Un elefante en la cristalería

"En muchos países víctimas de colonialismo, pobladores, élites y grupos sociales conservan vestigios de subordinación y obediencia colonial”

  • Actualizado: 19 de diciembre de 2025 a las 00:00

Nadie duda de que la intromisión insidiosa de Donald Trump en las elecciones atizó el fuego de nuestro un país, ya conflictuado por viles intereses externos al ecosistema político que buscan controlar el gobierno -ya sabemos para qué-. Inclinó la votación, como él mismo se ufana irrespetuoso. Aquí lo aceptan con chocante sumisión, mientras desde el extranjero nos miran con perplejidad.

Algunos berrean irascibles en los medios, dizque en defensa de la soberanía, la democracia y la independencia. ¡Mentira! Muestran sin pudor una colonización mental y aceptan, subordinados, la tutela estadounidense. Varios diputados se pasan: ponen quejas en Washington y le imploran su intervención.

La colonización del pensamiento es eficaz: sin invasiones ni ejércitos; solo se ejerce a través de la cultura, el cine, la música, la educación, los medios, las redes. Muchos, en su alienación, asumen a Estados Unidos como modelo supremo de democracia, justicia, libertad, sin considerar también sus calamidades.

Honduras mantiene una importante relación comercial con Estados Unidos y debe fortalecerse. Además, se coincide en temas clave: lucha contra el narcotráfico, migración irregular y terrorismo, pero siempre dentro del respeto y la autodeterminación. No somos socios, como repiten aquí sus súbditos: la correlación es desigual. Si lo fuéramos, no anularían el TPS ni cazarían violentamente a nuestros emigrantes, como no lo hacen con sus verdaderos socios.

Para mayor escarnio, los politicastros hondureños -por ignorancia o ambición- se reúnen en Estados Unidos con reconocidos indiciados, como Roger Stone, condenado a prisión por delitos graves de perjurio, manipulación de testigos y obstrucción de la justicia. A este convicto lo indultó Trump, le quitó cárcel, pero no la
culpabilidad.

La congresista María Elvira Salazar escandalizó por su vinculación con el exjefe de seguridad del gobierno de Fujimori en Perú, Vladimiro Montesinos, quien cumple 31 años de cárcel por corrupción, tráfico de armas y sobornos. Además, la mencionaron por recibir dinero para política de un venezolano y un cubano de dudosos historiales, y tuvo que devolverlo.

El congresista Carlos Giménez fue alcalde del condado Miami-Dade, cuestionado por contratos de construcción y transporte. La lista sigue con Marco Rubio y otros personajillos. Analistas estadounidenses comparan a Trump con un elefante en una cristalería: cada vez que se mueve, rompe algo. Pero aquí, políticos, periodistas y “analistas” amplifican los mensajes de esta gente con un penoso entreguismo.

No se trata de un cuestionamiento moral, sino de un fenómeno histórico conductual; tampoco es exclusivo de Honduras. En muchos países víctimas de colonialismo, pobladores, élites y grupos sociales conservan vestigios de subordinación y obediencia colonial. Algunos no solo aceptan el sometimiento, hasta lo desean; en Washington lo saben y se aprovechan.

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