalidad son escalofriantes en los registros del Observatorio de la Violencia. En los primeros tres meses de 2012 murieron violentamente 1,709 personas, entre ellas 920 jóvenes que tenían entre 12 y 30 años de edad, ¡el 54 por ciento! Eso sí, ni todos los “ninis” son delincuentes, ni todos los delincuentes son “ninis”.
Y si la muerte mantiene su brutal puntualidad contra los jóvenes hondureños, le está robando al país, posiblemente, muchos médicos, ingenieros, taxistas, futbolistas, abogadas, artistas, zapateros, modistas, tantos otros que pudieron ser.
ABANDONO EN LA CASA Y EN EL PAÍS. La psicología también podría servir para estudiar a los “ninis”, para saber qué piensan, qué sienten, por dónde anda su autoestima, el funcionamiento de su cerebro, su inteligencia, su conciencia y el inconsciente, su personalidad y, por supuesto, sus relaciones personales.
Los “ninis” están peor que los nadies que menciona Eduardo Galeano, los que no tienen nada, ni importan nada, no están en los planes y solo valen un voto. Son víctimas de un sistema que les da la espalda y que deja todo a las salvajes leyes del mercado, en las que, quien no vende o compra, no existe.
Tampoco son exclusivos de las familias pobres; hay “ninis” en la clase media y en la clase alta, y todos sufren por igual este problema existencial, con sus variantes obvias. Pero coinciden en que no encuentran espacio ni en la escolaridad, ni en los trabajos; no califican en el mundo globalizado.
Lo peor es que este marginamiento y ocio forzado les llega en una etapa de la vida complicada, cuando se forma el individuo profesional y nacen las ilusiones y el entusiasmo para construir un futuro mejor. Al chocar contra esa pared de negativas y exclusión, solo quedan jóvenes desorientados, deprimidos y rebeldes contra el sistema que los aparta.
Hay quienes creen que llamarlos “ninis” es un trato despectivo, que oculta las deficiencias de un sistema educativo que no les abre espacio y un mercado laboral excluyente. Todo esto los obliga a ver la vida pasar de largo, un día despiertan y descubren pasivamente que, como diría Rubén Darío, la juventud se fue para no volver.